lunes, 26 de diciembre de 2016

Las 12 uvas

Contra el imperialismo-Chavista en EEUU

Las consignas contra el imperialismo norteamericano se siguen vociferando, es cierto, pero eso sí, en privado y en voz baja. Con propiedades en Orlando y con cuentas en dólares en el extranjero, ciertas condiciones aplican para ejercer la lucha “por los pobres del mundo”
Recuerdo que previo a los días de asueto navideño y de fin de año, los camaradas más radicales de la ultraizquierda universitaria después de hacer su respectivo “Trabajo de Barrio”, se instalaban en los bares cercanos a la Universidad Central de Venezuela a tomarse las cervecitas y planificar el viaje al terruño para celebrar con la familia las fiestas decembrinas. En esas tertulias despotricaban de las fiestas capitalistas y su consumismo desenfrenado. Cerrado el Comedor de la UCV, no había otra opción, la revolución se iba de asueto. Ya en su tierra, olvidaban los pregones comunistas y disfrutaban de la parranda con sus vecinos adecos y copeyanos. Eran los días de la Venezuela en la que un abrazo de año nuevo con el “faltan 5 pa’ las 12“, como música de fondo, reconciliaba a los más enconados adversarios de la política venezolana.

Buena parte de esos muchachos humildes, contestatarios y llenos de ideales de los 70 y 80, hoy en día son los flamantes “doctores” graduados en las mejores universidades del mundo gracias a ese invento cuartorepublicano y burgués, llamado Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. Qué ironía, el odiado puntofijismo les dio la oportunidad de educarse y la revolución chavista la de convertirse en oligarcas sin pedigre. Ya no recuerdan que sobrevivieron gracias a la bequita de 600 bolívares mensuales que le asignaba la universidad, al siempre efectivo “martillo” solidario que les garantizaba los 2 bolívares del almuerzo y al pedazo de cartulina que servía de “pasaje estudiantil” para lograr un aventón a Caricuao, El Valle, Los Teques, o donde estuviere la residencia o pensión que pagaban los padres a duras penas.

Consignas como “las calles son del pueblo, no de la policía”, “este gobierno es hambre, miseria y represión” o “liberen a los presos políticos”, pasaron al total olvido. Hoy aplauden cuando la policía arremete contra la gente por el solo hecho de pedir comida y medicinas, cantan vítores cuando alguien como Franklin Brito se inmola en una lucha desigual contra un gobierno arrogante y abusivo, o justifican la existencia de presos de conciencia esgrimiendo ese pueril argumento que reza “aquel que obra contra la revolución es traidor a la Patria”. Las consignas contra el imperialismo norteamericano se siguen vociferando, es cierto, pero eso sí, en privado y en voz baja. Con propiedades en Orlando y con cuentas en dólares en el extranjero, ciertas condiciones aplican para ejercer la lucha “por los pobres del mundo”.

Para este fin de año, al igual que sucedió en las navidades, la mesa estará servida de manera desigual. Los enchufados y antiguos adalides de las luchas del pueblo cenarán opíparamente con productos importados y bebiendo el mejor whisky escocés, mientras otros, la inmensa mayoría, cenarán lo que consigan después de largas y agotadoras colas. Más sin embargo, allí no estará la principal diferencia. Estará al comer las tradicionales 12 uvas al escuchar las tradicionales campanadas por Radio Continente. Los antiguos revolucionarios que juraron dar su vida por lograr una mejor sociedad, las comerán deseando con mucha fuerza y nerviosismo que para el 2017 no caiga el gobierno, porque perderán sus riquezas y quizás hasta mucho más. El resto de los venezolanos, las comerá con la esperanza de que el próximo año Venezuela se enrumbará hacia un camino distinto, donde impere la democracia, la justicia y la libertad. ¡Feliz año nuevo Venezuela!.

lunes, 12 de diciembre de 2016

¡Perdona Gabo, no es un plagio, es Venezuela!

Maduro y el pajarito

Si Gabriel García Márquez estuviera vivo, hace rato nos hubiera demandado por plagio ante tribunales imparciales (internacionales, por supuesto). Habría sido todo un espectáculo ver a un Juez evaluando las primeras páginas de los periódicos nacionales, consignadas por los abogados del Nobel de Literatura, como evidencia incontrovertible de plagio.

En Venezuela perdimos la capacidad de asombro. Todos estamos curados de espantos y ya nada nos descoloca. Cuando parecía que lo habíamos visto todo, nos levantamos con una noticia tan o más inverosímil que la de la noche anterior. Si Gabriel García Márquez estuviera vivo, hace rato nos hubiera demandado por plagio ante tribunales imparciales (internacionales, por supuesto). Habría sido todo un espectáculo ver a un Juez evaluando las primeras páginas de los periódicos nacionales, consignadas por los abogados del Nobel de Literatura, como evidencia incontrovertible de plagio. Seguramente al final del día este Juez entonaría para sus adentros ese famoso estribillo que hace recordar a Macondo, “epopeya de un pueblo olvidado, forjado en cien años de amores e historia”.

Aclaremos, no solo hablamos de los saintees de llamado socialismo del siglo XXI. En la IV no era que la vida transcurría normalmente. Por el contrario, cada cierto tiempo los venezolanos fuimos testigos de acontecimientos surrealistas que parecía sacados de un guión de Quentin Tarantino. Recuerdo el caso de aquél famoso “Jeque árabe” que estafó a media aristocracia caraqueña con la falsa promesa de asegurar jugosos contratos con ficticias empresas de “su propiedad”. En los archivos de los principales diarios del país se pueden encontrar las crónicas sociales con las innumerables fotos del avivato estafador con lo más granado del jet set capitalino. También es inolvidable aquél episodio en el que un eximio y muy querido Presidente (Ramón J. Velásquez para más señas), liberó a uno de los capos del narcotráfico más buscado de la época. El honesto y campechano mandatario firmó el indulto bajo engaño, debido a que su secretaria lo había colado entre el cúmulo de papeles que diariamente firmaba. Cómo podrá observar amigo lector, no solo en Colombia las mariposas amarillas persiguen a Mauricio Babilonia. 

La diferencia con la IV es que en revolución las cosas más insólitas se asumen como cultura alternativa, es decir, hay que tragárselas. Han pasado cosas tan inverosímiles que para un interlocutor serio costaría mucho asumirlas como ciertas. Cómo hacer entender a un circunspecto caballero inglés que nuestro Presidente habla con muertos transmutados en pájaros. Cómo explicar que mientras miles mueren de hambre, falta de medicinas o en manos del hampa, nuestro máximo representante internacional baila el trencito en Palacio en vez de estar devanándose los sesos para sacar al país en el atolladero en que lo metió. Cómo explicar que en Venezuela secuestran a un Tigre perteneciente a un circo y piden rescate por él. Cómo hacer entender a una persona con cinco dedos de frente que quien dirige el máximo organismo de justicia del país es un ex convicto o que los sobrinos de la pareja presidencial hayan confesado que para sus tropelías de narcotráfico utilizaban recursos del Estado y el gobierno voltea a un lado haciéndose el musiú.

Vivir en el socialismo bolivariano supone desarrollar algunas competencias que solo tienen utilidad en Venezuela y quizás en Macondo. Cuando salimos al exterior por una temporada larga, nos colocamos en modo “adaptación express” para evitar las secuelas que deja vivir en países donde la noticia de la semana es la pérdida del gatito de la vecina. Imaginemos a un paisano caminando por las calles de Delft en Holanda con las antenas activadas contra los atracadores y que nunca le pase absolutamente nada. Eso es un desgaste evidente. O peor, tener que detenerse en un cruce peatonal en Finlandia sin poder lanzarse a esquivar los carros porque va preso. Eso no lo aguanta nadie. Estas circunstancias tienen que afectar a quien ha sobrevivido de sobresalto en sobresalto y de funeraria en funeraria despidiendo a  amigos que no lograron cumplir su ciclo natural de vida.  Si Hitler auguraba un Reich de mil años, en Venezuela de seguir como vamos, auguramos cien años, pero de soledad, porque ya no está quedando nadie. Los que no morirán de hambre, de enfermedades curables o a manos del hampa, se habrán ido. Los que quedemos cantaremos “epopeya de un pueblo olvidado, forjado en cien años de amores e historia”.

¿Ahorro o corriente?

Venezuela

El socialismo del siglo XXI nos ha convertido en una suerte de MacGyver colectivo. Aquí la gente se inventa una para alimentarse, mantenerse sano o simplemente amanecer vivo al día siguiente
No me canso de repetir que el socialismo potencia la creatividad como mecanismo de sobrevivencia. Mientras que en el capitalismo el ser humano despliega parte de su esfuerzo en la búsqueda de confort y bienestar; en el socialismo toda la actividad humana está dirigida a sobrevivir en condiciones de extrema precariedad. La idea, de acuerdo a los exegetas del marxismo europeo y tropical, es formar generaciones curtidas en la eterna batalla contra el imperio, capaces de afrontar guerras económicas y amenazas de invasiones nunca concretadas. “Así se Templó el Acero” es el título que se me ocurre, mejor ejemplifica ese largometraje en blanco y negro y sin final feliz que es el socialismo.

El contraste es la mejor prueba de la afirmación anterior. Una familia clase media en EUA tiene como norte de vida poseer mínimo un automóvil, una casa, una nevera, una cocina, una lavadora, un televisor a colores, una suscripción por cable, una cortadora de césped, un teléfono celular, un trabajo estable y un hijo en la universidad. Lo demás viene por añadidura y esfuerzo: un viaje de vacaciones al año, una caña de pescar y una aspiradora. En el socialismo la cosa es más exigente. La aspiración de una familia es tener un amigo en la nomenclatura que te ponga “donde haiga”, hacerse panita de un dependiente de supermercado que te indique cuando llegue el aceite y el arroz y, sobre todo, tener mucha FE, léase Familia en el Exterior que mande dólares de vez en cuando.

Recuerdo que en uno de mis viajes a Cuba presencie esos destellos de ingenio ante la adversidad. Impagable observar como unos ingenieros mecánicos de profesión y taxistas por necesidad, se dedicaron a instalar antenas parabólicas utilizando las tazas que adornan los rines de los automóviles. A esos artefactos les soldaban en el centro un cucharon sopero apuntando hacia el cielo; al final el canal HBO se veía cochicorneto pero se veía. Lo mismo sucedía con aquella pareja habanera, ambos médicos, que se redondeaban el sueldo ofreciendo en alquiler y a domicilio la lavadora adquirida a cambio de un vestido de novia sin estrenar, que obtuvieron de manos de una prima que no llegó a usarlo porque se fugó en balsa a Miami en vísperas de la boda. Así es la vida en socialismo, hay que agudizar la sesera para sobrevivir.

El caso venezolano no es muy diferente. El socialismo del siglo XXI nos ha convertido en una suerte de MacGyver colectivo. Aquí la gente se inventa una para alimentarse, mantenerse sano o simplemente amanecer vivo al día siguiente. Pero no solo se ha incentivado la creatividad en la gente de bien, también los delincuentes han hecho alarde de su inventiva. Me he enterado que la última moda para asaltar en las busetas no es esgrimiendo la tradición al pistola y amenazado con “quebrar” al renuente que no quiera entregar la quincenita. El nuevo mudus operandi pasó a otros niveles. Ahora el caco obliga a los pasajeros a introducir su Tarjeta de Débito en un punto de venta que lleva consigo en su mochila y procede a rasparle la pensión recién depositada. Amigo lector cuando usted esté en un transporte público y escuche que en el asiento de atrás alguien pregunta “¿ahorro o corriente?”, póngase las pilas y grítele al chofer para que lo deje en la próxima parada. ¡Patria o Muerte, Venceremos!.

viernes, 18 de noviembre de 2016

¡Ni inocentes ni culpables, solo estúpidos!

Asamblea Nacional

La verdad que uno no termina de asombrarse de las cosas que pasan en la Venezuela revolucionaria y del novísimo socialismo del siglo XXI, el cual por cierto nació viejo, desdentado y con olor a naftalina. Si eso le pasa a quien debería estar curado de espantos después de 17 años de tantos desatinos y loqueteras, imagínense lo que le sucede a un extranjero, independientemente de que posea o no la condición de admirador de la revolución bonita más fea que ha tenido la región. Un inciso antes de pasar al siguiente párrafo: con respecto a esta última afirmación estoy seguro que los cubanos de fuera y de dentro de la isla la refutaran de manera airada. El hecho de que les quiten el sitial de honor mantenido con esfuerzo y trabajo por tanto años no es fácilmente asimilable.

Pónganse en mi lugar. Me ha tocado explicarle a un visitante nacido en otras tierras que en Venezuela las sentencias judiciales deben tener el visto bueno del Ejecutivo si pena de la destitución o la cárcel para el juez que pretenda ser imparcial. En otra oportunidad me tocó explicar por qué en Venezuela los altos mandos militares pueden gritar consignas partidistas en actos institucionales sin que pase absolutamente nada. Luego tuve que responder un correo explicando cómo es posible que la institución llamada a velar por el resguardo de los derechos humanos, haya perdido su vocería en las Naciones Unidas por la indiferencia recurrente ante la violación de estos derechos fundamentales. Indiferencia que, por cierto, se potencia cuando los violentados son los opositores al gobierno “humanista”.
 
Cuando estas explicaciones hay que darlas vía redes sociales es aún más complicado. Un colega sociólogo del cono sur me escribía comentando que le parecía bien que la gente manifestara alrededor del despacho del Presidente de la República. Recordaba que eso era moneda corriente en su país. Señalaba que la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, ha sido,desde siempre, espacio compartido entre opositores y oficialistas para expresar rechazos o apoyos a los gobiernos de turno. Saquen cuenta, había que explicarle que esas carpas que veía por los noticiero de TV rodeando al Palacio de Miraflores, fueron instaladas, financiadas y abastecidas por el gobierno y que tal peregrinación estaba vedada a los opositores por la prohibición expresa del alcalde de la ciudad, bajo el peregrino y discriminatorio argumento que señala a esa zona es “territorio chavista”.

Otra prueba fue explicar a amigos en el exterior la razón por la cual un conjunto de ciudadanos se oponían airadamente a recibir los títulos de propiedad de unas viviendas adjudicadas por el gobierno. Nos dimos a la tarea de convencer a nuestros curiosos colegas que no se trataba de potentados oligarcas renuentes a asumir la responsabilidad de nuevas propiedades con la carga de impuestos que eso supone, sino de gente que en su vida ha tenido siquiera un techo donde dormir. Fue una tarea como de locos. Nadie en su sano juicio entiende ninguna explicación, porque lograr un mínimo de coherencia argumentativa para justificar esa conducta es prácticamente imposible.

La última misión fue convencer a unos inteligentes e informados colegas extranjeros de que no fue en Venezuela donde se patentó la estupidez como un delito imperfecto. Es cierto que los magistrados revolucionarios de nuestro Tribunal Supremo han sido creativos en extremo al momento de interpretar nuestra Carta Magna, pero en honor a la estricta verdad no fueron ellos a los que se les ocurrió la genial idea de convertir la estupidez en una suerte de delito atenuado. Fueron los defensores de los innombrables que están en pleno juicio por conspiración para traficar drogas a los Estados Unidos, los que echaron manos de esa novedosa y creativa figura jurídica por falta de mejores argumentos. “No son culpables, solo son unos estúpidos”, le dijeron al Juez. Parecen cosas de un juicio en la Venezuela revolucionaria. Es natural que cualquiera se confunda.

lunes, 31 de octubre de 2016

Alegres si, cobardes nunca
Jóvenes en marcha 1s



Definitivamente no somos viudas plañideras que se lamentan permanentemente de su desgracia, pero tampoco arlequines de feria que viven en un mundo de fantasía construido con la intención de apartarse del que es real

Solo en un país tropical donde el sol no quema sino que acaricia, la lluvia no moja sino que bautiza y los mangos se pierden porque abundan, se pueden dar situaciones que en otros países provocarían una hecatombe política o por lo menos un sacudón social producto de la indignación colectiva. Pero estamos en Venezuela, cuna de libertadores, pero también de jodedores capaces de hacerle soltar una carcajada a una viuda en pleno velorio de su marido.
 
El venezolano es mundialmente famoso porque ante las peores tempestades suelta un chiste capaz de aliviar cualquier tensión. De la peor circunstancia improvisa una guasa, haciendo alarde de una creatividad y espontaneidad que sacaría de lugar al más circunspecto gentleman inglés. Algunos etnometodólogos y no pocos psicólogos sociales han explicado que esta es una forma de ser del venezolano, cultivada desde los tiempos de la conquista española y refinada a fuerza de tanta leña que ha recibido a lo largo de su historia. No ha sido perita en dulce atravesar el Sinaí de la gesta independentista, la Guerra Federal, la dictadura gomecista, la represión perezjimenista, y la revolución chavista, sin matarnos unos a otros en una guerra civil cruenta y prolongada.
 
Para muchos analistas esta actitud ante la vida es lo que explica los altos umbrales de tolerancia ante los desmanes del poder. A propósito de esto, me comentaba un profesor ecuatoriano que en su país por mucho menos de lo que ha hecho Maduro (o dejado de hacer), el pueblo ha sacado del poder a más de un Presidente. Otro colega argentino me refiere que en ese lado del mundo la gente se toma muy en serio el asunto de los abusos de poder y procede a cobrar cuando hay elecciones. Ni decir de un profesor brasileño que me escribe alegando que si bien ellos son un pueblo muy alegre a la hora de pasar factura a los políticos no andan con vainas. Todos coincidieron en señalar, palabras más, palabras menos, que somos culpables de nuestra propia desgracia por andar siempre con la joda por delante y rehuir el combate contra la tiranía.
 
Quizás tengan algo de razón estos eminentes académicos. Sin embargo no puedo coincidir totalmente con las conclusiones de sus tesis. Si bien es cierto que nuestra antropología política está mediatizada por el gen de la jodedera (cuentan que desde los tiempos de la guerra de independencia Páez se destacaba por sus salidas jocosas ante la adversidad), esto no nos ha apartado de nuestro deber ciudadano de defender hasta con la vida, la justicia, la libertad y la democracia.
 
Definitivamente no somos viudas plañideras que se lamentan permanentemente de su desgracia, pero tampoco arlequines de feria que viven en un mundo de fantasía construido con la intención de apartarse del que es real. Ni una cosa ni la otra. Somos capaces de reírnos de las burradas presidenciales y ministeriales y, acto seguido, cubrir nuestras espaldas con una bandera tricolor para enfrentar sin miedo al poder autoritario. Muchos asesinados y heridos por las fuerzas policiales y paramilitares del gobierno, dan testimonio de ello.
 
En ese intercambio epistolar con mis colegas latinoamericanos preocupados por nuestra supuesta quietud ante el poder dictatorial, les manifesté que en el caso venezolano, el espíritu alegre que nos caracteriza no debe ser leído como mecanismo de evasión y menos de banalización de la gravedad de las circunstancias.
 
Si bien el terrorismo de Estado y las agresiones de los paramilitares financiados y armados desde el gobierno han infundido temores justificados en la población opositora, a la hora del té nos hemos sabido sobreponer a ese miedo y actuado en consecuencia. Eso es lo que explica que no hayan podido implantar el totalitarismo desde hace mucho tiempo atrás. Finalmente les manifesté de manera muy cordial pero categórica que si bien somos un pueblo alegre y risueño, no se nos puede acusar de indiferentes y mucho menos, de cobardes.

lunes, 17 de octubre de 2016

"Me fui con 0 hit, 0 error, 0 carreras y limpio e’ bola”

Beisbol Caracas, Venezuela

No solamente a Maduro le conviene que haya comenzado una nueva temporada de beisbol profesional, al venezolano común también
No solamente a Maduro le conviene que haya comenzado una nueva temporada de beisbol profesional, al venezolano común también. Para el primero, es la oportunidad de que los segundos lo dejen en paz un rato, aunque en los estadios nadie podrá parar el “y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer”.  Para los segundos es el espacio para salir de la rutina de las colas, las marchas, los empujones en el Metro, los atracos en plena parada de las busetas y las sempiternas cadenas del sucesor del Príncipe de Sabaneta.

Mi compadre Rosendo López, alías “siemprevivo”, era uno de los más contentos con esta nueva temporada. Es tan apasionado al beisbol que a sus hijos varones los bautizó con los nombres de Chico López (por Carrasquelito); Luísaparicio López (por nuestro Hall de la Fama); y Vidal (el que salió mejor parado) López, por El Muchachote de Barlovento. A la hembra le puso Dámasa (por el Blanco de Curiepe).

Rosendo es un asiduo visitante del Universitario y un impenitente caraquista. Dicen que alguna vez se ofreció de Bat Boy cuando se enteró que el titular del equipo, el popular Leigmer Morales, estaba en cama por una fuerte gripe. Nunca me lo ha confirmado, ni negado. Pero lo que sí es cierto es que desde que comienza cada temporada, Rosendo manda a la tintorería sus 6 camisas del equipo y solo hasta después de la Serie del Caribe lo volveremos a ver vestido de paisano.

Por casualidad ayer lo vi, usaba la camisa en cuya espalda se ve el número 32 en honor a Bob Abreu. Me comentó que había ido al estadio la noche anterior y me juró que no volvería. No le pregunté qué le había sucedido para tomar tal determinación, mi interrogante fue más bien sobre lo que haría con el abono. Pregunta con piquete al revés aspirando que su respuesta fuera obsequiármelo. Me soltó que este año no tuvo para pagar los 350.000 Bs. que costaba. Volví a la realidad.

Con cara de indignación fue soltando su historia: “Me fui con Carmencita al estadio, si esa misma, la que es secretaria de Presidencia, la que tengo más de un año atacando y nada. Me aceptó la invitación pero se apareció con dos tarajallos más grandes que yo, diciendo que eran sus sobrinos y que también les gustaba el beisbol. Bueno, ni modo, a lo hecho pecho, nos fuimos al estadio en Taxi, mi carro está parado por una pinche goma que no se consigue y me la quieren vender por un ojo de la cara. La carrerita me salió por 5.000 Bs.”. En este punto su expresión era la misma del gato con botas en la película aquélla.

Continuó sin pausa: “Las entradas me salieron a 1.050 cada una (4.200 Bs. por los 4). Al llegar dijeron que se les antojaba una hamburguesa porque no habían comido. Pagué por cada una 4.500 Bs más 1.000 bolos por el refresquito. En esa sentada se me fueron 22.000 Bolívares. Viendo el juego nos tomamos las cervecitas, es inevitable. Pero los tarajallos también le jalaban a la cebada. Total 21 cervezas a 600 Bs., sumaron 12.600 Bolívares. Ni te cuento que a mitad de juego se antojaron de perros calientes, no sé donde les cabe tanta comida. Compré 3 a 1.500 Bs. cada uno, pague 4.500 Bolos.”.

Sin pausa agregó, “concluido el juego, lo que me temía. Salieron con hambre y además de las cervezas del estribo, pidieron dos parrillas, sude frío ya que vi el precio y eran 7.000 Bs. por cada una. El antojito me salió por 15.900 Bolívares. Menos mal que hasta los que venden chucherías tienen punto de venta, porque si no preso iba a ir. Al final, los mande para su casa en Taxi (8.000 Bs. más porque era para Los Teques) y me fui a la casa a pie porque no me quedó ni para tomar un autobús. La nochecita me salió en 72.200 Bs. Resultados de la jornada: El equipo perdió, me fui con 0 hit, 0 error, 0 carreras y limpio e’ bola”.

Cuando creí que todo estaba dicho, Rosendo soltó esta perla: “cuando llegué a la casa, mi mujer estaba que echaba chispas porque habían cortado la luz, el gas y el teléfono por falta de pago y cuando le dije que no tenía plata, se puso más endemoniada que manager viendo poncharse a Galarraga con 3 en base”. ¿Cómo arreglaste todo?, increpé, “¿Arreglar?, venía a hablar contigo para ver si me alojabas en tu casa”. Me pregunto, qué será mejor, ir al estadio o quedarse en casa escuchando a Maduro.

lunes, 3 de octubre de 2016

Cuando lo cotidiano es lo absurdo

Buscan comida en basureros

Observar a gente que sale de su trabajo para ir directo a los basurales cercanos a restaurantes a rescatar alimentos en buen estado o a punto de descomposición, es algo que trastoca cualquier rasgo de la normalidad
Recuerdo mis tiempos de estudiante universitario. Para ese entonces, mediados de los 70, a uno se le removía el alma de la emoción cuando escuchaba aquella hermosa frase que nunca supe si llegó de Cuba, vía Revista Bohemia o de alguna estrofa de una de las canciones de Silvio Rodríguez.
También es posible que haya llegado de Francia, como una de las genialidades de las muchas que adornaron aquel mayo del 68 y se anclaron como frases inmortales en el corazón de todo joven contestatario. Me refiero a aquel lema que decía algo así como: “Cuando lo extraordinario se hace cotidiano, entonces estamos en revolución”.

Tal hermosura nunca fue una consigna de esas que se repiten hasta el cansancio en las marchas de protesta. Tampoco ha cerrado los manifiestos políticos de la izquierda como aquel ¡Patria o Muerte, Venceremos!, impuesto por Fidel desde la Segunda Declaración de La Habana en febrero de 1962. Confieso que en más de una oportunidad se la he achacado a Quino ya que parece una de las típicas salidas de su alter ego, Mafalda. Lo cierto es que la mayoría se la ha endosa al polémico Che Guevara. Es posible que sea así, aunque buscando en internet no conseguí ni cuándo ni en qué momento la dijo. A lo mejor es como las frases atribuidas a Einstein y que nunca fueron expresadas por el genio de la Teoría de la Relatividad.

Pero, más allá de quién la haya dicho, esta afirmación tiene una inmensa fuerza emocional. De solo escucharla cualquiera con algo de sensibilidad puede abrir la puerta de su imaginación y trasladarse, cual la Alicia de Lewis Carrol, al país donde las maravillas se hacen presentes a cada instante y en cada rincón.

Su carga poética y esperanzadora la ha convertido en una de las frases más utilizadas en los últimos 30 años por haberse sedimentado en el imaginario de todo revolucionario que se respete. Sin embargo esa máquina trituradora que llaman revolución bolivariana se ha encargado de desvirtuarla, gracias a su infinita incapacidad para gobernar y al enorme poder de destrucción de lo bueno que quedaba en el país.

A diferencia de lo que sugiere la frase de marras, en la revolución chavista lo extraordinario no está asociado con la idea de avance o felicidad para el pueblo. ¿Que suceden cosas fuera de lo común?, es innegable. La diferencia es que ningún país serio haría lo que en Venezuela el gobierno hace cotidianamente. Solo mencionaré algunos casos que corroboran nuestra afirmación. Comenzare por el más reciente. Díganme en cual país de esta bolita azul suspendida en el universo, un gobierno prohíbe que ingresen medicinas a un Hospital público donde cientos de niños esperan por ellas para tratar sus dolencias. Si esto no es algo extraordinario, ¿cómo podría calificarse?

Hacer que un poder como el electoral invente de manera descarada miles de trabas para evitar el derecho constitucional a revocar al Presidente de la República, es algo que excede los parámetros normales de una sociedad que se autodefine como democrática. El país no sale de su asombro al observar como en cada día que pasa, surgen nuevos y más ridículos obstáculos para hacer imposible el ejercicio de tal derecho. Esa extraordinaria insensatez e inmoralidad, es de las cosas fuera de lo común que suceden en Venezuela.

Por último y para no alargar este artículo, me referiré a lo más extraordinario que ha hecho la revolución bolivariana. En apenas 17 años ha convertido a Venezuela de ser uno de los países más ricos del continente, en uno donde recoger alimentos de la basura se ha hecho cotidiano.

Observar a gente que sale de su trabajo para ir directo a los basurales cercanos a restaurantes a rescatar alimentos en buen estado o a punto de descomposición, es algo que trastoca cualquier rasgo de la normalidad. Esta revolución de lo absurdo definitivamente está inspirada en Marx, pero no en el pensador alemán, sino en el humorista norteamericano Groucho Marx, experto en convertir lo absurdo en un rasgo de cotidianidad.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Plebiscito allá y Revocatorio aquí

Acuerdo de paz en Colombia

En Colombia el asunto se está dirimiendo de manera democrática, amén de la absoluta confianza en ambos bandos de que las opiniones podrán ser emitidas sin amenazas por parte del gobierno, mientras tanto en nuestro país el gobierno y los poderes públicos traban grosera y descaradamente el derecho a que el venezolano se exprese libremente
Acabo de regresar de la ciudad de Pereira en Colombia, una de las ciudades más importantes del llamado Eje Cafetero. Fui gentilmente invitado por la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), para participar como expositor en la Conferencia Regional para América Latina de la “International Association for Research on Textbooks and Educational Media” (IARTEM). Allí se dieron cita investigadores reconocidos por sus trabajos en el área de los textos escolares y medios educacionales. Fue un honor compartir con tan calificados académicos. Solo para hacer referencia a algunos, destaco la presencia de Graciela Carbone de Argentina, Tania Braga de Brasil, Francisco Rivero de Chile, Jesús Rodríguez de España y por Colombia, Martha Elizabeth Varón, de la Universidad de Tolima y a los anfitriones María Victoria Alzate, Karolaim Gutiérrez, María y Miguel Ángel Gómez de la UTP, entre muchos otros.

No entrare en detalles sobre lo bien organizado que estuvo el evento y la elevadísima calidad de las ponencias presentadas. Nuestra disertación fue sobre los textos escolares de la Colección Bicentenario y sus contenidos sesgados y adoctrinadores, muchas veces denunciados por nosotros en múltiples eventos nacionales. Cómo era de esperarse, entre los más de 300 asistentes hubo expresiones de asombro ante el texto de ciencias sociales para 6to Grado, llamado Venezuela y su Gente, dónde se narran los hechos del 11A omitiendo el episodio en el cual el General Lucas Rincón, para la época Jefe del Estado Mayor Conjunto, anunció en cadena nacional, la renuncia de Chávez. Hago referencia a esta narrativa, solo para mostrar parte de las múltiples omisiones y tergiversaciones de un texto que más parece un panfleto partidista que un libro para trabajar en clase.

Más allá de la Conferencia, pude constatar la preocupación de los hermanos colombianos por el posible resultado del plebiscito que se llevará a cabo en octubre para respaldar o no los acuerdos de paz firmados entre las FARC y el gobierno del Presidente Santos. Escuché muchos argumentos en favor y en contra, como es lo natural. Pero algo que me llamó mucho la atención es que entre los “bandos”, existe una absoluta comprensión de los argumentos esgrimidos por el otro. La señora que regenta una de las tantas ventas de empanadas en la universidad, nos afirmaba “respeto a los que quieren apoyar el acuerdo porque es verdad que necesitamos paz, pero no quiero estar como están en Venezuela, con unos comunistas que llegaron a gobernar, arruinaron al país y ahora no quieren soltar el poder por nada del mundo”. Más claro, imposible.
Por otro lado los simpatizantes del “Si”, apuestan por el cese del conflicto, aún estando conscientes que es una decisión riesgosa porque consideran que la guerrilla puede traicionar los acuerdos cuando se recupere del mal momento político y militar que vive en la actualidad. Nos afirmaba una profesora que votará por el Sí, “entiendo a los que van a votar No, aquí hay demasiadas víctimas de la guerrilla y perdonar no es fácil para quien perdió un hijo, un padre, un esposo. Aún así votaré por el Sí, sabiendo que seguramente no van a entregar todas las armas, ni todo el dinero, ni toda la droga, pero que le vamos a hacer, estamos cansados de este conflicto. Los colombianos merecemos vivir sin miedos ni sobresaltos”. Razonamiento impecable y realista.

Lo que encontramos en común entre ambas posiciones frente al plebiscito de octubre, es que hay una profunda desconfianza sobre la sinceridad de las FARC. Aún recuerdan la burla de las conversaciones de paz en El Caguán, cuando la aprovecharon para ganar tiempo, reagruparse y luego reiniciar los atentados, secuestros, reclutamiento forzoso de niños, vacunas y asesinatos en nombre de una revolución de la cual, por cierto, los colombianos la ven hoy día como uno de los negocios más lucrativos del mundo, a pesar de que todavía hay algunos ingenuos que confían en la retórica libertaria de sus panfletos y consignas.

De retorno a Venezuela pensaba sobre el Referendo Revocatorio a Nicolás Maduro y las posibles analogías con el plebiscito colombiano. Pues no encontré ningún parecido. Por el contrario, en el hermano país el asunto se está dirimiendo de manera democrática, amén de la absoluta confianza en ambos bandos de que las opiniones podrán ser emitidas sin temor a presiones ni amenazas por parte del gobierno, ni sus votos serán manipulados por el Consejo Electoral, mientras tanto en nuestro país, a pesar de que casi el 90% piensa que el inicio de la solución de los graves problemas que nos atosigan pasa por revocar a quienes los generaron, el gobierno y los poderes públicos controlados por el Ejecutivo traban grosera y descaradamente el derecho a que el venezolano se exprese libremente y en paz. ¿Una pequeña diferencia, no?

lunes, 5 de septiembre de 2016

Bitácora de una Marcha

Referendo

9:00 de la mañana, estamos prestos a incorporarnos a la marcha convocada por la MUD para solicitar la fecha del Referendo Revocatorio. El Distribuidor de Santa Fe estaba desbordado en los canales de ida y venida de la Autopista hacia Prados del Este. Confieso que como marchista reiterativo nunca había salido de ese sitio. En todas las convocatorias anteriores mi punto de partida fue Santa Mónica, lugar siempre escogido por mis colegas profesores de la Universidad Central de Venezuela. Esta vez cambie mi rutina.

La cantidad de gente era apabullante. La autopista de Prados del Este estaba repleta de jóvenes, adultos contemporáneos y abuelos. Un dato que no puedo dejar de mencionar, es que había mucha gente humilde, de esas que uno estaba acostumbrado a ver en las marchas convocadas por el gobierno. Esto corrobora que la situación ha cambiado. Que lo del 80% de rechazo al gobierno de Maduro no es una ficción fabricada por compañías encuestadoras, sino una realidad de carne y hueso. Parte de esa realidad caminaba junto a mí con el mismo entusiasmo y la misma esperanza por lograr un cambio en Venezuela.

Mientras avanzaba con la multitud, imaginaba los reportes de los servicios de inteligencia que le llegaban a Maduro: “Señor Presidente ya no sabemos qué hacer, no hemos podido detener la marcha, lo único que nos queda es que llueva. Estamos trabajando en eso”. A las 10:30 am llegamos a la avenida Rio de Janeiro. Estaba de bote en bote. Un poco más atrás un mar de gente se desvió y siguió la ruta de la autopista Francisco Fajardo hacia Chacaíto. Era impresionante ver dos ríos de gente, y entre ellos, el río Guaire como testigo de excepción de ese tsunami humano. Para ese momento ya recibíamos reportes de las otras concentraciones opositoras, las de las avenidas Libertador y Francisco de Miranda. La situación pintaba similar o mejor. Ante esas noticias, imaginaba el segundo reporte de inteligencia: “Señor Presidente, con todo respeto, le dijeron que eran como 30000 personas, esos reportes están errados, son como 2 millones y sigue llegando gente”.

Casi al mediodía, ya despejada la autopista, vimos pasar una caravana de motorizados con franelas rojas y autobuses oficiales que se dirigían a la concentración convocada por el gobierno. Estaban escoltados por motorizados de la Policía Nacional Bolivariana. Por supuesto no se hicieron de rogar los gestos obscenos hacia los opositores concentrados a la altura de Las Mercedes. Lo curioso es que en el sentido hacia el Este, la Guardia Nacional obstaculizaba el tránsito de vehículos y motos que querían dirigirse hacia la concentración opositora. Cosas del uso abusivo del Poder. Mientras observaba ese espectáculo bizarro, pensaba en un posible 3er. reporte de los cuerpos de seguridad: “Señor Presidente, nuestros infiltrados informan que pareciera que no vienen a tumbarlo como usted nos advirtió. Esperamos instrucciones porque el sol está muy bravo y aquí no estamos haciendo mucho”.

A la 1:30 pm los dirigentes de la MUD estaban leyendo el comunicado previsto para el cierre de la jornada. La gente no estaba muy atenta porque había mucha deficiencia en el audio, pero allí se mantenían incólumes. Se entendía que la sola presencia era una contribución importante para el éxito de la cita. Al rato y sin proponérmelo, pude observar por breves minutos la alocución del Presidente en la Av. Bolívar en un televisor de un restaurant de la zona. Era imposible precisar las dimensiones de esa concentración por la toma cerrada que hacen los camarógrafos de los canales progubernamentales. Con la duda comenzamos el camino de retorno. No hubo ningún altercado.

Ya en casa, reviso las redes sociales y observo que Diosdado Cabello cuelga en su Timeline una fotografía de una enorme concentración rojita en la Av. Bolívar. Me dije “bueno, también tienen su gente”. Al rato tuiteros acuciosos habían descubierto que esa fotografía no era de 2016. Con esa información imaginé el último reporte del día por parte de los cuerpos de inteligencia: “Señor Presidente, por favor mande a quitar esa foto que montó Diosdado. Somos el hazmerreir del mundo, ya los escuálidos descubrieron que es de 2012”. Hay muchas razones por las que queremos revocar a este gobierno, una de ellas es el uso de mentiras como esta.

lunes, 22 de agosto de 2016

Por qué iré a la Marcha del 1S

Protestas en Venezuela

La gente se cansó de tanta corrupción, impunidad, escasez, inseguridad, improvisación, mentiras, promesas incumplidas, negligencia, prepotencia, injusticia, torpeza, abuso de poder, nepotismo, mediocridad, falta de probidad, irresponsabilidad y, sobre todo, de que lo creyeran pendejo
Todas las encuestas evidencian que el pueblo le quito al gobierno la escalera y lo dejó sosteniéndose solo de una brocha institucional secuestrada por un grupo de adláteres uniformados y civiles. La gente se cansó de tanta corrupción, impunidad, escasez, inseguridad, improvisación, mentiras, promesas incumplidas, negligencia, prepotencia, injusticia, torpeza, abuso de poder, nepotismo, mediocridad, falta de probidad, irresponsabilidad y, sobre todo, de que lo creyeran pendejo.

“Está bueno el cilantro, pero no tanto”, comentó una joven señora en la cola que hicimos para ver si nos vendían algo. Yolimar, como dijo llamarse, llegó a las 12:30 de la madrugada a hacer la fila en una conocida cadena de venta de víveres ubicada en la urbanización Santa Fe. Venía de El Tanque, uno de los tantos Barrios ubicados en los cerros de Petare. Me aclaró que no era Bachaquera, cuestión que constaté al verle una criaturita de menos de un año en brazos. Atravesó la ciudad corriendo todos los riesgos, porque le dijeron que hoy “sacarían” leche y pañales en ese establecimiento. “Toda mi familia era chavista. Hace 5 años nos prometieron una vivienda. Pagamos unos reales y nos engañaron. Estamos peor cada día”.

Rafael, un amigo de la infancia, después de una larga odisea fue hospitalizado en el Hospital Clínico Universitario. Le fue descubierta una terrible enfermedad. Lo visitaba a diario. Pude constatar el estado de abandono de ese centro de salud dominado por los Colectivos del Gobierno. Más allá de la voluntad incansable del personal médico y paramédico, la falta de mantenimiento, insumos médicos y materiales de limpieza lo convirtieron en un depósito de enfermos. En una de mis visitas observo que la cama de José Luís estaba vacía. Me informan que fue dado de alta. Llamo a su teléfono y me aclara, “no, no estoy curado, me enviaron para la casa porque no tienen como darme comida ni tienen los medicamentos para la quimioterapia”. José Luís es vigilante en una escuela oficial.

Berta, caraqueña de mediana edad, jubilada de la Alcaldía, tiene una carpeta llena de papeles y en uno de sus bolsos, varios de esos familiares tubos negros donde se resguardan los Títulos universitarios. Espera su turno para legalizar los documentos. Le pregunto si va a realizar estudios en el exterior. “Yo no, pero estoy haciendo un enorme esfuerzo por mandar a dos hijos a estudiar fuera”. Le pido me indique que tan complejos son los trámites. “Me los conozco de memoria”, dijo mirando fijamente a ninguna parte, “hace exactamente 6 meses hice esta misma diligencia para mi hijo mayor y no alcanzó a irse porque me lo mataron en un asalto. A los que me quedan les quiero salvar la vida”.

Estoy en la farmacia buscando mi medicina para la diabetes. Como es de esperarse en estos tiempos de revolución socialista, no las consigo. A mi lado una señora tiene un récipe muy arrugado en la mano. Busca su medicamento para la tensión. Le comento que no sé como hace la gente que trabaja para buscar medicinas y alimentos. “Por eso no tengo problemas”, me responde, “después de 25 años y 5 meses de servicio en la administración pública y estando de reposo médico, fui botada por haber firmado para el revocatorio. Había entregado mis papeles solicitando la jubilación apenas una semana antes, y lo peor es que a mi esposo lo cesantearon por cierre de la empresa donde trabajaba. No sé qué va a ser de nosotros”. Ana, así se llama, se despide secándose una lágrima provocada por la indignación y la tristeza.

No hay que ser un etnógrafo para entender porqué el pueblo le volteó el santo al gobierno. La dura realidad ha sido la mejor arma para contrarrestar la propaganda y la ideología. La gente ya no soporta. Son muy pocos los que todavía creen. No pasan de 20% y cada día se reducen más. Al gobierno no le queda otro recurso que infundir miedo y represión. Por eso el Presidente amenaza con sorpresas para el 1 de septiembre, día de la marcha para exigir el revocatorio para el 2016. Confía en que esta amenaza paralizará a los descontentos. Quizás esto surta efecto para algunos, pero por casos como los de Yolimar, Rafael, Berta y Ana superaré todos esos miedos e iré a la marcha del 01S.

lunes, 8 de agosto de 2016

La Batería

Duncan

Tuve que comprar una Batería usada, me la vendieron inservible al mismo precio que la nueva. Estaba tan mala que ni siquiera prendía auxiliada
Un cronista serio, responsable y con sentido de oportunidad no pelaría el boche del referendo revocatorio, las trampas del CNE o el juicio a los sobrinos de Su Excelencia para escribir su entrega semanal al periódico. Son temas de bombita que todo lector inteligente y preocupado por lo que queda de país, esperaría encontrar en la columna de su opinador favorito. Pero como no tengo tantos lectores, podré darme el lujo de hacerme el paisa y escribir sobre uno de los dramas que ha afectado a conductores sin distingo de ideologías ni colores: la compra de una Batería en tiempos de revolución.

Les haré el cuento corto. Madrugada del domingo, alegre y zarataco, monto en mi vehículo para dirigirme a casa, el cumpleaños del compadre Próculo estuvo espectacular, hasta hubo whisky. Paso el suiche y nada. Me robaron la Batería. Era cuestión de estadística, me tocaba. Me dieron las 11:30 am del domingo esperando respuesta del seguro, finalmente termine pagando una grúa porque la del seguro nunca llegó. Después de la consabida cantaleta en casa, “eso te pasa por….”, me fui a la policía a poner la denuncia. No amigo lector, no para que investigaran el robo, no soy tan ingenuo, el trámite es necesario para que me puedan vender una nueva Batería.

El funcionario que tomó la denuncia gritó hacia el fondo, “epa Julián, otro Bachaquero con el cuento del robo de la Batería”. Que indignación. Mientras más explicaba, más me vacilaban. Que si no les constaba lo del robo, que tenía que llevar el carro a la estación, que seguramente había vendido mi Batería para comprar aguardiente, que cuántas Baterías había comprado con ese cuentico para después revenderlas. La verdad no soporte tanta humillación y me largue sin la denuncia en la mano. Comenzaba otro vía crucis.

Me fui al mercado informal. Los precios eran tan exagerados que tendría que vender el carro para poder comprar la bendita Batería. Fui al mercado formal. Me eche el primer madrugonazo (el del novato). Me prestaron un acumulador más grande que el espacio destinado para calzarla. Iba por la autopista con el capó semi abierto y medio cuerpo fuera para poder observar el camino. Por poco un camión me despescueza. Después de 5 horas de espera se acerca el empleado y me suelta sin anestesia que para mi carro no hay Batería. Para atrás con las manos vacías y con el compromiso de entregar la que me prestaron.

Cinco semanas después, traqueteado por el Metro y asaltado dos veces en la Buseta, me informan que llegaron las Baterías para mi tipo de vehículo. Otro madrugonazo. Como en el ínterin se me venció el seguro del carro tuve que pagar una grúa. Me costó un ojo de la cara. Luego de 6 horas de espera me dice el empleado que debo dejarle una Batería ya que no tenía la denuncia de la policía. Me puse frío. Rogué, pedí clemencia, casi lloré. La respuesta con sonrisita de Mona Lisa fue: “lo siento, esas son las reglas”. Me recordó tanto a Tibisay Lucena. Qué vaina, para atrás otra vez pagando otra grúa, otro ojo de la cara. Estoy pensando seriamente en tirar el carro por un desfiladero. Me contengo. Hay que seguir adelante, estamos en revolución.

Juré que a la Comisaría no volvía, tengo dignidad. Tuve que comprar una Batería usada, me la vendieron inservible al mismo precio que la nueva. Estaba tan mala que ni siquiera prendía auxiliada. Pagué otra grúa y me lancé otro madrugonazo. Ya van tres. Los empleados me saludan con cariño, los indigentes me tratan familiarmente, creen que tengo un negocio de “aguantapuesto” en la cola. Después de 7 horas me dejan pasar. Me pareció un milagro.

Casualmente en ese momento estaba escuchando I heard the Voice of Jesus say. Fue premonitorio. ¡Gloria a Dios!. Finalmente y para terminar el cuento, había la Batería, tenía una inservible para dejar y tenía los reales completos. Voy a pagar y me dicen que no puedo comprarla porque estoy suspendido por 8 meses. Hace 2 meses había comprado una Batería a mi nombre para el compadre Próculo. Ahora lo que quiero es comprar una soga. 

lunes, 25 de julio de 2016


Del Palito Mantequillero al Pokémon Go

Pokemon Venezuela



Propongo crear un Pokémon Go adaptado a la Venezuela socialista. En vez de Pokémones podríamos utilizar productos de la Canasta Básica

Un videojuego está recorriendo al mundo, se trata de Pokémon Go. Una empresa llamada Niantic ha desarrollado este videojuego de aventura y de realidad aumentada para los dispositivos iOS y Android. Consiste en que el usuario de un teléfono inteligente, una Tablet o cualquier otro de esos sorprendentes corotos de alta tecnología, puede buscar y capturar a Pokémones escondidos en el mundo real. Las redes sociales informan que se calculan alrededor de 54 millones de personas que en el planeta salen diariamente a caminar las calles con sus dispositivos encendidos para avistar y capturar algún Pokémon. No creo que haya llegado a Venezuela porque no se han reportado todavía arrebatones masivos de celulares.

La fiebre ha sido tan alta y expansiva que día a día se suman más cazadores de Pokémones. Me comentan que en el Central Park de Nueva York hubo tal concentración de personas hurgando en los recovecos de este oasis verde en búsqueda de Pokémones, que la policía alarmada se presentó preguntando si tal movilización era para rescatar a algún niño perdido. Aclarado el tema, no les quedó más remedio que retornar a los negocios donde habían dejado las Donas a medio comer.

Mi compañera de cubículo en la universidad, chavista hasta los tuétanos, criticó de manera rabiosa tal novedad. La calificó como un intento del imperio para idiotizarnos y abrir el camino para expoliar nuestros recursos naturales mientras estamos embobados buscando cosas que no existen en la realidad. Luego, poniéndose en modo “Defensora de la Cultura Popular”, aseveró que en Venezuela la revolución había rescatado de nuestras costumbres más autóctonas, un juego similar llamado “Palito Mantequillero”. Hasta amenazó con incoar una demanda al imperio por plagio.

No soy tan radical como mi colega, pero sí recuerdo que a finales de los 60, en el programa televisivo “Si Resbala Pierde” dirigido por los hermanos Hernández (José y Richard), y transmitido por Venezolana de Televisión (no siempre fue un pésimo canal), había una sección que animaba Don Pedro Henríquez, titulada “Busque la Perolita Branca”. Don Pedro le anunciaba al país que una perola de 250 ml de Aceite Branca se encontraba escondida en algún lugar de Caracas. Inmediatamente se agolpaban en el sector indicado cientos de personas tratando de encontrar la bendita perola para llevarla al canal y ganar los premios prometidos por los patrocinantes.

Por supuesto muy lejos de mi afirmar que el “Palito Mantequillero” o “Busque la Perolita Branca” fueron copiados por los creadores de Pokémon Go. Mi paranoia no llega a tanto. Además hay una variante importante que diferencia a nuestro juego de la infancia y al concurso de televisión con respecto a la novedad creada por Satoru Iwata de Nintendo y Tsunekazu Ishihara de The Pokémon Company. Esa variante es la realidad virtual. Tanto “la Perolita” como “el Palito” eran cosas reales y no de mentira, o como diría mi pequeña hija, “eran de carne y hueso”, aunque no tuvieran carne ni hueso.
Pero podemos inventar algo similar o mejor, ¿por qué no? Nuestra capacidad creadora se ha potenciado por la revolución. Hemos sido capaces de reinventarnos para poder sobrevivir en medio de tanto caos y escasez. Las arepas de yuca, las empanadas de plátano, la mayonesa de mamón y las antenas de Directv hechas con las tazas de las llantas o con las tapas de los ventiladores, son el mejor ejemplo de ello. “Nos inventamos una o morimos como pendejos”, fue una frase acuñada por un famoso maestro de Los Magallanes de Catia, pues lo suscribo totalmente.

En ese orden de ideas, propongo crear un Pokémon Go adaptado a la Venezuela socialista. Podríamos denominarlo “Rebúskemon Go” para diferenciarnos de la semántica imperial. En vez de Pokémones podríamos utilizar productos de la Canasta Básica. Así, ya no perseguiríamos a Pikachú, sino a un Champú; en vez de capturar a May, le echamos mano al Aceite de Maíz; el interés por Taillow, lo direccionaríamos hacia los Tallarines y así sucesivamente. Son 395 Pokémones en el juego original y los podríamos sustituir por igual número de productos. Como en el juego japonés, todos son virtuales porque no se consiguen en ninguna parte. Claro siempre habrá que tener cuidado con los Bachaqueros que, al igual que el Equipo Rocket, se quieren quedar con todos los Pokémones para revenderlos.

lunes, 11 de julio de 2016


Untermensch 

 


La expresión “escuálido” no es más que una manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son prescindibles
La expresión alemana untermensch significa “subhumano” u “hombre inferior”. En la doctrina nazi fue el término usado para catalogar a los oriundos de la Europa del este. Polacos, serbios, húngaros, rusos y grupos sociales como judíos y gitanos, eran considerados más cercanos a los animales que a la raza humana. En el mejor de los casos podían ser vistos como el escalón más bajo de la especie. Ligarse con ellos representaba un real peligro para el mundo civilizado. Una raza superior, vale decir, la Aria, no podía permitirse el lujo de contaminarse con unos genes que a todas luces no habían logrado el grado de evolución biológica alcanzada por los descendientes directos de los pueblos germanos.

Durante la 2da Guerra Mundial, Hitler y su aparato de propaganda dirigido por Goebbels, embobaron al pueblo alemán con el cuento mil veces repetido de estar predestinados a dominar Europa por ser la raza superior en el continente. Un alemán valía 10 o 20 veces más de lo que podía valer un untermensch, sin importar que hubiese sido su vecino, su médico de cabecera, su compadre, su tendero de confianza o hasta su yerno. El verbo cautivador del Führer y la creatividad propagandística, llevaron a un pueblo que se preciaba como uno de los más cultos de Europa, si no a justificar, por lo menos a ser indiferentes ante la cacería de humanos más despiadada del siglo XX.

Enseñoreados por el control absoluto del poder, con tribunales complacientes y unos medios de comunicación al servicio del régimen, los nazis anclaron en el subconsciente del pueblo alemán el asumir como natural la creación de ghettos, campos de concentración y hasta la llamada Solución Final, para deshacerse de quienes representaban un peligro para la generación de jóvenes que se estaba levantando bajo la conducción de un Reich que duraría mil años. Bajo esas premisas racistas, los nazis torturaron, humillaron y mataron a millones de personas marcadas como untermensch,

Caído el Tercer Reich, la ideología nazi no desapareció sino que adquirió matices diferentes. La envoltura se presentaba ahora con otros colores pero el contenido siguió siendo el mismo. Ya no se argumentaban cuestiones de raza para justificar la barbarie, ahora el gran justificativo eran las cuestiones ideológicas. Ya no eran los arios como raza superior, sino los camaradas como dueños absolutos de la verdad, la moral y la justicia. Los gulags o campos de exterminio, los pogroms o linchamientos masivos, los juicios amañados, se crearon para estigmatizar, humillar y hasta exterminar a los nuevos untermensch, los disidentes contrarevolucionarios.

En América Latina a muchos nos pasó lo mismo que a los alemanes con la propaganda nazi. Nos tragamos el cuento de una revolución cubana que llegaba para hacer justicia a los “pobres de la tierra”, “inspirada por grandes sentimientos de amor”. Los cantos de Silvio, Pablo y Carlos Puebla nos dibujaron una gesta heroica e idílica. La propaganda nos hizo venerar a los barbudos como nuevos Robin Hood con botas de campaña y uniforme verde oliva, quienes enfrentaron al “poderoso imperialismo yanqui” para lograr la “definitiva independencia”.

Lo cierto es que ese entusiasmo que llevó a muchos jóvenes idealistas a ofrecer su vida para lograr en sus países el “paraíso socialista”, no nos permitió ver los fusilamientos luego de juicios sumarísimos, ni el encarcelamiento de homosexuales “para curarlos de una vez por todas”, ni los actos de repudio a familias enteras por no comulgar con la revolución, ni el apartheid que impide que los cubanos puedan disfrutar de los productos y servicios que los turistas se gozan gracias a las divisas. Para no ser menos la revolución creó su propio sector de untermensch, los llamados “gusanos” de Miami. Más deshumanización imposible.

 La revolución bolivariana no podía ser diferente. Su fuente de inspiración ideológica y política le ha brindado también asesoramiento en eso de calificar de untermensch a una parte de la población. La expresión “escuálido” no es más que una manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son prescindibles. Por ello poco importa despedirlos por solicitar el referendo revocatorio, o negarles el acceso a las bolsas de comida que el Gobierno solo destina a sus afectos. Como “pocas cosas” pueden ser objeto de prácticas ruines y humillantes, como golpearlos y desnudarlos en público. Lo hicieron contra jóvenes estudiantes en la UCV en abril de 2014 y recientemente contra menores de edad, estudiantes del Seminario Menor San Buenaventura de Mérida. En estos como en los otros casos de la Historia, habría que ver quien al final es el untermensch, si el agredido o el agresor.