lunes, 21 de febrero de 2022

 

La venganza de los Dioses, por Tulio Ramírez

La venganza de los dioses
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Twitter: @tulioramirezc


Quiero comentarles que mi compadre Güicho ha decidido cambiar de ramo. Tal decisión se debe a que, al parecer, la venta de empanadas de cazón en Playa Copey, no está asegurando el sustento diario, como en otrora lo hacía.

Me confiesa que la comadre Camucha lo tiene amenazado con obligarlo a que vuelva al trabajo en el puerto, so pena de cortarle todos los suministros. Me escribe por el chat de “Los Compadres” para informarme que ha tomado la decisión de incursionar en el arte de las tablas. Le respondo que no conocía de sus habilidades como carpintero y me aclara que lo que pretende es triunfar en el mundo del Teatro.

Me comenta que probará ser director de teatro para ver si “sale de la inmunda pobreza en que se encuentran”. Mi respuesta fue de sorpresa. Sabía que mi compadre tenía habilidad para inventar cuentos y justificar sus desapariciones esporádicas para evitar la ira de Camucha, pero de ahí a escribir obras de teatro, hay un trecha largo.

«He escrito una obra que será estrenada en la Primera Bienal Sucrense de Teatro Creativo, que se llevará a cabo en el pueblo de Chivo Bizco (I BISTEC de Chivo Bizco), en el estado Sucre». Me copia el afiche y me da curiosidad la promoción de la región. “Chivo Bizco, tierra de próceres ignorados por la historia, por bebedores y parranderos”, en fin. 

“Intentaré ganar el prestigioso Chivo Bizco de Oro, credencial suficiente para competir en el mundo del Teatro Profesional. La idea es subir a las Grandes Ligas y cotizarme en el mercado como joven Director». Respondo que me parece muy bien, pero que lo de “joven Director” es una oferta engañosa. Riposta “compadre, me refería al espíritu, no se confunda”.

Continúa, «compadre le comentaré brevemente mi obra, pero como usted es muy perspicaz, debo aclararle que no tiene que ver en absoluto con la realidad. Cualquier parecido con algún suceso del cual usted ha tenido conocimiento o que se parezca en algo, es netamente culpa suya, por andar informándose». Coloco algunos signos de interrogación, señal de que no comprendo la aclaratoria.

«Estamos en tiempos difíciles, por eso aclaro, no se me podrá achacar ninguna intensión aviesa, recuerde que soy inocente por defecto de fábrica. Esto lo hago constar en acta, no vaya a ser que me metan en la chirona por estar incitando a que la gente odie a un gobierno que casi es un mimosín, por lo tierno que es». Me parece que está a la defensiva, pero sigo leyendo. 

«El montaje tiene como título La venganza de los Dioses. Repito, es un producto de mi imaginación, no saque conclusiones erradas. Se escenifica en una zona que es, muy cercana a las nubes y custodiada por espíritus burlones, es decir, los que son jodedores. Los personajes son aristócratas que asisten al cumpleaños de quien los Dioses delegaron el cuidado del sacrosanto lugar». Ya algo no me huele bien.

«El cumpleañero, olvidando su obligación de protector, traslada enseres, caña, carpas e invitados en helicóptero, haciendo caso omiso al mandato recibido. La cosa se convierte en una parranda con amanecida y trencito incluido. Los Dioses, observan tal despelote, se sienten desafiados y deciden tomar venganza».

La cosa no me está cuadrando, pero sigo leyendo. «Uno de los espíritus burlones se materializa y filma con un celular barato, testimonios y acciones de los felices invitados. Luego cuelga las imágenes en las redes sociales, concretándose la venganza divina». Le escribo diciendo que eso me suena muy familiar. Güicho hace caso omiso a mi comentario y continúa.

«La imagen de poder, arrogancia y disfrute hedonista que querían transmitir, se les revierte por intervención de los Dioses. Las imágenes son percibidas, en contraste a la intención de los rumberos, como un sainete tragicómico de mal gusto, por surrealista, decadente y estrafalario, lo que mereció, más que envidia o admiración, fue un reproche social sin precedentes». 

Remata el compadre señalando que «la obra concluye a lo Almodóvar, con la imagen de un sanitario improvisado, donde hay un cuñete de pintura viejo y manchado con una asentadera para hacer las necesidades fisiológicas. El mensaje simbólico que se quiere transmitir es: Nunca ofendas a los Dioses confiando en que vas a salir ileso”.

Le reitero que esa historia se parece mucho a un hecho reciente, por lo que debería revisar el guion. Su sentencia fue, «si acaso hay algún parecido con la realidad no es mi culpa. Esta obra la escribí hace poco más de un año. Mi mente creativa es tan poderosa que es posible que haya visualizado el futuro». Güicho no ha cambiado, sigue tan cuentero como siempre. Pobre Camucha.

lunes, 7 de febrero de 2022

 

La revolución y los nuevos hábitos socialistas, por Tulio Ramírez

La revolución y los nuevos hábitos socialistas
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Twitter: @tulioramirezc


La revolución nos ha estado cambiando la vida poco a poco. Su impronta ha impactado el mundo de la moda, el mercado laboral, los tradicionales proyectos de vida, las vocaciones, las preferencias profesionales, las relaciones familiares, los modos de celebrar acontecimientos, pasar vacaciones, la alimentación y hasta la manera de relacionarse con vecinos y amigos.

Como revolución “liberadora y profundamente humanista” que llegó para quedarse hasta el fin de los tiempos, asume que todo lo anterior al nacimiento del “Nuevo Régimen” siempre estuvo contaminado por las perversidades propias de las sociedades capitalistas. Así, el consumismo, el egoísmo, el individualismo, el mercantilismo y todo lo que termine en “ismo” hay que defenestrarlo de nuestras vidas. Menos el socialismo, claro está.

Según la narrativa revolucionaria, esos hábitos burgueses que nos han llevado a la máxima expresión del hedonismo, deben ser reprimidos. Es la única forma de dar paso al Hombre Nuevo. Por supuesto, como la carne es débil, es necesario que el gobierno y el partido pongan de su parte para que logremos conseguir el estado de nirvana que significa vivir en socialismo.

Por mencionar solo un ejemplo, para contrarrestar el vicio del consumismo lo mejor es bajar la oferta de productos suntuosos como el arroz, hasta llevarlo a la escasez. Al principio pegará el síndrome de abstinencia, pero el cuerpo finalmente se acostumbra. Salir de un vicio tan arraigado como comer tres veces al día, exige férrea voluntad revolucionaria para resistirlo y vencerlo.

Afortunadamente algunas costumbres aristocráticas han ido desapareciendo poco a poco. Nos estamos liberando de conductas que desarrollábamos para simular una falsa felicidad ante los demás y ante nosotros mismos. Muchas veces creímos ser felices por tales eventos. Pero la verdad, sin percatarnos, le estábamos haciendo el juego al enemigo de clase.

Ya podemos presentar algunos logros. Por ejemplo, ya se acabó esa costumbre burguesa de estar dando regalos en los cumpleaños, bautizos y bodas. Gracias a la revolución nos liberamos de esa obligación. La cosa ha cambiado tanto que hasta el homenajeado nos excusa: “Tranquilo, no te preocupes, yo sé que la vaina esta jodida, con tu presencia basta”.

La revolución también nos liberó de las benditas reuniones de Tupper Ware. Ya no tendremos que estar comprometiendo a los vecinos para que compren esos envases de plástico como mecanismo para podernos ganar uno de gratis.

Gracias a la peladera de bolas, resolvimos el problema coleccionando cuanto pote de mantequilla, frasco de mayonesa, botella plástica de refresco. Una vez consumido su contenido, se lavan y se guardan en la alacena para su reúso. Ahora podemos regalar a nuestros invitados los pedazos de torta, raciones de mondongo o restos de chupe sin estar pasando pena al recordarle que “por favor no se te olvide regresarme el pote, mira que es un Tupper, son muy caros”.

Hasta los bodegueros de Barrio salieron beneficiados. Esa descapitalizadora y antieconómica tradición de estar dando “la ñapa” a cuanto carajito iba a comprar la vitualla para el almuerzo, pasó a la historia. Ahora el bodeguero es quien se gana la ñapa, colocando el precio de los productos en dólares y cobrando en bolívares a cualquier tasa, menos a la del Banco Central.

Estos beneficios no se ven al principio, pero con el tiempo (para el 2064 más o menos), formarán parte natural de nuestra cotidianidad. Aprenderemos a vivir con lo necesario para evitar la recaída del envilecedor consumismo. Eso es lo que hemos ganado con la revolución. Por supuesto, con respecto a los líderes del proceso y su forma de vida, ciertas condiciones aplican.