lunes, 17 de noviembre de 2014

Etnografía de una Revolución

Aquí Opinan
Lunes 17 de Noviembre de 2014
 |  11
TalCual


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Etnografía de una revolución



TULIO RAMÍREZ



La etnografía es un método de investigación que consiste en observar las prácticas culturales de los grupos sociales. Esto lo dice Wikipedia, el recipiente de conocimientos exprés más consultado por nuestros estudiantes. La intención de esta consulta fue buscar un método adecuado para conocer el impacto que la revolución ha tenido sobre nuestra manera de ser. Todos coinciden en que hemos cambiado y ya no somos los mismos. A pesar de que seguimos comiendo arepas, encomendándonos a la Chinita, sacando la maleta al escuchar el cañonazo de año nuevo y removiendo el whisky con el dedo, pareciera que ha habido cambios importantes en nuestro patrón cultural. En virtud de esta hipótesis, decidimos realizar una aproximación etnográfica, lo cual supone observar con detenimiento, comportamientos, formas de ver la vida y rituales para compararlos con los que, hasta no hace mucho, caracterizaban al venezolano.

Adelanto los resultados de lo observado en mis visitas a instituciones gubernamentales. Para hacer el cuento corto, algunas de las conductas observadas, fueron: 1) La pérdida del glamour. Antes los funcionarios de una oficina pública se preocupaban por su presencia personal. No les temblaba la cartera para endeudarse con la señora que traía ropa de Miami. Había que lucir impecable ante los compañeros. Eso se acabó, ahora usted va a un ministerio y pareciera que estuviese en el Parque del Este, los encontrará con jeans, monos deportivos y hasta chancletas de baño. 2) Desprecio por el conocimiento. Se parte de la premisa de que mientras más estudios se tengan, más "burgués" se es. Se impuso la falsa idea de que un supuesto saber popular, y no la ciencia, sería suficiente para resolver los problemas que aquejan al país. Esto ha llevado a marginar a los más preparados. 3) Intolerancia ante el diferente. El discurso discriminatorio de la revolución nos ha mantenido enfrentados. Se acabó la cordialidad con el otro. Ni el pésame damos si el difunto de la oficina de enfrente, militó en la otra tolda política. 5) La ranchificación como paradigma arquitectónico. Esto ha significado una guerra contra el buen gusto. Los edificios públicos parecen cotos invadidos por fuerzas extranjeras después de una cruenta guerra. Todo está en el suelo y nadie se preocupa por su mantenimiento y estética.

Podríamos seguir con el inventario de conductas que hasta no hace nada, resultaban extrañas en nuestras instituciones públicas. Pero estos cambios no son exclusivos del ambiente gubernamental. La revolución ha trastocado el alma del venezolano, deshilachando un tejido social que era impermeable al resentimiento, a la intolerancia política, al mal gusto y al conformismo. Hasta dejamos de ser jodedores impenitentes para convertirnos en pájaros de mal agüero sobre el futuro del país. "Si esto se profundiza, nos fregamos", es lo que dicen los pesimistas, "aun saliendo de esto, seguiremos fregados", es lo que dicen los optimistas. Esa es la etnografía de la revolución.

@tulioramirezc

lunes, 3 de noviembre de 2014

!Adiós al raspadero!

Aquí Opinan
Lunes 03 de Noviembre de 2014
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TalCual


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¡Adiós al raspadero!



TULIO RAMÍREZ



El venezolano siempre ha sido un echao pa ´lante. Así como mis viejos se fajaron como obreros y levantaron una familia, otros de esa generación lograban el sustento realizando tareas "informales" que hoy día serían catalogadas por los expertos en business como emprendedurías. Cocer para la calle, cuidar niños, vender almuerzos, lavar y planchar ropa ajena, peluquear a domicilio, fueron algunas de estas actividades. Además de estas microempresas que garantizaban la papa diaria, había otros matatigres que se las ingeniaban para rebuscarse y completar el sueldo.
Siempre fue una salida vender Tupper Were, ollas Rena Ware o productos Avon por catálogo. Hoy, muchos de esos oficios desaparecieron, pero no debido al empuje de una economía moderna. En esa materia la revolución está raspada.  


Las cosas han cambiado "pero para peor", como diría Rosmery, una cartagenera que tuvo que eliminar su venta de comida por la matraca de la Guardia Nacional y la escasez de harina y aceite. A nuestro entender, lo que provoca que humildes compatriotas desistan de buscar los churupitos por estas vías, es lo difícil que se ha puesto conseguir los insumos para hacer chicha, empanadas, tortas, tequeños, dulces, forros para tanques de poceta o gallinas de cerámica para poner los huevos. Ya ni a los raspaderos se les ve porque el hielo en panela no se consigue y el costo del carrito y la máquina para granizarlo pasó de un trancazo, de 5.000 bolívares a 40.000 del águila, como dirían los mexicanos. Así las cosas, esta actividad que resolvió a tantos padres de familia, pasará a formar parte de los iconos de Caracas junto al amolador de cuchillos, el manisero, el caramelero del cine, el hombre-orquesta y el marchante "Turco", ese que vendía por cuotas lencería, pantaletas y medias de nylon en las oficinas ministeriales del centro.

Además de la poca capacidad de inversión y la escasez de materias primas para arrancar una modesta empresita, hay otra razón ligada al alma de la revolución. Ella es la falta de estímulo hacia el trabajo duro y constante. Acérquese a golpe de 10 de la mañana de cualquier día de semana a algún edificio de la Misión Vivienda y verá muchachos entre 15 y 25 años en shorts y enchancletados, conversando animadamente al lado de sus motos, cual si fuera un sábado o un domingo de agosto. También observará a los más mayorcitos jugando la partidita de dominó con la respectiva fría al lado. Con vivienda gratis y la Bequita de la Misión, para qué diablos alguien se va a fajar a chambear de sol a sol. Con esos Hombres Nuevos no nos queda otra que decir, parafraseando la famosa novela de Hemingway, "Adiós al raspadero".

@tulioramirezc