lunes, 24 de diciembre de 2018






Mi amigo Jesús retenido en Maiquetía,
por Tulio Ramírez

Tulio RamírezPublicado diciembre 24, 2018
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@tulioramirezc

3:00 am del 24 de diciembre, o sea hoy en la madrugada, ring ring suena el telefonito. Atiendo pensando que era Madame Kalalú. Me confundo porque en mi sueño, esa canción de Rubén Blades era el fondo musical de una mega rumba en la cual el más cotizado por las mujeres era yo. Entre dormido y despierto escucho una voz con tono militar. ¿Es el Doctor Ramírez? Debe ser alguna emergencia médica, me dije. Alguien ha debido ver mi tarjeta de presentación y sin leer que soy Doctor en Educación asumiría erróneamente que soy de los doctores que operan y recetan. “Síp”, respondo, “ok, le pongo a alguien que le quiere hablar”.

Al otro lado del teléfono escucho una voz aniñada que dice, “aló Dr. Tulio, necesito que me ayude, estoy retenido en el aeropuerto de Maiquetía”. ¡¿Quién habla?!, pregunto. “Soy Jesús, un viejo amigo suyo”. Ahora si es verdad, me dije, tantos abogados pelando y éste carajo viene a llamarme precisamente a mí el día de navidad. Quién sabe en qué parranda habré conocido a este sujeto. De seguro en plena rasca le dije que era mi hermano y que contara conmigo para las que fuera.

Como pude me puse los pantalones y la camisa que la noche anterior había tirado en el pote de la ropa sucia. Salí presuroso y en la carrera me puse un saco de color quien sabe y me enrumbé para el aeropuerto. Me daba cosa dejarlo tirado allí.Pasar la noche de navidad encanado o desvalijado por unos funcionarios ávidos del aguinaldito reparador de libertades, no es cosa que le deseo a nadie. Ni siquiera a esa persona que me dice conocer.

Llegué y accedí al sitio de tránsito luego de convencer al guardia que se trataba de un camarada en problemas. Si no le digo así, ni por el carajo me deja pasar. Al presentarme me reciben unos funcionarios y me llevan a un cuartico. Supongo que es el que tienen todos los aeropuertos en el mundo, suerte de purgatorio desde donde regresan a su país de origen a los no deseados. Grande fue mi sorpresa al encontrarme con un carajito como de 6 años de edad esposado al apoyamanos de la silla donde está sentado.

Casi fuera de mí, amenacé con llamar a un fiscal de menores y hacer la denuncia por crueles maltratos a esta criaturita. Sorprendidos por mi reacción me toman del brazo y me llevan a un cuarto contiguo, supongo que era el cuarto para fumar por la hediondez a tabaco barato. “Mire Doctor, tenga cuidado y no se deje engañar, ese carajito es muy peligroso. A cometido una serie de delitos que lo catalogan casi como terrorista”. ¡Pero si es una criatura!, respondí con mucha alteración. “Cálmese doctor, ya le vamos a explicar”.

“Saque sus cuentas, siendo menor de edad llegó sin pasaporte y sin el permiso de los padres. Esto ya es suficientemente grave. ¡Pero qué locura es esa!, dije sorprendido. Obviando mis palabras, continuaron. “Se le incautaron un pocotón de juguetes sin facturas y no canceló los aranceles del Seniat. Esto puede ser tipificado como delito de contrabando”. ¡Pero pónganle una multa, decomísenle la mercancía y suéltenlo, yo me hago responsable!, insistí como último recurso.

“No, mi dóctor, no es tan fácil. El chamo dice que esos juguetes son para los niños venezolanos y usted muy bien sabe que está prohibido traer al país ayuda humanitaria. Por si fuera poco, al preguntarle si no sabía que los niños venezolanos recibirían sus juguetes en las Cajas CLAP que repartiría Nicolás, nos manifestó que el no reconocía a San Nicolás y que el Rey era él. Ahí si se embromó mi dóctor. Para colmo de males nos dijo haber nacido en Israel. Esto, como comprenderá, lo hace sospechoso de ser un espía del Mossad”.

Con un aire de autoridad recién ascendida, me remataron con esto: “mire caballo no pierda su tiempo defendiendo a ese carajito. Mínimo va a La Tumba por indocumentado, contrabandista, espía y contrarrevolucionario”. Retorné a mi casa preguntándome si los niños venezolanos encontrarán esta noche sus juguetes en el pesebre.

Manque sea de maestro, 

por Tulio Ramírez







Entre las muchas anécdotas sobre el General Juan Vicente Gómez, hay una que, aún sin darle mucho crédito, he escuchado en varias oportunidades. Aunque me he preocupado por conseguir alguna fuente que la corrobore, siempre me ha resultado cónsona con el pensamiento de una época en la que en Venezuela era más prestigioso tener un uniforme y una gorra militar que una tiza y un borrador.

Cuentan que en La Mulera, finca propiedad de la familia Gómez ubicada en el estado Táchira, el joven Juan Vicente tenía un amigo de correrías. El susodicho, de nombre Hermenegildo Chacón, había crecido con el que en unos años sería bautizado por la alta alcurnia caraqueña como El Benemérito. Este amigo de la infancia y futuro compadre lo habría acompañado en sus andanzas por la Cúcuta colombiana, cada vez que iba en busca de aventuras amorosas a bajo costo o a negociar café a buen precio.

Los avatares de la campaña militar que emprendió junto a su compadre, Cipriano Castro, líder de la llamada Revolución Restauradora, lo alejaron del entrañable amigo, no sin antes, según cuenta la leyenda, bautizarle un hijo producto de las aventuras idílicas de Don Hermenegildo con alguna vecina oriunda de la población de El Recreo, a 3 kilómetros de La Mulera. El nombre de este vástago nunca lo supe. Cada vez que escuchaba la misma anécdota, la constante siempre fue la ausencia del nombre de pila del supuesto ahijado del General.

Dicen los improvisados historiadores de botiquín que Gómez, ya entronizado en el poder, recibió una carta de su compadre Hermenegildo a quien había dejado de ver por más de 12 años. Según la memoria de alguno de los tantos a los que les he oído el cuento, la carta escrita con el lenguaje típico de la gente de las montañas andinas, decía más o menos así:

“Apreciado compadre y Presidente de la República, la distancia y los años nos han alejado físicamente pero no espiritualmente. Espero que busted y su amada Doña Dionisia se encuentren bien y disfrutando de las cálidas tierras aragüeñas. Le escribo compadre para decirle que su ahijado se me está convirtiendo en un vago. No quiere ni estudiar, ni pa´ qué trabajar. Busted sabe que los Chacón somos gente seria y hacendosa. Le suplico me ayude con el tarajallo ese. Ayer se lo mandé a Maracay para que le consiga un puesto de policía a ver si se endereza. Si no le sirve como policía por ser tan flojo, consígale un puesto manque sea de maestro. Con el muchacho le mando un poco del agua panela que tanto le gusta. Ojalá el sinvergüenza ese no se lo tome en el camino. Con aprecio, su amigo y compadre, Hermenegildo”.

Nunca he podido corroborar la existencia de la epístola y por tanto alguna supuesta respuesta del General. Se preguntará el lector para qué entonces hago referencia a un hecho que es posible que nunca haya sucedido. Solo a un desocupado sin tema para escribir se le pudo haber ocurrido semejante perorata sin evidencia alguna. Todo eso es cierto, pero es que la anécdota me vino a la mente después de leer en un periódico regional lo que a continuación expongo.

“UNEFA graduará de policías y maestros a reos de La Pica”. Con este título se encabeza una de las páginas centrales de un diario de Maturín con fecha 30 de noviembre de los corrientes. Sin querer ser discriminatorio ni pretender poner en duda la probada capacidad regeneratoria de las cárceles venezolanas, me llama la atención las alternativas educativas que les ofrecen a estos respetables ciudadanos. Como buen patriota cooperante le haré caso al gobierno y dudaré de la veracidad de esta noticia por aquello de la Guerra Mediática, que no es otra cosa que el frente comunicacional de la Guerra Económica que nos tiene Joao y tantos otros “portugués del abasto” que desde hace 30 años surte de alimentos al barrio.

De cualquier manera, sea cierta o no esa noticia, me permitiré comentarla, parafraseando al ficticio o real compadre del Benemérito. Ante una situación como esta me imagino al compadre del Benemérito afirmando: “Pues vea busted, si no sirven pa´policias no importa, gradúeles manque sea de maestros”.

lunes, 26 de noviembre de 2018




La realidad paralela, por Tulio Ramírez


Durante mis años de estudiante de sociología, recuerdo haber sido un asiduo lector de las publicaciones ñangaras que se adquirían con los libreros de los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. En mi bolso, terciado de medio lado (usual en los ucevistas de los tempranos 70), no faltaba alguna revista editada por los países comunistas para consumo de los lectores de de esta parte del mundo. Por supuesto, completaba el equipaje el Manual de Martha Harnecker, algunas guías multigrafiadas, además de las manoseadas Tesis sobre Feuerbach.
Eran revistas de acabados de lujo. Tenían portadas de fuerte y parafinada cartulina, hojas de papel perlado y fotografías a todo color. Su lectura nos trasladaba a zonas del mundo imposibles de conocer por nosotros, insignes pelabolas que sobrevivíamos en Caracas con una bequita de 600 Bolívares Democráticos, que si bien nos servía para pagar la residencia, las guías, el comedor universitario y un par de cervecitas el viernes por la noche, no nos permitía disfrutar en vivo alguno de los “paraísos socialistas” que se nos dibujaba en esas publicaciones.
La imaginación volaba. Con la lectura de las soviéticas Misha y Sputnik uno se contagiaba de la alegría mostrada por bellas mujeres de overol y casco de obrero que, en plena faena en las enormes acerías de Magnitogorsk y Nikopol, apuntaban con su dedo índice a la enorme litografía de Lenin. Igual sucedía cuando leíamos China Hoy. Los rostros sonrientes de los camaradas asiáticos trabajando en las granjas colectivas con el azadón o la hoz al ristre, nos hablaban de una sociedad perfecta, donde el trabajo parecía ser verdadera  fuente de liberación, tal como el periodista lo reseñaba.
No menos sucedía con Cuba Internacional. Leer sobre el exitoso experimento de las escuelas del campo, la distribución equitativa de alimentos a través de las Libretas de Racionamiento, ver fotos de Fidel montado en un Jeep sin escoltas o a los barbudos con fusiles al aire, presumía uno que gritando a todo pulmón “Patria o Muerte, Venceremos”,  nos generaba una suerte de envidia sociológica por no haber sido capaz Venezuela de lograr la dicha de ser un país socialista.
Estábamos tan convencidos de que esa era la realidad real, que tachábamos a las noticias o testimonios que pretendían desmentir tales bellezuras, como “propaganda ideológica para desvirtuar los logros de la revolución comunista”. Por supuesto, versiones que asumíamos fabricadas por las agencias internacionales al servicio del imperialismo yanky. Qué ilusos fuimos.
Hoy, después de haber visitado algunos de esos “paraísos” y de haber sufrido 20 años del doméstico, no me queda más que reconocer la enorme eficiencia de los aparatos propagandísticos gobbelianos diseñados para hacer “reingeniería de almas” tal como en alguna oportunidad lo manifestó el Camarada Stalin para referirse a la misión de la educación comunista. 
En estos momentos me vienen a la mente los jóvenes colombianos que posiblemente atiendan el llamado de Maduro para  estudiar una carrera universitaria en Venezuela.  Muchos vendrán atraídos por conocer y disfrutar la realidad paradisíaca construida por el Ministerio de Propaganda de la revolución bonita. Pero a la vez pienso que después de 3 meses, cuando tengan que utilizar los últimos huecos del cinturón para evitar que por la delgadez se les caiga el pantalón, se darán cuenta de cuál es la realidad real y cuál, la paralela.

lunes, 12 de noviembre de 2018



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Larry, Curly y Moe, por Tulio Ramírez
Tulio RamírezPublicado noviembre 12, 2018
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@tulioramirezc

Estos 3 curiosos personajes hicieron reír a varias generaciones desde la década de los 20. Es posible que los menores de 30 años no tengan ni remota idea de la existencia de este singular trío. Sus peculiares figuras y desatinos recurrentes hicieron que se desternillaran de la risa millones de televidentes en el mundo entero.

Se trata de los Tres Chiflados, que en realidad eran 4 porque al grupo habría que agregar a Shemp quien sustituyó al gordito y gracioso Curly en varias oportunidades. En mi memoria siempre estará el recuerdo de regresar de la escuela y sintonizar en nuestra vieja TV a esta serie norteamericana que se transmitía en blanco y negro para deleite de toda Latinoamérica.

El guion era siempre muy parecido. Los tres personajes se veían envueltos en problemas debido a sus miopías e ingenuidades. A pesar de las buenas intenciones y las iniciativas cargadas de nobleza y solidaridad para con el otro, se metían en cada barullo gracias a que siempre hacían el diagnóstico equivocado y, por supuesto, las acciones equivocadas.

Estas apreciaciones erróneas los metían en enredos que se complicaban más, por sus torpezas y peleas internas. Allí estaba la gracia del programa. Ver como salían de los atajaperros a pesar de ellos mismos.

Si bien andaban juntos y perseguían la misma causa, chocaban entre sí y se saboteaban unos a otros sin tener conciencia que tales discrepancias los alejaban de la solución anhelada. Sin embargo, luego de situaciones hilarantes y francamente en extremos graciosas, salían con bien gracias a un imprevisto golpe de suerte.

Por supuesto, esos finales eran predecibles. El ingenio de los guionistas creaba las más inverosímiles situaciones para buscar salida a la trama. Esa es la magia de la televisión.

Por más de 60 años los Tres Chiflados, a pesar de las altisonantes cachetadas, patadas a traseros, jaladas de nariz utilizando las falanges proximales como alicates, golpes a la cabeza, ahorcamientos con la corbata, incrustación en los ojos de los dedos índice y medio en forma de tijeras, tirones de pelo y empujones varios, siempre sorteaban con éxito las más descabelladas situaciones.

Un dato importante es que nunca esperaban quedarse con la bella en apuros, ni con el oro perdido o el botín rescatado. Su objetivo era más noble: hacer el bien sin mirar a quien.

En Venezuela tenemos nuestros Larrys, Curlys y Moes. Pero a diferencia de los de la serie en cuestión, nuestros chiflados no han podido resolver el embrollo en el que están metidos. Eso evidencia que en política no hay golpes de suerte que valgan.

Al igual que los chiflados de la serie, los nuestros tienen un objetivo común, por lo menos así lo han declarado. Siguiendo el mismo guion de la serie, hierran en sus diagnósticos, se tiran zancadillas, se descalifican entre sí, se enseñan los dientes y, al igual que los originales, cuando se les abre una puerta tratan de pasar todos al mismo tiempo en el vano intento de sacar ventaja y llegar primero.

Al final terminan derribándola y obstruyendo esa opción de salida. Pero hay una diferencia importante con los chiflados de los Estudios Fox. Los nuestros no provocan ni una sola sonrisa, salvo a los que están en el poder, quienes gozan un puyero cada vez que saltan a escena con sus incoherencias, acciones erráticas y justificaciones por los actos fallidos.

El último episodio de esa versión vernácula de Los Tres Chiflados, fue el de la votación dividida en la Asamblea Nacional para declarar persona no grata al inefable señor Zapatero. Así estamos.

lunes, 29 de octubre de 2018


Taxonomía del chavismo, por Tulio Ramírez

Tulio Ramírez Publicado octubre 29, 2018





La verdad es que los venezolanos somos una cosa seria. Ahora resulta que tenemos un nuevo entretenimiento. De un tiempo para acá la nueva modalidad es ponerle nombres a facciones, grupos y grupúsculos chavistas que se deslindan del gobierno, por vaya usted a saber por qué. El asunto consiste en identificar a los que se dicen ser pero que ahora no son, o de aquellos que dicen seguir siendo, pero diferentes a los que se dicen que son, pero que no son. ¿No entendió amigo lector?. Pues abróchese el cinturón (de seguro utilizará el último huequito), porque intentaremos explicarle en qué consisten y que describen estas denominaciones.

Los primeros fueron los llamados “chavistas Light”. En un primer momento creí que eran chavistas dietéticos o dedicados al Fitness. Luego me explicaron que se trataba de aquellos que entre palos y tequeños asentían y hasta acompañaban a furibundos opositores en sus críticas al gobierno, mientras que al día siguiente iban a las reuniones del PSUV. Estos Chavistas bajos en calorías, confesaban que si eran, pero no tan así como los “mascaclavos repartidores de trompadas”, que sí lo eran en extremo (¿¿??). Lo cierto es que este tipo de chavista disfrutaba de lo mejor de ambos mundos. Igual asistían a los cocteles organizados por opositores que ingenuamente los invitaban porque había que sumar y ganárselos, como asistían a las parrilladas y whiskysadas del gobierno, donde decidían en medio de la pea revolucionaria a cual opositor había que joder

Años después saltaron a la palestra los llamados “Chavistas críticos”. Advertían que nunca han dejado de serlo y que eso no los invalidaba para criticar a los que son o dicen serlo (¿¿??). Estos chavistas críticos nunca fueron tan vivianes como los “Light”. Asumieron riesgos con sus duras críticas al régimen, es cierto, pero nunca han renunciado a su condición chavista. Eran los “nuevos aliados” a quienes había que tratar con manos de seda porque “hay que sumar”. Se nos advirtió que no se les podía culpar de nada, no vaya a ser que se devuelvan. Se hizo rutina verlos en los actos de la oposición, compartiendo tarima y micrófono con los que días antes criticaban de manera furibunda y rabiosa. Pero así es la política, no la he inventado yo.

Ahora aparecen los “chavistas originales”. Esta tercera categoría es un caso extraño. Dicen que son y siguen siendo, pero no quieren ser como los del gobierno porque dejarían de serlo (¿¿??). O sea, algo así como que son pero no son, porque quieren seguir siendo (¿¿??). Su objetivo declarado es que cambie el gobierno chavista para imponer un gobierno chavista (¿?¿?). En todo caso hay que comenzar por saber si lo de “originales” es para diferenciarse de los “imitadores” o porque fueron los que originalmente contribuyeron al caos que hoy nos azota.

Imagino que luego aparecerán los “chavistas arrepentidos” afirmando que si bien ellos eran, ahora no son y les avergüenza haber sido (¿¿??). Y por supuesto no está descartada la aparición de los “chavistas antichavistas” diciendo que si antes eran, ahora no son, y que no se explican porque fueron, si nunca estuvieron de acuerdo con serlo (¿¿??). Mi abuela Clemencia siempre decía ante estos enredos: “Aprenda mijo, no se engañe, loro no es humano porque hable. Puede hasta cantar, pero seguirá siendo un loro”.



lunes, 15 de octubre de 2018



La verdad se fue de viaje, por Tulio RamírezTulio Álvarez


Salvo algunos beatos, al pueblo norteamericano le importaba muy poco si el galán del Presidente Bill Clinton le había montado cachos a su esposa Hillary con la no menos buenamoza de Mónica Lewisnky. Total, los cachos son universales, no respetan fronteras, rangos, credos, niveles educativos ni posición social. Nadie está exento de ponerlos o sufrirlos, sean presidentes, ministros, religiosos, amas de casa, poetas, Generales y hasta consejeros matrimoniales. Lo que irritó a esa nación fue la mentira presidencial. En ese país, tan contradictorio en sus prioridades, hay algo que se valora más que los símbolos patrios: la verdad.
Mienta en la aduana, mienta al fisco, mienta en un juicio, mienta en su solicitud de tarjeta de crédito, mienta a inmigración o miéntale al pueblo y tenga por seguro que podrá existir la posibilidad de que triunfe en las primeras de cambio, pero eso no quiere decir que lo hará por siempre. Al salirse con la suya y obtener lo deseado mediante la mentira, pensará que los gringos son unos soberanos pendejos. Pues no lo asegure tanto. Cuando sea descubierta su mentira sufrirá las peores consecuencias y se arrepentirá de haber tratado de engañar a quien aseguraba, era bobo e ingenuo. Al Capone puede dar fe de ello.Se preguntarán por qué inicio este artículo con esa soberana jalada al culto gringo por la verdad. La respuesta está en que pienso que ese culto ha sido uno de los pilares que ha logrado que esa nación haya llegado hasta donde está.
Para un buen Tío Conejo venezolano, de esos que se las echan de vivos, usar la mentira es un recurso legítimo para conseguir lo que se quiere. No ha sido diferente desde el ejercicio del poder. Alguien con razón dirá, “pero todos los gobiernos han mentido”. No pretendo meter la mano en fuego por los gobiernos que ocuparon Miraflores desde la caída de Pérez Jiménez. Más de una mentira fue descubierta a lo largo de esos años, quizás muchas otras siguen posesionadas como verdades. Lo que sí es cierto es que nunca antes en la historia de Venezuela, un gobierno había hecho tanto esfuerzo por institucionalizar la mentira como el gobierno chavista.
Han mentido sobre la producción petrolera, sobre las fallas de los servicios, sobre el ingreso real por renta petrolera, sobre supuestos magnicidios, sobre las causas de la escases de alimentos y de medicinas, sobre las enfermedades que han resurgido, sobre la fulana Guerra Económica, sobre la matricula estudiantil, sobre la diáspora, sobre la calidad de los médicos integrales comunitarios, sobre las circunstancias de la muerte de Hugo Chávez, sobre la nacionalidad de Maduro, sobre los votos obtenidos por el PSUV en cualquier elección, sobre los delitos imputados a los políticos de oposición y pare usted de contar. No hay aspecto en materia cultural, económica, política, laboral, salud, nutrición, deportiva y hasta conyugal, sobre el cual no hayan mentido a la nación, por lo menos una vez.
Por si fuera poco mentir, hacen lo imposible por evitar que la verdad se conozca. Así, no hay boletines epidemiológicos, ni memorias y cuentas, ni cifras oficiales de homicidios, no hay información sobre número de empleados en PDVSA, sobre número de presos sin haber recibido audiencia preliminar después de años detenidos, sobre delitos impunes, sobre número de desempleados y sobre cualquier cosa que pueda suponer dejar al gobierno mal parado.
No solo mienten y ocultan información, también impiden que otros digan la verdad. Cierran canales de televisión, sacan del aire programas de opinión, censuran contenidos que molestan al gobierno, vetan a periodistas, encarcelan y persiguen a reporteros que se atreven a informar verdades, compran emisoras de radio y periódicos para homogenizar las mentiras, estrangulan diarios no proveyendo papel y quitan de la grilla a canales extranjeros acostumbrados a investigar para informar con la verdad.
De tanto mentir, ocultar o tergiversar la verdad, ya solo algunos pocos seguidores incondicionales le creen al gobierno. El triste capítulo de las declaraciones del Fiscal sobre la muerte del Concejal Fernando Albán, es prueba de ello. La primera versión nadie se la creyó, y la segunda, menos. El sentido común y la lógica privan. La tesis del “suicidio” no cuadra por ninguna parte. Horas antes CONATEL ordena la salida del aíre el programa Gente de Palabra de Alonso Moleiro y Esteninf Olivarez por sus pociones críticas. En Venezuela, la verdad se fue de viaje, pero no de paseo, la exiliaron.

lunes, 1 de octubre de 2018



¡No más revolución, por favor!, 

por Tulio Ramírez



No voy a comenzar destilando odio contra los que nos tienen comiéndonos un cable desde hace
un buen rato. El temor a que aparezca de la nada un tribunal a aplicarme la Ley del Odio, me obliga
tener la prudencia de un chino budista, no comunista.

Comenzaré con un lugar común; “todas las revoluciones nacen preñadas de buenas intenciones”.
Este principio es aplicable hasta al movimiento de “Doñas Unidas por una Buena Administración del
Inmueble (Dubai)” que destituyó “por las buenas” a la sempiterna Junta de Condominio del edificio
donde sobrevivo.

Cómo ellas, todos los grupos insurgentes justifican su revuelta con base a la “imperiosa necesidad de
conquistar para todos, mejores condiciones de vida”. Con esas frases nada originales estos
 movimientos, en las primeras de cambio, son apoyados con entusiasmo y esperanza por aquéllos que
se han sentido desplazados u olvidados por el régimen anterior, así sean vecinos de un condominio.
Lo bueno, viene después.

Estos movimientos que llegan al poder para quedárselos, ya en el gobierno, se empeñan en ocultar o
tergiversar los desafueros, errores y políticas erróneas. Sin embargo, en algún momento, estos
problemas salen a flote y desenmascaran a aquéllos que intentaron imponer la versión oficial
edulcorada. Así pasó con el comunismo soviético. Los Gulag (acrónimo de Glávnoie upravlenie
ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, o Dirección General de Campos de Trabajo), se vendieron
como centros para el “Trabajo Creativo y Liberador”, ocultando su verdadera misión. La historia
reveló que fueron campos de concentración y de trabajo forzado para los “enemigos de la Patria”,
como les gustaba calificar a la disidencia. También causó indignación mundial lo descubierto luego
 de la desintegración de la URSS.

Durante los años 1932 y 1933, murieron por hambre 1,5 a 4 millones de personas en Ucrania. Fue el
periodo de imposición por la fuerza de “la colectivización de la tierra” para obtener más granos para
vender al capitalismo y así financiar a la URSS a costa del hambre de los ucranianos. Fue el llamado
Holodomor, el cual selló para la historia, el carácter inhumano y cruel del comunismo soviético.

Otro tanto sucedió en la China de Mao. Durante los años 1960 y 1961 murieron más de 10 millones de
personas por la hambruna que se generó por el fracaso de la colectivización de la tierra para hacer
lograr “la soberanía alimentaria”. El gobierno chino llamó a este fracaso descomunal “Tres años de
Desastres Naturales”, tratando de atribuirle a la naturaleza, sus errores y disparates en materia
económica. Como se podrá observar, la manía de culpar a otro de los males ocasionados por el
gobierno,  no es exclusiva de esta ribera del Arauca Vibrador.

Esos intentos de tergiversar la historia para eludir responsabilidades también se consigue en Cuba.
Todavía a estas alturas siguen culpando al “bloqueo” del imperialismo yanky, de su hambruna y
desabastecimiento. Ya el mundo sabe que tal bloqueo es más cuento que verdad. Para nadie es un
secreto que los gobernantes tienen acceso al whisky Jack Daniels, el cual es más gringo que John
Wayne, a automóviles Ford último modelo, a cigarrillos Marlboro, a Directv, así como es público y
notorio que los hijos de la nomenklatura acceden, sin problemas, al Korn Flakes de Kellog’s, a los
chocolates M y M, a los jeans Levi Strauss y a la Coca Cola en todas sus presentaciones.

En el caso venezolano la situación no es diferente. El gobierno elude su responsabilidad y atribuye a
terceros la situación insostenible de los venezolanos. Pinta un país de ensueño y de prosperidad,
ocultando que más del 83% esta hastiado del socialismo del siglo XXI. Pero eso no es todo, por la
pasividad del gobierno se está incubando una tormenta perfecta en nuestro sufrido país. Una suerte de
coctel que incluye dosis del Holodomor ucraniano, del “Desastre de la Naturaleza” chino y del
“Bloqueo Imperialista” cubano, se cierne como un tsunami anunciado sobre nuestra población.

Ya no se puede ocultar el aumento de los niveles de pobreza, las muertes por falta de medicamentos,
la criminalidad desbordada, la migración masiva, la basura como fuente de alimentos y la
anarquización de la sociedad. ¡No más revolución, por favor!, es el grito ahogado de quienes están
muriendo de pobreza en los humildes hogares venezolanos.

martes, 18 de septiembre de 2018


Estética y revolución, por Tulio Ramírez


La verdad, de estética conozco muy poco. No se filosofar sobre el asunto y confieso que soy muy malo para aconsejar al respecto. La última vez que lo hice perdí la única novia que tuve en el bachillerato. Pero no hace falta poseer muchos conocimientos sobre el tema, cuando lo que observas evidentemente agrede la vista y la razón. Siempre he considerado que la estética más que un problema de autoimagen o culto al yo, es un problema de respeto a los demás. Me explico. Soy de los que piensan que una de las misiones que tenemos como seres humanos es la de evitar por todos los medios que el otro sufra la desagradable experiencia de convivir con lo que es inarmónico, bizarro, basto, grosero, burdo, indelicado, ineducado, maleducado, ordinario, patán, rústico, tosco, zafio, inculto, rudo, soez, obsceno, cateto, paleto, palurdo, vulgar, ramplón, tosco, pedestre, desaliñado y chabacano. Aclaro, no pretendo dármelas de “niñito bien” (lo de niñito es exagerado), pero hay cosas que, francamente.
Nadie pretende que se le eche cera a las calles y que la Alcaldía pase la pulidora hasta sacarle brillo, tampoco que a los muchachos contratados por el gobierno para cortar el monte en la autopista o para raspar las paredes en La Libertador, se les coloque uniformes con guantes blancos como hacen con las cachifas, los enchufados de La Lagunita, Oripoto o el Country Club. No se trata de llegar a ese extremo de sifrinería, pero es evidente a los ojos de todos la ranchificación ambiental de la ciudad capital. No sé si estoy equivocado pero pareciera que la revolución chavista se reconoce a sí misma en la marginalización, la chabacanería, el desorden y todos esos epítetos que nombramos en el párrafo anterior.
Entiendo que la estética ha sido ajena históricamente a las revoluciones comunistas. En los pocos viajes que hice a los países del llamado Bloque Soviético, la constante era lo sombrío del ambiente, lo gris y poco agraciado de sus construcciones (salvo las realizadas en el periodo prerevolucionario), lo melancólico de su geografía urbana, la uniformidad en la vestimenta y la tristeza en la mirada de transeúntes cuyo único destino diario era el trabajo rutinario a cambio de una remuneración miserable y ofensiva. Ese cuadro siempre contrastaba con la narrativa y propaganda oficial.”
Era impresionante ver en las calles de Moscú afiches con imágenes de jóvenes pioneros alegres y dichosos expresando loas al socialismo y al líder de turno, mientras que los jóvenes reales deambulaban sin levantar la mirada, quizás pensando en lo miserable que se había tornado su vida. Ni hablar de Cuba. Un paseo por la destruida Habana Vieja con sus eternos jugadores de dominó en camiseta departiendo en horas laborales, la basura arrinconada en cada esquina, sus autos destartalados montados sobre ladrillos y la maraña de cables atravesando de lado a lado sus calles, pintan claramente el realismo socialista de ese país tropical.
Nuestra Caracas no ha escapado a esa negación de la estética. Caminar por nuestra otrora ciudad de los techos rojos es como caminar hacia el infierno de Dante. Cada esquina es un espectáculo de desidia, desorden urbano, suciedad y mal vivir. La revolución ha estimulado una manera diferente de ser ciudadano. Es lugar común ver a motorizados transitar por las aceras, a personas no indigentes orinar en descampado, sabanas sucias tiradas en la acera fungiendo de anaqueles de trozos de verduras extraídas de algún conteiner de basura en Quinta Crespo, tarantines destartalados vendiendo café en pocillos de peltre con la base oxidada, mujeres lanzando baldes de agua sucia a los pies de los caminantes, carteristas al acecho sin ningún tipo de temor a ser vistos, trapos colgando de ventanas rotas en los edificios de la Misión Vivienda, policías chantajeando a buhoneros, en fin, pareciera que esa es la estética de la revolución, regodearse en lo miserable y lo marginal.