lunes, 17 de febrero de 2020

PENSAMIENTO.



¡Los Come Nabos!, por Tulio Ramírez


Cuando lo extraordinario se hacia cotidiano, entonces se estaba en revolución. Si mal no recuerdo, fue el Che Guevara el que acuñó esa frase que prendió como eslogan publicitario en todas las mentes calenturientas de los jóvenes revolucionarios latinoamericanos de los años sesenta y setenta. Esta aludía a las transformaciones radicales de los usos, las costumbres, la legalidad y todo lo que hasta antes de la revolución era considerado “normal” para los ciudadanos.
Era la época donde el movimiento hippie latinoamericano se empalmó con el ya triunfante castrismo y la mitología de “los cambios guiados por un inmenso sentimiento de amor”. Fue el momento en que esa juventud rebelde de latinoamérica comenzó a combinar los pantalones acampanados tipo Beatles con franelas con la imagen del Che Guevara o Angela Davis. Por esos tiempos, convivían armoniosamente en las discotecas de Altamira con las reuniones en la casa del Partido o la música de los Rolling Stone con la lectura de las cinco tesis filosóficas de Mao Tse Tung.
No lo niego, fue la época dorada de la propaganda comunista. Los Festivales de la Juventud organizados en La Habana lograron congregar a lo más granado de lo que más tarde serían los intelectuales de esta parte del mundo. “El Faro que iluminaba la ruta a seguir” se convertía en referencia para todos los jóvenes contestarías.
Era tan efectiva y potente esa propaganda que evitaba ver la triste realidad cubana. Inclusive, los que fueron a Cuba y estuvieron tan cerca de la pobreza, la represión y el miedo solo veían lo que querían ver. A la pobreza la llamaban “condición de pueblo humilde, sencillo y revolucionario”; a la mendicidad la llamaban “pueblo que espera disciplinadamente su ración”, a la vigilancia y espionaje a vecinos lo llamaban “pueblo organizado que resiste”. Todos estos eufemismos no eran otra cosa que la negación de lo evidente. Todo estaba bien. Definitivamente, la realidad son percepciones.
Esas gríngolas que impiden dar acceso a la verdad, esquivándola o negándola, es característico de todos los fanatismos. El  fanático no entiende razones y rechaza todo lo que pone en peligro la estabilidad de sus recetas aprendidas. Tiene mucho temor a quedar desnudo ante las evidencias. Evita por todos los medios que se destruya el endeble castillo de naipes donde están alojadas o, más bien, apertrechadas cómodamente sus ideas y fantasías. Pasó en Cuba y pasa en Venezuela. El discurso oficial construye una realidad solo para fanáticos. Eso ayuda a mantenerse en el poder.
Chávez era un artista en esto de crear fantasías para ocultar la realidad. Era capaz de tirarse dos horas por cadena de radio y televisión para convencer a la gente que ser rico era malo. Lo absurdo era que hacia ese Aló Presidente desde la multimillonaria finca de su familia. Familia, por cierto, con un abolengo de pobreza de décadas convertida de la noche a la mañana en una monarquía recién vestida que se adueñó de media Barinas. Esto lo constataba todo el mundo, menos sus seguidores.
Hoy la tradición continúa. El discurso que de manera reiterada se vende a los venezolanos sobre la supuesta reanimación de la economía, ha sido comprado en su totalidad por los sectores más recalcitrantemente fanáticos de la tolda rojita. Esto nos recuerda a aquel personaje de la Radio Rochela llamado “El Come Nabos”. Este era un flaco, raquítico y desgarbado con cara de hambre que decía a sus amigos, con la mirada perdida, voz apagada y soltando el gallo a mitad de conversación, “yo me siento bien, yo me siento fuerte, yo me alimento con nabos”.
Como el Come Nabos, algunos ingenuos con cara huesuda por el hambre acumulada y gallos que alteran la nitidez de su voz, exclaman “yo me siento contento, yo estoy feliz, la economía se reactivó”. Lo peor es que lo dicen sin haber tenido la más mínima posibilidad de entrar a un bodegón a comprar la tan ansiada Nutella, signo de prosperidad para los economistas del gobierno.

lunes, 3 de febrero de 2020

Alzheimer
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Alzheimer y revolución, por Tulio Ramírez


En mi juventud el Alzheimer era una enfermedad desconocida. A alguna persona mayor que presentaba los síntomas típicos de esta enfermedad, se le diagnosticaba como senil. Era muy común escuchar en el barrio “misia Carmen como que ya está senil, ayer sacó un fiao del abasto de Felipe y hoy no quiere pagar porque ella dizque no ha ido al Abasto en una semana”. Por supuesto, para Felipe, quien había llegado de Portugal hacia apenas 6 meses, sin plata y sin estudios, misia Carmen estaba “nada é louca, o que é, é um pouco vivaraicha”, en español, “nada de loca, lo que es, es un poco vivaracha”.
Así, los términos senil, loco e´ bola y medio loco eran los más utilizados para caracterizar a quienes presentaban deterioro progresivo de la memoria y de otras habilidades del pensamiento, por lo que llegaban a reducir sus capacidades para realizar las actividades que antes llevaban a cabo con toda normalidad y coherencia. Con el paso del tiempo y el avance de la medicina y la psicología, se construyó un concepto para designar este tipo específico de enfermedad, el Alzheimer.
Los profesionales de la salud coinciden en señalar que el Alzheimer es un tipo de demencia que no está necesariamente asociado con la vejez, aunque es más común en la medida en que avanza la edad. Es una enfermedad terrible porque, si bien el que la sufre no está consciente de ello, su entorno familiar observa con impotencia el deterioro progresivo de su ser querido procurando relentizar los síntomas con medicamentos que no podrán detenerlos y menos revertirlos.
Ya de por sí, es suficientemente estresante vivir esa experiencia con algún familiar, para calarnos el “Alzheimer Selectivo” de los gobernantes y líderes del socialismo del Siglo XXI. Se trata de una situación verdaderamente insoportable. El país ha sido testigo de excepción de los problemas de desmemoria que muestran estos prohombres de la política venezolana.
Escuchar a Maduro decir que “Gracias a Dios tenemos el dólar” a pocos meses de haber despotricado de esa moneda, nos informa sobre algún deterioro de la memoria corta. Que el Diputado del PSUV declare que el impasse en la elección del Presidente de la AN “es un problema entre opositores y que el PSUV no tiene nada que ver con eso”, indica que muy pronto se le olvidó de donde salieron los reales para comprar a los CLAParlamentarios.
Pero vamos a ser serios, estos olvidos selectivos no son exclusivos del actual liderazgo revolucionario. El Galáctico también mostró “una memoria muy frágil”. Recuerdo aquella vez que negó de manera descarada al periodista de CNN, Jorge Gestoso, que despidió a una veintena de altos gerentes de la Industria Petrolera, mencionándolos por su nombre y apellido en cadena nacional de radio y televisión, silbando un pito cual árbitro de futbol. Cuando esos despidos los había realizado apenas unas semanas antes, siendo el preludio del despido de más de 18 mil trabajadores de la petrolera.
Cómo olvidar la oportunidad en la cual dijo a una periodista extranjera que nada tenía que ver con el encarcelamiento de la Juez Afiuni, cuando días antes había ordenado por cadena nacional su encarcelamiento. Así como estas anécdotas, hay cientos que evidencian que tanto El Galáctico como sus herederos, han sido presas de la enfermedad de Alzheimer, pero con piquetes de selectividad. La prueba de ello es que nunca se les ha olvidado donde está el Tesoro Nacional.
Estoy seguro que, si tuviera la oportunidad de preguntar al portugués Felipe su parecer sobre lo aquí escrito, me respondería con su habitual vehemencia: “nada loucos, o que eles são é uma série de viveiros”, en español, “nada de locos, lo que son es una cuerda de vivarachos”.