lunes, 18 de enero de 2021

 

Mira al cachicamo, por Tulio Ramírez

2017 asalto AN
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Twitter: @tulioramirezc


Por allá, a comienzos de los ’70, la juventud caraqueña comenzó a usar una palabra proveniente del ámbito de la psicología para describir el acto de atribuir a los demás comportamientos, actitudes e intenciones que en realidad eran propias.

Cuando se quería descalificar el argumento de una persona contra un tercero se le acusaba de “proyectar” su propio yo en tales argumentos.

“El Bemba acusa al Cabeza e’ Caja de ser un tumba-jevas, pero lo que está haciendo es proyectando su conducta. No recuerda que él le tumbó la Waleshka al pana Rodilla e’ Chivo”. Palabras más, palabras menos, los defensores del Rodilla le encasquetaban al inquisidor del Bemba los defectos que este le atribuía al común amigo, Cabeza e’ Caja. Dijera un intelectual chavista: “Eso es la sabiduría del pueblo mesmo”.

La primera vez que escuché la expresión no comprendí su significado. Poco tiempo después, gracias a una novia que estudiaba Psicología en la UCV, fue que comprendí lo que se quería expresar. No profundicé más porque, a los pocos meses, ella terminó conmigo y, por supuesto, dije adiós a esa rama de la ciencia.

Si buscamos en el Diccionario de la Real Academia de los Flojos (Wikipedia), la proyección se define como “un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias”. Como en Venezuela no somos dados a alabar a nadie, a menos que sea “el componedor de todo lo que Dios hizo mal”, o sea Hugo Chávez, debemos quedarnos con el cachito de “los defectos y carencias” que nos brinda esta definición.

Así, entonces, cuando escuchamos a alguien decir que “fulano de tal” lo que hizo fue proyectarse cuando despellejaba a “Perico de los palotes”, debemos entender que lo atribuido al señor “de los palotes”, debe interpretarse de retruque, como inherente a la personalidad y manera de actuar del intrigante “fulano de tal”. Esa es la hermenéutica que debe prevalecer.

Toda esta fastidiosa introducción viene al caso porque durante los últimos días hemos observado ejercicios claros de proyección por parte de voceros del gobierno nacional al pronunciarse sobre los bochornosos hechos ocurridos en la sede del Congreso de los Estados Unidos. Algunos personajes pertenecientes a la cúpula gubernamental y otros de muy bajo rango (o más bien, más lejos del Tesoro nacional), dejaron escuchar su indignación y tristeza por “el poco talante democrático de esas huestes del fascismo”. ¡Qué cinismo!

Cada vez que emitían este tipo de declaración, la cara se les desdoblaba en una pieza de tabla pura y dura, proyectaban sus miserias y maldades con lágrimas de baba orillera (cocodrilo suena demasiado elegante), “olvidando” que las mismas antidemocráticas acciones fueron impulsadas por ellos en la sede parlamentaria de la esquina de San Francisco.

Frescos están en la memoria los violentos asaltos al Palacio Federal por turbas gobierneras armadas con cabillas y palos, obedeciendo órdenes de los que hoy se sienten indignados por los sucesos de Washington.

En esos ataques arremetieron salvajemente contra diputados con la descarada complicidad de quienes eran los llamados por ley a resguardar la integridad de la sede y sus integrantes.

No soy psicólogo, pero encaja clarito. Sin embargo, seré prudente y no me meteré a aprendiz de brujo usando términos que no domino muy bien. Me limitaré a caracterizar esas declaraciones con el popular: “mira al cachicamo diciéndole al morrocoy, conchúo”

lunes, 4 de enero de 2021

 

Hay que rectificar, por Tulio Ramírez

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Twitter: @tulioramirezc


Como recordarán, apreciados lectores, para las Navidades de 2020 no escribí carta al Niño Jesús ni a ninguno de sus colaboradores. Hice mi consabida petición navideña a los venezolanos y, especialmente, al liderazgo de la oposición. Muchos me tildaron de incrédulo porque nadie la leería. También me acusaron de “cortanota” porque iba en contra de la tradición. Por esa época, la mayoría de los columnistas “medio jodedores” escriben sus ingeniosas misivas al santo niño. Pues no lo hice.

En esta ocasión me “enserié” y decidí apartarme de lo “humorísticamente correcto”.

Como buen despalomado, caí en la cuenta de que el asunto no se solucionaba con milagritos extraterrenales, ni por intervenciones extraterritoriales y, mucho menos, por acuerdos de conciliábulos internacionales que, aun con sus buenas intenciones y necesarios apoyos, tienden a ser poco útiles para lograr lo que más del 80% de los venezolanos desea.

Hoy, 4 de enero, a pocos días de la venida de los Reyes Magos, mantengo mi posición. No les haré petición alguna. Mi comadre Camucha trató de convencerme con el consabido argumento: “Hágalo, compadre, quién sabe si esta vez lo oyen y le concedan el milagrito”. A pesar de que la comadre es mi fan número uno y por mucho tiempo única lectora de mis artículos, no le hice caso. Los Reyes tendrán que esperar, total, vienen todos los años.

Más bien quiero comenzar el 2021 con una petición a ese extraño ente que en singular llamamos “la oposición”, pero que realmente es un collage de muchas piezas diferentes que, al juntarlas, parece más bien un cuadro de Picasso que uno de nuestro maestro Arturo Michelena.

La carta será breve. No quiero abundar en palabras para evitar que expertos en opinar —pero no en hacer—, mánager de tribuna, politólogos sin título, cazagüires del pensamiento ajeno y autodenominados estrategas que no han ganado la primera batalla en su vida, consigan elementos para triturar y descalificar lo que con toda seguridad comparte medio mundo. Bueno, a lo que vinimos:

Apreciados líderes, seré breve para no hacerles perder tiempo. Creo que llegó la hora de rectificar. Definitivamente, algo no se está haciendo bien. A pesar de que hemos usado muchas fórmulas no se ha logrado el objetivo. Esto se cuenta y no se cree. Teniendo un descontento hacia el gobierno de más del 80% de la población, lo que se ha logrado en estos últimos tiempos es que, paradójicamente, se eleve el descontento hacia los partidos opositores.

Ahora toca el camino de Santiago pero en muletas y descalzos. Recuperar la confianza y credibilidad de la gente no va a ser fácil. Ninguno de los pedazos de la oposición ha logrado elevar el entusiasmo. Los “invasionistas” se quedaron en la orilla de la playa esperando a los marines; los “colaboracionistas” son excesivamente ídem como para sembrar verdaderas esperanzas de cambio; los “abstencionistas” nos ofrecieron un camino que no se ve en el mapa y los “golpistas” deben andar por El Tocuyo esperando las fiestas patronales.

Vamos a estar claros, la fuerza real con la que se cuenta es el descontento de la población, la cual solo es posible expresarla de dos maneras: en protestas y en votos.

Considero que nuestros partidos de oposición deben concentrarse en lograr articular ambas, sin descuidar, por supuesto, la presión constante al CNE por mejores condiciones electorales. En eso la comunidad internacional puede ayudar mucho.

Para concluir y antes de que los opositólogos atrincherados en las redes salgan con el sambenito “dictadura no sale con votos”, les recuerdo que con esa sentencia lo que nos quedaría sería la inmovilización total, a la espera del fulano “milagrito”. Amigos, con el chavismo nunca tendremos tales condiciones, así como no las tuvo Lech Walessa en Polonia ni Mandela en Sudáfrica ni Alwin en Chile y todos ganaron. La mayoría unida en propósito y acción es indetenible. Hay que rectificar. Feliz 2021 para ustedes y sus familias.

Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.