lunes, 19 de marzo de 2018




Escribir crónicas en revolución, por Tulio Ramírez




Imaginemos que alguno de los pocos diarios independientes dedicara alguna columna a la Caracas nocturna. ¿De qué escribiría el periodista?, ¿de la soledad en las calles de la ciudad?
Autor: Tulio Ramírez | @tulioramitrezc

La ausencia de lo diferente es la mayor tragedia que puede tener un cronista que intenta contar la cotidianidad de una ciudad. Cuando la monotonía y la tristeza se apoderan de los espacios que antes eran vistosos, alegres, diversos y creativos, el cronista se reduce a solo un redactor de esquelas aburridas, escritas bajo el temor de molestar a un poder que castiga lo no alineado, o bajo el temor de molestar a una ciudadanía que no quiere que se muestren sus miserias. Esto explica por qué, paulatinamente, ha ido desapareciendo este género de la prensa nacional. En sociedades que atraviesan una gran tragedia, el fino humor siempre presente en estas crónicas, puede herir susceptibilidades por parecer una patética frivolidad, nada acorde con los tiempos de angustia, tristeza y rabia colectiva por la situación vivida.
Recuerdo que durante los años de la democracia era muy común observar en los diarios, espacios destinados a las crónicas. Había crónicas sociales, de cotilleo donde se escrutaba la vida y obra de los políticos y famosos, así como las intimidades de los grandes eventos deportivos, artísticos y culturales, en otros casos se hacían aproximaciones sociológicas a la vida cotidiana. En tales entregas, los periodistas tendían a darle visibilidad a lo pintoresco, lo diferente y a todo aquello que nos ha hecho vistosos como pueblo. En fin, estas crónicas aligeraban en los lectores la carga de malas noticias presentes en el resto de las páginas, además de reflejar, cual espejos cóncavos, una imagen un tanto graciosa y refrescante de nosotros mismos.
Ya no somos esa Venezuela. La revolución se encargó de destruirla. De país alegre que sacaba un chiste de cualquier tragedia, nos han convertido en gente triste y circunspecta, que prefiere no llamar a un amigo para felicitarlo por su cumpleaños, por no tener nada que regalarle; o en gente que prefiere “pasar agachao”, en caso de estar cumpliendo años, por no tener nada que compartir con sus amigos.
En escenarios como ese, publicar crónicas graciosas equivale a echar chistes de suicidas en el velorio de un ahorcado. Hoy en día hacer este tipo de periodismo es como caminar por un sendero minado. Un mal paso y boom, si no te despelleja el gobierno por revelar “asuntos de Estado”, te despellejan los que se siente ofendidos por tanta “insensibilidad” del escribidor.
Imaginemos que alguno de los pocos diarios independientes dedicara alguna columna a la Caracas nocturna. ¿De qué escribiría el periodista?, ¿de la soledad en las calles de la ciudad?; ¿de familias enteras escarbando en la basura buscando sobras para alimentarse?, ¿de la cantidad de asesinados bajo el amparo de la impunidad y la ineficiencia policial?, ¿de la prostitución infantil?. De crónica se convertiría en una columna de sucesos, más apropiada para la última página y no para las destinadas a las historietas y el crucigrama.

La otra alternativa es reseñar con lujo de detalles lo que pasa en la high society revolucionaria y socialista. ¿Se sentirá algún periodista agradado por hacer las crónicas de las fastuosas fiestas de los enchufados del gobierno?, ¿de los bacanales en Yates de más de un millón de dólares atracados en los más costosos clubes de Higuerote o Tucacas?, ¿de los viajes a Aruba en avionetas oficiales para hacer el mercado de la semana?, ¿de las despedidas de soltero con whisky 18 años, caviar, champagne y las más cotizadas “acompañantes” de la ciudad capital?. Pues hay que tener estómago para hacerlo. Por eso las crónicas sociales desaparecieron, no por falta de material, sino por exceso de dignidad.

lunes, 5 de marzo de 2018

Venezuela unida no se rinde, por Tulio Ramírez




Autor: Tulio Ramírez | @tulioramirezc

La relación entre el gobierno chavista y la universidad autónoma ha sido poco menos que tormentosa. Si bien a comienzos del periodo chavista hubo una suerte de frugal luna de miel, los estudiosos y entendidos en la materia universitaria coinciden en afirmar que fue algo así como un matrimonio mal avenido.

La ilusión comenzó en agosto de 1999 cuando Hugo Chávez instaló la Asamblea Nacional Constituyente en el Aula Magna de la UCV. Ningún Presidente de la República de la era democrática había pisado ese sagrado recinto. Las tensiones entre la UCV y los gobiernos posteriores a la Dictadura Perezjimenista, llegaron a tal punto que en 1970 el gobierno de Rafael Caldera allanó a la UCV con fuerzas militares, aduciendo el estado de “anarquía y subversión” que imperaba en ella. Este episodio mantuvo por dos años a esta casa de estudios bajo el control férreo de autoridades interventoras.

Luego de esa entrada triunfal de Chávez al Aula Magna, en diciembre del año 2000, el llamado Comandante Eterno procedió a devolver el Jardín Botánico, en manos de la Guardia Nacional desde el allanamiento.

Era la época en la que los encapuchados de los jueves, ahora convertidos en gobierno, asumieron a la UCV como aliada natural de la revolución. Así, no era extraño observar a muchos mascaclavos y ex comandantes de cafetín devenidos en burócratas, obligar a empleados de ministerios e institutos autónomos a trasladarse a la UCV para realizar reuniones de trabajo en espacios universitarios con la anuencia de algunos Directores de Escuela y Decanos.

Había que demostrar que mandaban en el ministerio y en la universidad. La Tierra de Nadie se convirtió en la Tierra del Chavismo, bajo el artificio lingüístico de la Tierra de Todos.
Pero esta luna de miel duró muy poco. El 28 de marzo de 2001, los estudiantes chavistas tomaron por la fuerza el Salón de Sesiones del Consejo Universitario de la UCV. Al principio todo era confusión, pero al advertirse que durante las madrugadas llegaban a la Plaza del Rectorado, vehículos oficiales cargadas de cavas con alimentos y bebidas que funcionarios del gobierno repartían a los tomistas, se llegó a la conclusión de que la intención del gobierno revolucionario de Chávez era hacerse de la universidad por la vía del hecho, ante la imposibilidad de hacerlo por las vías democráticas de las elecciones universitarias. Tres meses duraron los tomistas apoderados del recinto hasta que una marcha pacífica de profesores y estudiantes, los obligaron a desalojar el edificio del Rectorado.

A partir de ese momento las agresiones contra la UCV y el resto de las universidades autónomas no han cesado. Han utilizado diferentes estrategias. Para solo nombrar algunas: la confiscación del CNU por parte del ministerio de Educación Universitaria y los rectores nombrados a dedo por el Ejecutivo Nacional; el arrebato por parte de la OPSU de la potestad autonómica de crear mecanismos de admisión por parte de las universidades; la prohibición de efectuar elecciones de autoridades universitarias de acuerdo a los Reglamentos internos, bajo el argumento de no ajustarse al inconstitucional artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación, que violenta la conformación de la comunidad universitaria prevista en el 109 constitucional; la asfixia presupuestaria continuada desde 2007 que ha hecho paralizar la investigación, estimular la diáspora de profesores universitarios por los sueldos de hambre y la exclusión de los estudiantes más pobres gracias a unas providencias estudiantiles cada día más precarias y ridículas. Sin embargo, ninguna de estas agresiones ha doblegado a la universidad autónoma venezolana.

Está claro que la revolución bolivariana nació en los cuarteles bajo el sino de la obediencia y la sumisión, no nació de la inteligencia. Es por ello que la universidad autónoma, democrática y plural nunca podrá arrodillarse a un proyecto político que se sustenta en la fuerza y la represión al pensamiento disidente.

Haciendo honor a este espíritu rebelde y libertario la UCV convoca al pueblo de Caracas al gran acto que se llevará a cabo en nuestra emblemática Aula Magna el día 6 de marzo (mañana) a partir de las 10 am. Participarán distinguidos universitarios, líderes sindicales y estudiantiles, así como representantes de las organizaciones de la sociedad civil, para decirle al gobierno de Maduro que “Venezuela unida no se rinde”.