lunes, 19 de septiembre de 2016

Plebiscito allá y Revocatorio aquí

Acuerdo de paz en Colombia

En Colombia el asunto se está dirimiendo de manera democrática, amén de la absoluta confianza en ambos bandos de que las opiniones podrán ser emitidas sin amenazas por parte del gobierno, mientras tanto en nuestro país el gobierno y los poderes públicos traban grosera y descaradamente el derecho a que el venezolano se exprese libremente
Acabo de regresar de la ciudad de Pereira en Colombia, una de las ciudades más importantes del llamado Eje Cafetero. Fui gentilmente invitado por la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), para participar como expositor en la Conferencia Regional para América Latina de la “International Association for Research on Textbooks and Educational Media” (IARTEM). Allí se dieron cita investigadores reconocidos por sus trabajos en el área de los textos escolares y medios educacionales. Fue un honor compartir con tan calificados académicos. Solo para hacer referencia a algunos, destaco la presencia de Graciela Carbone de Argentina, Tania Braga de Brasil, Francisco Rivero de Chile, Jesús Rodríguez de España y por Colombia, Martha Elizabeth Varón, de la Universidad de Tolima y a los anfitriones María Victoria Alzate, Karolaim Gutiérrez, María y Miguel Ángel Gómez de la UTP, entre muchos otros.

No entrare en detalles sobre lo bien organizado que estuvo el evento y la elevadísima calidad de las ponencias presentadas. Nuestra disertación fue sobre los textos escolares de la Colección Bicentenario y sus contenidos sesgados y adoctrinadores, muchas veces denunciados por nosotros en múltiples eventos nacionales. Cómo era de esperarse, entre los más de 300 asistentes hubo expresiones de asombro ante el texto de ciencias sociales para 6to Grado, llamado Venezuela y su Gente, dónde se narran los hechos del 11A omitiendo el episodio en el cual el General Lucas Rincón, para la época Jefe del Estado Mayor Conjunto, anunció en cadena nacional, la renuncia de Chávez. Hago referencia a esta narrativa, solo para mostrar parte de las múltiples omisiones y tergiversaciones de un texto que más parece un panfleto partidista que un libro para trabajar en clase.

Más allá de la Conferencia, pude constatar la preocupación de los hermanos colombianos por el posible resultado del plebiscito que se llevará a cabo en octubre para respaldar o no los acuerdos de paz firmados entre las FARC y el gobierno del Presidente Santos. Escuché muchos argumentos en favor y en contra, como es lo natural. Pero algo que me llamó mucho la atención es que entre los “bandos”, existe una absoluta comprensión de los argumentos esgrimidos por el otro. La señora que regenta una de las tantas ventas de empanadas en la universidad, nos afirmaba “respeto a los que quieren apoyar el acuerdo porque es verdad que necesitamos paz, pero no quiero estar como están en Venezuela, con unos comunistas que llegaron a gobernar, arruinaron al país y ahora no quieren soltar el poder por nada del mundo”. Más claro, imposible.
Por otro lado los simpatizantes del “Si”, apuestan por el cese del conflicto, aún estando conscientes que es una decisión riesgosa porque consideran que la guerrilla puede traicionar los acuerdos cuando se recupere del mal momento político y militar que vive en la actualidad. Nos afirmaba una profesora que votará por el Sí, “entiendo a los que van a votar No, aquí hay demasiadas víctimas de la guerrilla y perdonar no es fácil para quien perdió un hijo, un padre, un esposo. Aún así votaré por el Sí, sabiendo que seguramente no van a entregar todas las armas, ni todo el dinero, ni toda la droga, pero que le vamos a hacer, estamos cansados de este conflicto. Los colombianos merecemos vivir sin miedos ni sobresaltos”. Razonamiento impecable y realista.

Lo que encontramos en común entre ambas posiciones frente al plebiscito de octubre, es que hay una profunda desconfianza sobre la sinceridad de las FARC. Aún recuerdan la burla de las conversaciones de paz en El Caguán, cuando la aprovecharon para ganar tiempo, reagruparse y luego reiniciar los atentados, secuestros, reclutamiento forzoso de niños, vacunas y asesinatos en nombre de una revolución de la cual, por cierto, los colombianos la ven hoy día como uno de los negocios más lucrativos del mundo, a pesar de que todavía hay algunos ingenuos que confían en la retórica libertaria de sus panfletos y consignas.

De retorno a Venezuela pensaba sobre el Referendo Revocatorio a Nicolás Maduro y las posibles analogías con el plebiscito colombiano. Pues no encontré ningún parecido. Por el contrario, en el hermano país el asunto se está dirimiendo de manera democrática, amén de la absoluta confianza en ambos bandos de que las opiniones podrán ser emitidas sin temor a presiones ni amenazas por parte del gobierno, ni sus votos serán manipulados por el Consejo Electoral, mientras tanto en nuestro país, a pesar de que casi el 90% piensa que el inicio de la solución de los graves problemas que nos atosigan pasa por revocar a quienes los generaron, el gobierno y los poderes públicos controlados por el Ejecutivo traban grosera y descaradamente el derecho a que el venezolano se exprese libremente y en paz. ¿Una pequeña diferencia, no?

lunes, 5 de septiembre de 2016

Bitácora de una Marcha

Referendo

9:00 de la mañana, estamos prestos a incorporarnos a la marcha convocada por la MUD para solicitar la fecha del Referendo Revocatorio. El Distribuidor de Santa Fe estaba desbordado en los canales de ida y venida de la Autopista hacia Prados del Este. Confieso que como marchista reiterativo nunca había salido de ese sitio. En todas las convocatorias anteriores mi punto de partida fue Santa Mónica, lugar siempre escogido por mis colegas profesores de la Universidad Central de Venezuela. Esta vez cambie mi rutina.

La cantidad de gente era apabullante. La autopista de Prados del Este estaba repleta de jóvenes, adultos contemporáneos y abuelos. Un dato que no puedo dejar de mencionar, es que había mucha gente humilde, de esas que uno estaba acostumbrado a ver en las marchas convocadas por el gobierno. Esto corrobora que la situación ha cambiado. Que lo del 80% de rechazo al gobierno de Maduro no es una ficción fabricada por compañías encuestadoras, sino una realidad de carne y hueso. Parte de esa realidad caminaba junto a mí con el mismo entusiasmo y la misma esperanza por lograr un cambio en Venezuela.

Mientras avanzaba con la multitud, imaginaba los reportes de los servicios de inteligencia que le llegaban a Maduro: “Señor Presidente ya no sabemos qué hacer, no hemos podido detener la marcha, lo único que nos queda es que llueva. Estamos trabajando en eso”. A las 10:30 am llegamos a la avenida Rio de Janeiro. Estaba de bote en bote. Un poco más atrás un mar de gente se desvió y siguió la ruta de la autopista Francisco Fajardo hacia Chacaíto. Era impresionante ver dos ríos de gente, y entre ellos, el río Guaire como testigo de excepción de ese tsunami humano. Para ese momento ya recibíamos reportes de las otras concentraciones opositoras, las de las avenidas Libertador y Francisco de Miranda. La situación pintaba similar o mejor. Ante esas noticias, imaginaba el segundo reporte de inteligencia: “Señor Presidente, con todo respeto, le dijeron que eran como 30000 personas, esos reportes están errados, son como 2 millones y sigue llegando gente”.

Casi al mediodía, ya despejada la autopista, vimos pasar una caravana de motorizados con franelas rojas y autobuses oficiales que se dirigían a la concentración convocada por el gobierno. Estaban escoltados por motorizados de la Policía Nacional Bolivariana. Por supuesto no se hicieron de rogar los gestos obscenos hacia los opositores concentrados a la altura de Las Mercedes. Lo curioso es que en el sentido hacia el Este, la Guardia Nacional obstaculizaba el tránsito de vehículos y motos que querían dirigirse hacia la concentración opositora. Cosas del uso abusivo del Poder. Mientras observaba ese espectáculo bizarro, pensaba en un posible 3er. reporte de los cuerpos de seguridad: “Señor Presidente, nuestros infiltrados informan que pareciera que no vienen a tumbarlo como usted nos advirtió. Esperamos instrucciones porque el sol está muy bravo y aquí no estamos haciendo mucho”.

A la 1:30 pm los dirigentes de la MUD estaban leyendo el comunicado previsto para el cierre de la jornada. La gente no estaba muy atenta porque había mucha deficiencia en el audio, pero allí se mantenían incólumes. Se entendía que la sola presencia era una contribución importante para el éxito de la cita. Al rato y sin proponérmelo, pude observar por breves minutos la alocución del Presidente en la Av. Bolívar en un televisor de un restaurant de la zona. Era imposible precisar las dimensiones de esa concentración por la toma cerrada que hacen los camarógrafos de los canales progubernamentales. Con la duda comenzamos el camino de retorno. No hubo ningún altercado.

Ya en casa, reviso las redes sociales y observo que Diosdado Cabello cuelga en su Timeline una fotografía de una enorme concentración rojita en la Av. Bolívar. Me dije “bueno, también tienen su gente”. Al rato tuiteros acuciosos habían descubierto que esa fotografía no era de 2016. Con esa información imaginé el último reporte del día por parte de los cuerpos de inteligencia: “Señor Presidente, por favor mande a quitar esa foto que montó Diosdado. Somos el hazmerreir del mundo, ya los escuálidos descubrieron que es de 2012”. Hay muchas razones por las que queremos revocar a este gobierno, una de ellas es el uso de mentiras como esta.