lunes, 25 de julio de 2022

 

¡Firrrme! que llegó el comandante responsable, por Tulio Ramírez

¡Firrrme! que llegó el comandante responsable
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Twitter: @tulioramirezc


Atendiendo a las enseñanzas de mi difunta abuela quien vivió las Dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, evito escribir sobre asuntos de uniformados porque, y siempre lo repetía, «es peligroso». De tal manera que, no estando en Suiza, debo cuidar lo que queda de este servidor. La abuela, haciendo gala de su infinita sabiduría, nos recordaba con su característico humor negro que, por estos lados, «las estrellas, barras, charreteras y chapas tienen un gran valor sentimental. Cada vez que las vemos nos entristecemos por la impotencia y la indefensión».

Solo por precaución, y en la medida de lo posible, evito cualquier tipo de contacto con la autoridad uniformada. Mi terapeuta ha insistido que el origen de esta aprehensión está en un trauma adquirido en mi infancia. Según ella, lo sufro desde la primera cueriza que recibí de mi viejo. He tratado en vano de convencerla de que por allí no van los tiros. Le aclaro que después de la primera, vinieron muchas más, y al día de hoy, hasta las agradezco. Que me perdonen mis amigos psicólogos. 

Aclarado que no es un problema con la figura de autoridad, también debo dejar sentado que tampoco se trata de un problema político o doctrinario. Muy lejos de echarle la culpa a algún anarquismo in pectore que se cuela solapadamente desde el inconsciente para rechazar todo olor a uniforme o autoridad. Mucho menos tiene que ver con posturas principistas y estigmatizadoras que le atribuyen al otro, por el solo hecho de existir, defectos o fortalezas, más inventadas que reales.

Mi posición con respecto al tema, tiene que ver más con determinaciones sociológicas e históricas que por preconceptos o desagradables experiencias personales. Por ejemplo, en esta parte del mundo donde se han vivido largos períodos dictatoriales, o sus democracias no han sido suficientemente sólidas, las instituciones han actuado más por el capricho de quien las guía y no por la normativa. En estos contextos, es natural que el uniforme pase a ser un símbolo de «autoridad y orden», inclusive por encima de la ley. 

Las nuestras son sociedades donde al uniformado no se le respeta sino que se le teme. Aunque habrá honrosas excepciones, generalmente se le asocia a la arbitrariedad, a la impunidad y al abuso de poder. No por casualidad es común escuchar en nuestros países que: «hay que asegurarse de tener como amigo a un médico, un abogado, un mecánico y un uniformado, sea este policía o militar».

Por esa razón, nunca me gustaron los intentos de militarizar a la sociedad venezolana. Eso de denominar a todo de acuerdo con la jerga cuartelária como «campo de Batalla», «Combate ideológico», «Guerra económica», «Combate de ideas», “Combatiente», «Patriota», «Rodilla en Tierra», no es más que una forma de dar connotación militar a lo que no lo tiene. Todas estas iniciativas pretenden, bajo el demagógico lema de la Unión Cívico-Militar, invertir el orden de los factores. Es decir, sustituir las normas y usos propios del comportamiento civil por la cultura de los cuarteles.

Por la misma razón, también me he opuesto a los intentos de militarizar la educación. No estuve de acuerdo con la obligatoriedad de la Instrucción Premilitar, las Brigadas Escolares, los llamados Patrulleros de Pasillo, la infeliz Guerrilla Comunicacional, la Brigadas de Defensa Integral, así como tampoco aplaudo a las fulanas Brigadas Comunitarias Militares (Bricomiles).

Me preocupa sobremanera que se anuncie que «en cada escuela y liceo debe haber un responsable militar encargado para resolver, arreglar y poner las cosas como deben ser». Ese “poner las cosas como deben ser”, ¿a qué se referirá?. Por ejemplo, si se diera el caso de que los docentes decidan acatar una huelga magisterial ordenada por el sindicato respectivo, me pregunto ¿cómo ese «Responsable Militar» se encargará de «poner las cosas como deben ser»?, ¿pasará por encima del Director?. No me lo quiero ni imaginar. 

Por supuesto, me aterra pensar, haciendo un ejercicio de reducción a lo absurdo, que los alumnos tengan la obligación de pararse firme ante la llegada del «comandante responsable» o que en la entrada, los muchachos tengan que entonar el “Patria, Patria querida” haciendo coro a la interpretación desafinada del galáctico. Espero que no se llegue tan lejos, pero uno nunca sabe.

Si bien, en todas las Dictaduras de derecha o izquierda, la escuela se ha usado como formadora de los respectivos «hombres nuevos» (sean comunistas o fascistas), nunca se les confió a los uniformados la tarea de «poner orden» dentro de las instalaciones escolares. Bueno, mejor no sigo y hago caso a mi abuelita. «Siempre es peligroso hablar de esos señores». Amanecerá y veremos.

 

lunes, 11 de julio de 2022

 

Para entender el mundo opositor venezolano, por Tulio Ramírez

Para entender el mundo opositor venezolano
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Tengo varios amigos en el extranjero preocupados por la política venezolana. No me refiero a los que viven en los países de la región. Ellos rumbean, juegan ajiley, beben ron, echan chistes en los velorios y están curados de espanto con los desaguisados, torpezas y maromas de sus políticos autóctonos. Ya nada los sorprende ni los confunde.

¿La razón? La cultura política y los políticos en esta parte del mundo son más o menos similares, quizás lo que cambia un poco es el estilo. Es por ello que nada nos espanta ni nada nos asombra. Como sucede con los peces, nos parece normal tener el agua hasta el cuello.

Otro asunto es cuando se trata de amigos que están en países ubicados más allá del charco. Me carteo (léase correo electrónico) con nativos de Holanda, Suecia, Dinamarca, Suiza, España, Japón y Francia y confieso que me engalleto y los engalleto, tratando de explicar lo que, para una persona de esta parte del mundo sería muy fácil de entender.

Imagino que para esos cerebros alimentados tres veces al día, con leche de alta calidad, jugosos bistec, yogurt griego, sacarina en vez de azúcar, cereales repletos de vitaminas y educados en entornos donde priva el sentido común y la razón, procesar tanta información bizarra sobre nuestro acontecer político les generaría unos cortocircuitos neuronales que producen los mismos efectos de una «mala nota», entiéndase, risas sin causa aparente, seguidas de angustias depresivas.

Por ello me he propuesto hacer una clasificación de los grupos opositores vernáculos para facilitarles la comprensión de lo que aquí sucede. Lo primero es hacerles entender que no deben hacer traducciones literales ya que el término puede adquirir significados diferentes, dependiendo de quién lo dice y quien lo escucha. Así pues voy con unos tips para facilitarles la vida.

  1. Si el gobierno es el que llama a dialogar a la oposición, muchos venezolanos entenderán que a quien llama es a los opositores que no hacen oposición porque quieren evitar que el gobierno termine oponiéndose a ellos. Parten del lema: «quien se opone poquito, lo persiguen poquito». Estos opositores tienen a su vez sus propios opositores quienes los cuestionan porque «no son los verdaderos opositores».
  2. Si es Guaidó quien llama a la unión de la oposición, entonces otra parte del país entenderá que no está llamando a los opositores con los que el gobierno quiere dialogar, sino que llama a otros, a los que se la pasan llamando al gobierno a dialogar y este no les para bolas. Este sector también tiene su grupo de opositores, son los que argumentan que «si bien se hacen llamar opositores, no lo son tanto porque no se han empeñado lo suficiente en su oposición al gobierno».
  3.  Otros opositores son «los opositores de todos los opositores». Son los que se oponen a los opositores a los que el gobierno llama para dialogar, pero también se oponen a los opositores que llaman al gobierno para dialogar en Noruega, México, Santo Domingo, Biscocuy o donde sea. Es conocida como «la oposición atea», porque no creen en ninguna otra oposición que no sea ella misma.
  4. Finalmente están los opositores «inmovilizados y embalsamados», que son los que esperan que los descubran como la «oposición verdadera». No creen en ninguno de los grupos opositores descritos. Desconfían de todos porque «son una falsa oposición». Amparados en este argumento, no participan en nada y joden a quien sí lo hace. Lo paradójico es que si algún sector de esta oposición decidiera realizar acciones de oposición, se opondrían también a ellos, por «hacerle el juego al gobierno».

Espero que al leer esta nota escrita en un castellano entendible, transparente y sobre todo preciso, mis amigos de allende los mares no se enreden y aprendan a descifrar el complejo mundo de la oposición venezolana. Por nada y siempre a la orden.