lunes, 27 de septiembre de 2021

 

Hasta que lleguen los benditos polinomios, por Tulio Ramírez

Hasta que lleguen los benditos polinomios, por Tulio Ramírez
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Twitter: @tulioramirezc


El gobierno se empeña en comenzar las clases presenciales a partir del próximo mes de octubre. Claro, no podía ser menos que el resto de los países de la región. Eso de ser superado por países democráticos, nunca. Si se atrevió a viajar a México sabiendo que cualquier charro de la Plaza Garibaldi puede verse tentado a ganarse unos pesitos con la recompensa, cómo no aventurarse a iniciar clases presenciales, aún sin tener las mejores condiciones.

¿Estamos preparados para la presencialidad? La verdad habría que verlo muy bien. No tenemos las mismas condiciones que Chile, Uruguay o Argentina, donde se hizo un llamado a clases presenciales, teniendo un porcentaje de casi el 80% de la población vacunada. 

La ministra ha dicho, en medio de un enredo de cifras, que lo que falta por vacunar es una ñinguitica de maestros. Sin embargo, la Organización Panamericana de la Salud la desmiente al advertir que en Venezuela el porcentaje de vacunados, con las dos dosis, no llega al 20%. ¿A quién le cree usted?

Por otra parte, en los países serios de la región se ha hecho un esfuerzo por acondicionar los ambientes escolares a fin de asegurar el distanciamiento físico entre los alumnos. Esos trabajos han ameritado una enorme inversión y se han realizado con suficiente tiempo. Pero en esta Tierra de Gracia no se han constatado tales trabajos. 

Se anunció con orgullo que se le había hecho mantenimiento a 500 escuelas. Confieso que estaba a punto de aplaudir, cuando recordé que en el país son 25 mil los planteles. Falta por refaccionar y poner en condiciones para recibir a maestros y alumnos la bicoca de 24 mil 500 escuelas. Diría mi comadre Camucha, tan jodedora como siempre: «Tranquilo, compay, que lo que falta es un pelo de axila pa’ que sea peluca».

También he leído que nuestros vecinos han habilitado rutas escolares para trasladar, en unidades de transporte de los gobiernos locales, a alumnos y maestros hasta los centros educativos. La idea es evitar el traslado individual en transporte público, donde la probabilidad de contagio aumenta.

Imagino una medida como esa en nuestras ciudades y pueblos. Sería espectacular ganar votos ayudando de esa manera con la prevención. He visto en mis sueños a niños y maestros subiendo al autobús, con paramédicos midiendo temperatura, rociando alcohol y repartiendo mascarillas K95 a quien la ha perdido o usado hasta el desgaste.

Pero, un cable a tierra me tuerce el sueño y lo convierte en pesadilla. Después de superar la fase REM, veo a los autobuses partir por la mañana con cauchos recién comprados y regresar al mediodía, con los «mismos» cauchos, pero lisos. O peor, varados en un estacionamiento oxidándose por la lluvia y el sol, no por fallas del motor sino por ausencia de este. Ni los magos del Circo Razzore eran tan rápidos para desaparecer las cosas.

Otro aspecto importante que nos separa de la experiencia de otros países es el tema del salario de los docentes. No solo deben ser vacunados y protegidos con medidas de bioseguridad, también es necesario y urgente aumentarles los sueldos. 

Con 11 o 12 dólares mensuales no se puede pretender que un maestro se desplace, se alimente y se provea de vestido y calzado para ir a su aula. La respuesta no puede ser como la dada por una directora de Zona a un grupo de maestros: «Ustedes sabían que con esta profesión no se iban a enriquecer, así que no se quejen». Diría Camucha: «Si me vas a morder, no me ladres». 

Finalmente, creo que es una medida acertada el regreso a clases presenciales de manera paulatina. Asistir durante las semanas «flexibles» y no hacerlo en las semanas «radicales» es prudente. En varios países también se utilizará esta modalidad. Pero el Ministerio no puede dejar de prestar atención a aquéllos que no pueden asistir por diversas razones.

En estos casos no se puede delegar en la familia la responsabilidad de la educación del muchacho. Quizás muchos padres estarán dispuestos y con preparación para aportar en ese proceso de formación, pero ese apoyo, tal como le escuché a una profesora de la UCAB, «durará hasta que lleguen los benditos polinomios». Lo del Plan Cada Familia una Escuela tiene sus límites. Todavía en Venezuela hay muchos adultos que ni siquiera tuvieron oportunidad de culminar la primaria.


lunes, 13 de septiembre de 2021

 

Espejito, espejito, por Tulio Ramírez

Espejito espejito
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Twitter: @tulioramirezc


Estoy acostumbrado a que durante mis caminatas vespertinas se corte la buena música que escucho por la interrupción de una cadena nacional. ¡Cuidado!, debo aclarar algo de una, para evitar malos entendidos. No salgo a caminar para escuchar la cadena con tranquilidad, lejos de mi familia opositora, tal como me lo afirmó un vecino cuando le comenté el asunto. Bueno, la verdad no sé si lo dijo en broma o en serio, pero por si las moscas, lo aclaro, no me place escucharlas.

No todas las veces dejo el radiecito prendido para escucharlas. Ante todo, trato de preservar mi salud mental. En este país es muy fácil que se le corra la teja a cualquier ciudadano y esas transmisiones constituyen un peligro letal para la preservación del criterio de realidad.

Sin más preámbulos procederé a comentar la bendita cadena. El tema central eran los 18 años de la Misión Sucre. Recordemos que fue creada a renglón seguido de las Misiones Robinson y Rivas. Suponía abrir posibilidades en las regiones de formar profesionales en diferentes áreas del conocimiento. Se usaban locales Ad hoc y los estudios eran certificados por alguna universidad ya establecida. 

No analizaré el éxito o fracaso de esta Misión. No me referiré a la calidad de sus estudios porque, que se sepa, nunca hubo un proceso de evaluación de sus currículos o de la calidad de la enseñanza impartida. Sólo me atrevería a decir que no colocaría en manos de un médico egresado de esa misión, ni siquiera a la suegra de mi vecino. Hay otras maneras de vengarse, le comenté.

Lo que me llamó la atención fue la facilidad con la cual endulzaban la realidad al contar la historia de esta Misión y, por supuesto, al referirse a los supuestos logros de la revolución en materia de educación.

Tanto la maestra de ceremonias, cosa que es normal que lo haga, así como el ministro de educación universitaria y el propio presidente, vendieron unos logros, cuanto menos dudosos. La locación, si no me equivoco, fue un auditórium repleto de muchachos veinteañeros que estaban como esponjas absorbiendo todo lo que se les decía. 

La primera perla fue sobre el tema de la alfabetización. Palabras más palabras menos, señalaban que “El Comandante Supremo creó la Misión Robinson I para alfabetizar y en un año solo quedaban 400 mil analfabetos de 1 millón quinientos que había en el país. La Unesco por ello, decretó a Venezuela Territorio Libre de Analfabetismo”.

¡Guao!, la cosa es que todos sabemos que la cifra de analfabetos, en realidad, no bajó significativamente. Según el censo del 2011, la cifra se mantuvo en el histórico 5%. Sobre la Unesco, también sabemos que, lo que envió, fue una carta de felicitación al gobierno por la iniciativa de la campaña de alfabetización. Lo de “Territorio Libre de Analfabetismo” fue solo un autoelogio publicitario para satisfacer a las graderías. 

Otra de las cosas insólitas que escuche fue que el “Comandante Eterno” había creado las misiones educativas porque en Venezuela “no había educación para los pobres”. Tal afirmación desconoce la masificación de la educación impulsada desde el comienzo de la democracia. Esa política ayudó a consolidar una importante clase media que ascendió en la escala social, desde la pobreza, por las oportunidades de estudio.

Con respecto a la Misión Sucre manifestaban los discurseadores que “Chávez hizo un milagro, porque en el país no había educación universitaria para los pobres”. Entiendo que el que no conoce la yerba no debe meterse a Brujo, pero es un hecho público y notorio que cientos de miles de jóvenes de extracción popular, se graduaron en las universidades sin pagar absolutamente nada, inclusive muchos disfrutaron de becas para no verse obligados a incorporarse al trabajo mientras estudiaban.

La diferencia con el cuento de Charles Perrault, “La Bella Durmiente”, es que la malvada reina solo preguntaba al espejo sobre quién era la mujer más hermosa del reino y éste se limitaba a decirle la verdad. En el caso que comento la situación es al revés, la reina no pregunta sino que instruye al espejo sobre “la verdad” que quiere escuchar, y éste, solo repite bajo el temor de ser partido en mil pedazos por no seguir la corriente. Espejito, espejito déjame decirte que….