lunes, 20 de enero de 2020



Teodoro, siempre Teodoro, por Tulio Ramírez


Les parecerá extraño que le dedique un artículo a Teodoro Petkoff en enero, cuando fue en octubre que se cumplió un año de su desaparición física. Lo procedente era escribir sobre los temas que mantienen a la expectativa a la población venezolana para esta fecha. Son tantos, que no se justificaría el argumento “es que no se me ocurre nada” Ni que viviéramos en Finlandia, donde la noticia con la que amanecen las primeras planas de los periódicos un día normalote, tiene que ver con la aparición sano y salvo del gato de Mr. Olsen, después de 24 horas desaparecido.
Cualquier cronista serio en Venezuela no pelaría comentar las noticias que “inundan la parrilla informativa” como diría un profesor de Comunicación Social. Vamos a ver, ¿a cuenta de qué y porqué vamos a pelar el boche de la lista del listo de Parra?, ¿por qué no develar la retahíla de mentiras que “Idem Fresca” expuso ante la ANC?, ¿por qué no denunciar que los funcionarios públicos son como esclavos que no trabajan por un sueldo, sino por una bolsa de comida?, ¿cómo no meterle el diente al zarpazo que recibirá la UCV el próximo 27 de febrero cuando destituyan a sus autoridades para designar a tenienticos, borrachines o agresores de damas como autoridades de esa casa de estudios?, ¿por qué no hablar de maestros que celebran su día ganando menos de 6 dólares al mes?.
La verdad pareciera que no hay justificación alguna para no tocar estos y otros tantos álgidos temas que nos tienen la vida hecha cuadritos. Sin embargo, hoy decidí escribir sobre Teodoro y que el Dios de los periodistas me perdone. Aunque creo que el retruque que justificaría mi desliz es que hoy más que nunca hace falta la opinión orientadora y sin regodeos del catire Teodoro. Epa, no me refiero a la nostalgia por un caudillo, sino a la nostalgia por la política y sobre todo a la manera de hacer política de aquél que se enfrentó a mil demonios, sin claudicar ni vender la dinamita de su brazo, de su intelecto y de su verbo.
Conocí a Teodoro Petkoff por los tempranos setenta. La Universidad Central de Venezuela estaba en plena efervescencia por las elecciones del Frente de Renovación Estudiantil de la UCV (FREUCV), preludio de la moderna Federación de Centros Universitarios (FCU). Los partidos de izquierda se estaban reconfigurando después de la derrota de la lucha armada y la UCV seguía siendo un reducto de todos estos.
Para esos años el discurso fresco, contestatario del MAS monopolizaba simpatías en los jóvenes de la clase media urbana. Figuras como Teodoro, Pompeyo, Freddy Muñoz, Caraquita, Germán Lairet, Guerra Ramos y tantos otros, hicieron que volviera la esperanza para buena parte de la alicaída izquierda criolla.
Este nuevo liderazgo conformado en buena parte por jóvenes talentosos y cultos, cautivaron al sector universitario de la época. En medio de tanto talento, resaltaba la figura imponente de Teodoro. Su verbo claro y valiente vibró por toda Venezuela, mostrándose como la nueva referencia en materia de rebeldía e irreverencia. Pero Teodoro no fue luz de un día. Desde esos momentos y por casi 50 años se convirtió en la voz de los que no tienen voz.
El Poder siempre tembló ante su presencia. Como dirigente político, como intelectual, como diputado y como periodista fue una piedra en el zapato no solo para las élites que monopolizaron el poder en Venezuela sino también para el imperialismo soviético y los injerencistas cubanos. Por supuesto, también para la barbarie que se entronizó en Miraflores desde 1998.
Teodoro se despidió en 2019 como un viejo gladiador, con el cuerpo marcado por viejas y recientes heridas propinadas desde el poder. Fue perseguido hasta el final de sus días por una justicia descaradamente sesgada y cercado inhumanamente pese a su avanzada edad. Así pasa con aquéllos que inspiran temor a los abusivos de izquierda o de derecha.
Ya hace un año que no está entre nosotros. En mis cavilaciones me hago la idea que no estará descansando en paz. No me lo imagino enchinchorrado. Estoy seguro que allá donde se encuentre, estará luchando por mejorar lo que haya que mejorar. De Teodoro lo creo, ya que fue un ser incansable.

lunes, 6 de enero de 2020



En vez de un sol amanece un dólar, por Tulio Ramírez


Estoy escribiendo este artículo el 31 de diciembre a las 3:00 pm. Esta mañana fui a la calle a ultimar compras pendientes para la cena familiar. Visité varios establecimientos, entre ellos algunos Bodegones ya que quería complacer a mi familia con una exquisitez achocolatada, solo posible de conseguir en ese tipo de negocio.
En mi travesía pude constatar de primera mano cómo el dólar ha sustituido al Bolívar como moneda de curso legal. El lector se preguntará si vivo en otro planeta, pero la verdad, mis mandados habituales los hago pagando en bolívares y en abastos donde los precios no se presentan al público en moneda extranjera. Esta experiencia que reafirma mi condición de varón domado hasta el último día del año, me hizo recordar aquella canción de Rubén Baldes cuyo título es “Plástico”. Vamos al punto que no hay mucho espacio.
Era mediados de los años 70 y estudiaba sociología en la UCV. Era mi época de joven contestarlo, del Si podemos somos MAS e intelectual de cafetín. Siempre llevaba debajo del brazo el librito de Martha Harnecker forrado con papel periódico, “para despistar a la policía política del régimen hambreador impuesto por el imperialismo yanqui y sus lacayos, la burguesía criolla”. Creo que escribí bien el estribillo. Así, de memoria y sin aguantar respiración, caracterizábamos al gobierno de CAP.
Era del álbum “Siembra” de Rubén Blades y Willy Colón. Además de “Plástico”, había otras letras con las que se identificó toda una generación de revolucionarios salseros desde Catia hasta Petare. Canciones como “Pedro Navaja”, “María Lionza”, “Ligia Elena”, “Ojos”, “Buscando Guayaba” y “Siembra”, animaron las fiestas de los heterodoxos naranjas que se agruparon en torno al MAS y Teodoro Petkoff.
Rubén y Willy pasaron a sustituir a la Nueva Trova cubana y sus canciones pegajosas, al Bella Ciao, La Muralla, La Canción del Elegido y No basta Rezar. Ya las fiestas no eran para discutir las líneas del partido, la estrategia de la Paz Democrática o la guerra fría, sino para bailar al son de letras y ritmos que salían de las entrañas del Bronx y que a la vez nos hacían recordar nuestra condición de contestatarios sin alejarnos de la joda y la pachanga caribeña.
Hago mención específica a la canción “Plástico” en virtud de que en su letra se menciona refiriéndose a Nueva York, como la ciudad “donde en vez de un sol amanece un dólar…”. Esta era una metáfora que denunciaba de manera inteligente y poética, las perversidades del capitalismo. No solo se hacía referencia al carácter frívolo, insensible y fatuo de un sector social adinerado e indiferente a los problemas sociales, sino también a una sociedad materialista, donde la razón de existencia giraba en torno a los billetes verdes impresos en el Departamento del Tesoro.
50 años después, esa letra pareciera describir exactamente lo que pasa en Venezuela. Luego de 20 años de revolución antimperialista, bolivariana y profundamente, o más bien, “alocadamente” chavista, desde las más altas esferas gubernamentales se estimula el consumo de productos del imperio y el uso de su moneda, anteriormente sinónimo de explotación, alienación y colonialismo.
Fin de mundo. En mi época, equivocados o no, ser revolucionario era muy fácil, el imperialismo y la burguesía allá y nosotros aquí, punto. Hoy día este socialismo confunde.
Restaurantes de lujo por doquier, carros de alta gama en sus estacionamientos, construcción de mansiones principescas y edificios de oficina en las zonas más caras de Caracas, a la par de venezolanos comiendo de los mendrugos del gobierno.
Frente a esto, un máximo líder agradeciendo a Dios por la circulación ilegal de esa moneda extranjera. Este ecosistema contradictorio y desconcertante no lleva a concluir que en socialismo al igual que en el capitalismo, “en vez de un sol, amanece un dólar”. ¡Abrase visto tamaña disociación!.