lunes, 6 de enero de 2020



En vez de un sol amanece un dólar, por Tulio Ramírez


Estoy escribiendo este artículo el 31 de diciembre a las 3:00 pm. Esta mañana fui a la calle a ultimar compras pendientes para la cena familiar. Visité varios establecimientos, entre ellos algunos Bodegones ya que quería complacer a mi familia con una exquisitez achocolatada, solo posible de conseguir en ese tipo de negocio.
En mi travesía pude constatar de primera mano cómo el dólar ha sustituido al Bolívar como moneda de curso legal. El lector se preguntará si vivo en otro planeta, pero la verdad, mis mandados habituales los hago pagando en bolívares y en abastos donde los precios no se presentan al público en moneda extranjera. Esta experiencia que reafirma mi condición de varón domado hasta el último día del año, me hizo recordar aquella canción de Rubén Baldes cuyo título es “Plástico”. Vamos al punto que no hay mucho espacio.
Era mediados de los años 70 y estudiaba sociología en la UCV. Era mi época de joven contestarlo, del Si podemos somos MAS e intelectual de cafetín. Siempre llevaba debajo del brazo el librito de Martha Harnecker forrado con papel periódico, “para despistar a la policía política del régimen hambreador impuesto por el imperialismo yanqui y sus lacayos, la burguesía criolla”. Creo que escribí bien el estribillo. Así, de memoria y sin aguantar respiración, caracterizábamos al gobierno de CAP.
Era del álbum “Siembra” de Rubén Blades y Willy Colón. Además de “Plástico”, había otras letras con las que se identificó toda una generación de revolucionarios salseros desde Catia hasta Petare. Canciones como “Pedro Navaja”, “María Lionza”, “Ligia Elena”, “Ojos”, “Buscando Guayaba” y “Siembra”, animaron las fiestas de los heterodoxos naranjas que se agruparon en torno al MAS y Teodoro Petkoff.
Rubén y Willy pasaron a sustituir a la Nueva Trova cubana y sus canciones pegajosas, al Bella Ciao, La Muralla, La Canción del Elegido y No basta Rezar. Ya las fiestas no eran para discutir las líneas del partido, la estrategia de la Paz Democrática o la guerra fría, sino para bailar al son de letras y ritmos que salían de las entrañas del Bronx y que a la vez nos hacían recordar nuestra condición de contestatarios sin alejarnos de la joda y la pachanga caribeña.
Hago mención específica a la canción “Plástico” en virtud de que en su letra se menciona refiriéndose a Nueva York, como la ciudad “donde en vez de un sol amanece un dólar…”. Esta era una metáfora que denunciaba de manera inteligente y poética, las perversidades del capitalismo. No solo se hacía referencia al carácter frívolo, insensible y fatuo de un sector social adinerado e indiferente a los problemas sociales, sino también a una sociedad materialista, donde la razón de existencia giraba en torno a los billetes verdes impresos en el Departamento del Tesoro.
50 años después, esa letra pareciera describir exactamente lo que pasa en Venezuela. Luego de 20 años de revolución antimperialista, bolivariana y profundamente, o más bien, “alocadamente” chavista, desde las más altas esferas gubernamentales se estimula el consumo de productos del imperio y el uso de su moneda, anteriormente sinónimo de explotación, alienación y colonialismo.
Fin de mundo. En mi época, equivocados o no, ser revolucionario era muy fácil, el imperialismo y la burguesía allá y nosotros aquí, punto. Hoy día este socialismo confunde.
Restaurantes de lujo por doquier, carros de alta gama en sus estacionamientos, construcción de mansiones principescas y edificios de oficina en las zonas más caras de Caracas, a la par de venezolanos comiendo de los mendrugos del gobierno.
Frente a esto, un máximo líder agradeciendo a Dios por la circulación ilegal de esa moneda extranjera. Este ecosistema contradictorio y desconcertante no lleva a concluir que en socialismo al igual que en el capitalismo, “en vez de un sol, amanece un dólar”. ¡Abrase visto tamaña disociación!.

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