lunes, 28 de septiembre de 2020

 


Ser Delivery en Caracas, por Tulio Ramírez

delivery

@tulioramirezc


La necesidad obliga. Siempre ha sido así. Bailar con una hermana en una fiesta por falta de parejas no consanguíneas, es una de esas situaciones extremas por la que todo ser humano ha pasado alguna vez y yo no he sido la excepción. No lo niegue amigo lector, seguramente usted también ha experimentado esa experiencia cercana de tercer tipo.

Por supuesto, las situaciones varían. No todas son tan extremas como la anterior, pero la vida da muchas vueltas y con frecuencia nos hemos visto en el trance de aceptar algo que en condiciones normales nunca aceptaríamos. Buena parte de nuestros compatriotas en el exterior, pueden dar fe de lo que aquí digo. 

Todos hemos conocido casos. Odontólogos trabajando de acomodadores en Walmart, Ingenieros petroleros vendiendo café en alguna esquina de Lima, Físicos sudando la gota gorda frente a una paila de aceite hirviendo, vendiendo empanadas en el malecón de Guayaquil, doctores (con doctorado), trabajando de conserjes en Madrid o psicólogos cobrando una miseria por sacar perros a hacer sus necesidades en las calles de Buenos Aires.

No es por gusto ni por “vivir una experiencia que me haga encontrar a mí mismo”, que estos compatriotas han decidido realizar trabajos para los cuales no están formados. La necesidad de escapar de un país que nada les garantiza, los llevó a asumir la determinación de “hacer cualquier cosa” en otras tierras. La necesidad obliga.

Recuerdo que en una cadena nacional el presidente se burló de la situación de estos venezolanos porque “prefirieron lavar pocetas en un país extranjero”. Luego los invitaba a retornar con la promesa de que disfrutarían de la política de pleno empleo impulsada por el socialismo boyante que impera en Venezuela.

Los que se fueron no solo sufren este infortunio, los que se quedaron no lo están pasando muy diferente. A muchos tuvieron que “inventarse una” (hoy lo llaman emprendeduría), para soportar la pela de los salarios miserables o la falta de empleo. Conocemos a profesionales con elevadísimas competencias en su especialidad, haciendo y vendiendo productos artesanales para no sucumbir. Eso explica tantos anuncios en las redes sobre Tortaburrera’s Diet, Majarete Fitness o Bienmesabe Low Calorie. 

Otros, los más jóvenes, escogieron ser Delivery. Este oficio ha resurgido ante la escasez de gasolina. Digo resurgido porque, si bien es cierto que hoy es un boom en todo el mundo por la obligada cuarentena, también lo es el que durante los años 50 y 60 era común ver en Caracas a jóvenes en bicicleta distribuyendo productos a domicilio. Eran los llamados repartidores de abastos y farmacias.

Pero a diferencia de ayer, los Delivery de hoy son jóvenes preparados. En su mayoría son profesionales obligados a desempeñar esa dura labor por la falta de empleo. Puede parecer hasta divertido este oficio, pero andar en bicicleta en esta Caracas de alta criminalidad, con urbanizaciones ubicadas en lo que antes eran cerros vírgenes no es ningún paseo dominical.

Lo digo porque en la subida que conduce a mi casa, unos 6 kilómetros bien empinados, observé a un joven con una camiseta azul con un “Telopongoenlapuerta.com” en el ´pecho. Llevaba una enorme caja colgada en la espalda y una bicicleta al hombro con un caucho espichado. El pobre debía hacer la entrega acordada, no había de otra. Lo monté en la camioneta y le di un buen empujón. El chamo, además de las gracias, me dejó una tarjeta de presentación. Al llegar a casa y detallarla leí su nombre, un poco más abajo se veía una leyenda que decía, Biólogo Marino. Definitivamente la necesidad obliga.

lunes, 14 de septiembre de 2020

 


La multiplicación de los chats, por Tulio Ramírez

Chats

@tulioramirezc


Los pasajes bíblicos que aluden a la multiplicación del vino, los panes y el pescado, son de los más recurridos cuando la situación aprieta y no hay como multiplicarlos por uno mismo porque ya nadie presta el dinero para ello. “Dios proveerá” es la expresión usada en esos casos de extrema peladera.

Afortunadamente, y la Historia ha sido testigo, no todos se acostumbraron a esa manguanga. Por el contrario, los emprendedores se han logrado la multiplicación de las cosas que se necesitan para no montarle esa tarea a la entidad divina. Este tema tan interesante lo trataremos otro día. Hoy me voy a referir a un tipo diferente de multiplicación. Una más acorde con los nuevos tiempos, la multiplicación de los Chats.

Comenzaremos afirmando que la variedad de redes sociales han transformado todo. Lo primero fue al periodismo. Ahora podemos ser reporteros, pero sin colegiación, ni código de ética y sin un consejo de redacción que controle la calidad de lo que emitimos. También se transformó el chismorreo. Ahora, a la Teoría del Rumor hay que agregarle la velocidad de expansión en términos de megabytes por segundo.

Este fenómeno comunicacional y sociológico ha pasado por etapas y seguirá evolucionando hacia nuevas formas de convivencia social. Es impresionante cómo, en una comunidad de tan solo 50 familias, todos se enteren sobre los más íntimos secretos del vecindario en tiempo real, sin necesidad de reuniones en la peluquería, en el supermercado o en la sala de espera del veterinario.

Por la magia de la tecnología nos enteramos sobre cuál de los técnicos que reparan los ascensores fue el caimán que se bañó en el río con la esposa del buena gente del 4-B, nos sorprendemos al saber que el padre del hijo de la mosquita muerta del 8-C es el ciclista del 6-A. Con solo conectarnos nos enteramos de los motivos que hicieron que el señor que vende los quesos del 14-D, se fuera de la casa y dejara a su mujer viendo un chispero, Todo esto en tiempos en que, por la pandemia, nadie observa las acostumbradas tertulias vespertinas en los jardines del edificio.

Esta dinámica es parecida en todas las urbanizaciones. Primero se crea un Chat para notificar asuntos de interés vecinal. El nombre más utilizado es el “Chat de los Vecinos”. A la semana alguien comienza a hablar mal del gobierno e inmediatamente algún aludido reclama el uso incorrecto del chat. Ante la diatriba se crea otro grupo bajo el nombre, “Para Asuntos Vecinales, el original”. Va el segundo.

No pasan dos días cuando en este nuevo grupo aparecen anuncios de venta de hallaquitas de maíz, jaleas de mango, dólares, bujías para avionetas y medias de segunda mano para hombres. Termina convirtiéndose en una réplica de Mercadolibre.com. Por supuesto, no se hacen esperar los reclamos y se crea un tercer grupo para tratar estrictamente asuntos de la comunidad llamado “Asuntos de la Comunidad, más nada”. Va el tercero.

No pasan 15 días y un jodedor que nunca falta, envía unos videos y unos chistecitos subidos de tono. Luego, otros hacen lo suyo. La Junta de Condominio se indigna y crea un cuarto chat denominado “Solo para Vecinos Serios”. La cosa dura muy bien las dos primeros días hasta que comienzan a llegar mensajes sobre supuestas emergencias que resultan falsas alarmas. Se decide crear un nuevo grupo llamado “Solo para Emergencias”, conectado con la Policía para parar en seco la guachafita.

Así, en cuestión de menos de un mes se crean 5 grupos para chatear. Cada uno atiende un target distinto, aunque los vecinos participan en todos. Si esta práctica se reproduce en otras urbanizaciones, tendremos la versión tecnológica del milagro de la multiplicación de los panes, pero en versión 4G para Android y Smartphone.