lunes, 20 de febrero de 2017

Justicia al contado, no por cuotas

Tribunal Supremo

El doble propósito de los anuncios gubernamentales siempre fue, además de darnos una mala noticia, aprovechar y fastidiarnos la salida a la playa, la parrillada en casa del cuñado favorito o el casi obligado ratón producto de la celebración previa al “día libre”
Si construyésemos una cronología de la oportunidad que el gobierno escoge para dar malas noticias a los venezolanos, nos sorprendería. La cosa es tan cronométrica que no sé si por azar o por alguna intensión perversa, cada escándalo ha coincidido con una fecha importante para nuestro gentilicio. La última tocó el Día de los Enamorados, con la diferencia que esta vez la dieron los catires del odiado, pero no menos admirado, imperio mesmo. La noticia fue tan estremecedora que los sempiternos pájaros bravos y cazadores de güires, no terminaban de concretar la emboscada a la novia, esposa o querida, cuando se enteraron del bombazo de las sanciones contra el Vicepresidente Ejecutivo por estar supuestamente ligado al narcotráfico y al terrorismo internacional.

Esa noticia le enfrío el guarapo a más de uno a causa de las angustias que ocasiona el ver las barbas del vecino arder. La planificación de la sorpresa que se iba a dar a la enamorada de turno, no surtiría ningún efecto ante tamaña información. Esa noticia pasó a ser el plato fuerte del día. Todas las invitaciones y propuestas indecorosas o no, se fueron al traste. La velada se concentraría en el “¿qué ira a pasar ahora?” y en el recurrente “mira que lo sabía, eso se veía venir”. La gran pregunta, ¿porqué el Departamento del Tesoro de EUA escogió el Día de San Valentín para amargarle la vida a algunos altos funcionarios del gobierno venezolano?.

Creo que los gringos de ahora en adelante se empeñarán en fastidiar a los chavistas en nuestras fechas más significativas. No sé mucho de política internacional, pero parece una estrategia de apoyo a los venezolanos y de venganza contra el gobierno chavista. Para mí que les están dando de su propia medicina. Los de la CIA, FBI, NBA, MLB o como se llamen, saben de las muchas ocasiones en las que el gobierno nos desbarató un día festivopor tomar alguna medida impopular que nos quitaba la nota y el entusiasmo que generaba un día de descanso y esparcimiento. No exagero, solo recuerden que los anuncios sobre aumentos de precios, del IVA, de la Unidad Tributaria, la reducción del cupo CADIVI, el cierre de Radio Caracas Televisión, las devaluaciones del Bolívar, el apresamiento de Leopoldo López, la suspensión del referendo revocatorio, y otras minucias, nos las dieron en vísperas de algún puente, carnavales, semana santa, Día de la Madre, vacaciones de agosto, navidades y hasta fin de año. Como dice mi abuela, no tuvieron nunca paz con la miseria.

El doble propósito de los anuncios gubernamentales siempre fue, además de darnos una mala noticia, aprovechar y fastidiarnos la salida a la playa, la parrillada en casa del cuñado favorito o el casi obligado ratón producto de la celebración previa al “día libre”. Fue tal el ensañamiento para hacer ilusorio el derecho al esparcimiento del venezolano, que siempre me imaginé a los de la Sala Situacional golpeándose entre ellos las palmas de las manos en señal de victoria, cuando les llegaban reportes sobre episodios de depresión o de arrechera colectiva. Esa malévola conducta ha hecho que de un tiempo para acá el pueblo, al advertir la proximidad de una fecha festiva, se prepare psicológicamente para recibir el trancazo de alguna medida gubernamental que con toda seguridad lo desfavorecerá.

Así pues, estoy de acuerdo con que el imperio les aplique una ración de su propia salsa. El 04 de febrero, el 5 de marzo, el 27 de noviembre, el 8 de diciembre son algunas fechas propicias para que desde la tierra de Mickey y Donald se den anuncios de cancelación de visas y confiscación de bienes y cuentas bancarias, así como órdenes de captura por tráfico de drogas, violación de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y conchupancia con el terrorismo internacional. Eso se llama justicia por goteo, con el aditamento del efecto lotería pero al revés, o sea, los incursos en estos delitos ligarán que su numerito no salga sorteado. Sin embargo confieso que esta propuesta ha tenido sus detractores entre amistades y allegados. Pero tal oposición no es por lo cruel que pudiera ser, el problema es que supone una justicia por cuotas y el pueblo, harto de tantos desmanes y corrupción, clama por una justicia al contado.

lunes, 13 de febrero de 2017

La Comandante Camucha

Marchas oficialistas

No tengo idea de cuantas Camuchas seguirán entre nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a través de los medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y gritando desaforadamente loas a la revolución
Mi comadre Camucha Salazar siempre fue una chavista furibunda. Allá en su terruño carupanero destacaba entre sus coterráneos por su habitual atuendo rojo. Nunca se supo si se ponía todos los días la misma desteñida y rojiza franela o si tenía siete de ellas, una para cada día de la semana. Imposible de desprenderse de sus ocurrencias, cuando alguien la increpaba sobre su manera de vestir, respondía con un dejo de socióloga catedrática universitaria; “es propaganda subinguinal para combatir los mensajes metereológicos de la burguesía criolla y sus aliados del norte Busss, el negrito Osama Bin Laden y ahora el Pato Donald”. Dicen en el pueblo que cuando “regresó” Chávez de Cuba, se instaló en las afueras del Hospital Militar durante semanas para ser la primera en aplaudirlo cuando saliera por sus propios pies de ese sanatorio castrense. Después que sacaron el féretro, allí se quedo por varios  días más confiada en que todo era un ardid del Comandante.
 Podríamos escribir muchas líneas sobre la fidelidad a Chávez de la comandante Camucha, como le decían sus camaradas. Recuerdo que cuando asumió como suya la sentencia de Chávez sobre lo malo que era ser rico, lo primero que hizo fue dejar de comprar la lotería de animalitos, no vaya a ser que se ganara el primer premio. Siempre congruente con sus ideales dejó de participar en el San que organizaban las vecinas. Todos nos enteramos de la carta que escribió a sus hermanos que viven en Margarita y Marigüitar, para que no la mencionaran en sus testamentos. Les indicaba en esa misiva que si morían primero debían donar los peñeros a la revolución, ya que ella nada necesitaba. Si acaso le querían dejar algo, sugería que le apartaran el busto de Chávez que tenía Chuíto allá en el ranchón de Juan Griego y la foto que Güicho se tomó con Chávez cuando fue a inaugurar una Pila de agua en uno de los Barrios de la costa sucrense. Cuando algún jodedor le señalaba que la familia Chávez eran potentados en Barinas, Camucha reaccionaba afirmando que eso era una venganza de Hugo Rafael por haberlo prácticamente regalado a su abuela Rosa Inés. Ahora los Chávez debían vivir el sufrimiento de ser ricos. Así era Camucha.
 Nunca olvidaré cuando en el bautizo de mi ahijada repartió como recuerditos unos escapularios con una foto de Chávez vestido de médico (ella decía que de José Gregorio Hernández) y en vez del tradicional pabellón, ofreció a los invitados unos platos de sardinas con ñame porque “eso era lo que comían los pobres” y ella no iba a ser menos pobre que nadie. Siempre me llamó la atención que en ese ágape, en vez de guarapita se brindará con Whisky 18 años. Luego me explicó que era un contrabando decomisado por la Guardia y que su otro compadre, el Sargento “Cherere” (nunca me dijo el nombre), tuvo la gentileza de donárselo como “Bienes expropiados a la oligarquía carupanera”, y bajo esas circunstancias con muchísimo gusto los aceptaba.
 Ya Camucha no está con nosotros, según sus propias palabras partiría a acompañar al Comandante Eterno para ayudarlo a adelantar el proceso allá en el cielo. No puedo asegurar que así lo haya dicho porque no estuve allí, pero conociéndola como la conocí, no me extrañaría que hayan sido sus últimas palabras antes de sucumbir a la terrible enfermedad que padeció, gracias a Dios, por breve tiempo. Me dicen que a su entierro solo asistieron sus vecinos y ningún dirigente de la revolución. A nadie le extrañó.
 No tengo idea de cuantas Camuchas seguirán entre nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a través de los medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y gritando desaforadamente loas a la revolución. También su imagen me viene a la mente cuando veo a ancianitas en las marchas organizadas por el gobierno, recargadas ridículamente con motivos alusivos a Chávez y al PSUV. Sin embargo, pienso que cada vez son menos. Las que quedan han pasado a ser curiosidades que inspiran más lástima que burla, sobre todo porque conocemos el estilo dispendioso y de grosero lujo en el que viven los que las inducen a vestir de esa manera. Camucha también creyó ingenuamente en ellos. Adiós comadre, descanse en paz.