lunes, 13 de febrero de 2017

La Comandante Camucha

Marchas oficialistas

No tengo idea de cuantas Camuchas seguirán entre nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a través de los medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y gritando desaforadamente loas a la revolución
Mi comadre Camucha Salazar siempre fue una chavista furibunda. Allá en su terruño carupanero destacaba entre sus coterráneos por su habitual atuendo rojo. Nunca se supo si se ponía todos los días la misma desteñida y rojiza franela o si tenía siete de ellas, una para cada día de la semana. Imposible de desprenderse de sus ocurrencias, cuando alguien la increpaba sobre su manera de vestir, respondía con un dejo de socióloga catedrática universitaria; “es propaganda subinguinal para combatir los mensajes metereológicos de la burguesía criolla y sus aliados del norte Busss, el negrito Osama Bin Laden y ahora el Pato Donald”. Dicen en el pueblo que cuando “regresó” Chávez de Cuba, se instaló en las afueras del Hospital Militar durante semanas para ser la primera en aplaudirlo cuando saliera por sus propios pies de ese sanatorio castrense. Después que sacaron el féretro, allí se quedo por varios  días más confiada en que todo era un ardid del Comandante.
 Podríamos escribir muchas líneas sobre la fidelidad a Chávez de la comandante Camucha, como le decían sus camaradas. Recuerdo que cuando asumió como suya la sentencia de Chávez sobre lo malo que era ser rico, lo primero que hizo fue dejar de comprar la lotería de animalitos, no vaya a ser que se ganara el primer premio. Siempre congruente con sus ideales dejó de participar en el San que organizaban las vecinas. Todos nos enteramos de la carta que escribió a sus hermanos que viven en Margarita y Marigüitar, para que no la mencionaran en sus testamentos. Les indicaba en esa misiva que si morían primero debían donar los peñeros a la revolución, ya que ella nada necesitaba. Si acaso le querían dejar algo, sugería que le apartaran el busto de Chávez que tenía Chuíto allá en el ranchón de Juan Griego y la foto que Güicho se tomó con Chávez cuando fue a inaugurar una Pila de agua en uno de los Barrios de la costa sucrense. Cuando algún jodedor le señalaba que la familia Chávez eran potentados en Barinas, Camucha reaccionaba afirmando que eso era una venganza de Hugo Rafael por haberlo prácticamente regalado a su abuela Rosa Inés. Ahora los Chávez debían vivir el sufrimiento de ser ricos. Así era Camucha.
 Nunca olvidaré cuando en el bautizo de mi ahijada repartió como recuerditos unos escapularios con una foto de Chávez vestido de médico (ella decía que de José Gregorio Hernández) y en vez del tradicional pabellón, ofreció a los invitados unos platos de sardinas con ñame porque “eso era lo que comían los pobres” y ella no iba a ser menos pobre que nadie. Siempre me llamó la atención que en ese ágape, en vez de guarapita se brindará con Whisky 18 años. Luego me explicó que era un contrabando decomisado por la Guardia y que su otro compadre, el Sargento “Cherere” (nunca me dijo el nombre), tuvo la gentileza de donárselo como “Bienes expropiados a la oligarquía carupanera”, y bajo esas circunstancias con muchísimo gusto los aceptaba.
 Ya Camucha no está con nosotros, según sus propias palabras partiría a acompañar al Comandante Eterno para ayudarlo a adelantar el proceso allá en el cielo. No puedo asegurar que así lo haya dicho porque no estuve allí, pero conociéndola como la conocí, no me extrañaría que hayan sido sus últimas palabras antes de sucumbir a la terrible enfermedad que padeció, gracias a Dios, por breve tiempo. Me dicen que a su entierro solo asistieron sus vecinos y ningún dirigente de la revolución. A nadie le extrañó.
 No tengo idea de cuantas Camuchas seguirán entre nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a través de los medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y gritando desaforadamente loas a la revolución. También su imagen me viene a la mente cuando veo a ancianitas en las marchas organizadas por el gobierno, recargadas ridículamente con motivos alusivos a Chávez y al PSUV. Sin embargo, pienso que cada vez son menos. Las que quedan han pasado a ser curiosidades que inspiran más lástima que burla, sobre todo porque conocemos el estilo dispendioso y de grosero lujo en el que viven los que las inducen a vestir de esa manera. Camucha también creyó ingenuamente en ellos. Adiós comadre, descanse en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario