No tengo idea de cuantas Camuchas seguirán entre
nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a través de los
medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y gritando
desaforadamente loas a la revolución
Mi comadre Camucha
Salazar siempre fue una chavista furibunda. Allá en su terruño
carupanero destacaba entre sus coterráneos por su habitual atuendo rojo.
Nunca se supo si se ponía todos los días la misma desteñida y rojiza
franela o si tenía siete de ellas, una para cada día de la semana.
Imposible de desprenderse de sus ocurrencias, cuando alguien la
increpaba sobre su manera de vestir, respondía con un dejo de socióloga
catedrática universitaria; “es propaganda subinguinal para combatir los mensajes metereológicos de la burguesía criolla y sus aliados del norte Busss, el negrito Osama Bin Laden y ahora el Pato Donald”.
Dicen en el pueblo que cuando “regresó” Chávez de Cuba, se instaló en
las afueras del Hospital Militar durante semanas para ser la primera en
aplaudirlo cuando saliera por sus propios pies de ese sanatorio
castrense. Después que sacaron el féretro, allí se quedo por varios
días más confiada en que todo era un ardid del Comandante.
Podríamos escribir muchas líneas sobre
la fidelidad a Chávez de la comandante Camucha, como le decían sus
camaradas. Recuerdo que cuando asumió como suya la sentencia de Chávez
sobre lo malo que era ser rico, lo primero que hizo fue dejar de comprar
la lotería de animalitos, no vaya a ser que se ganara el primer premio.
Siempre congruente con sus ideales dejó de participar en el San que
organizaban las vecinas. Todos nos enteramos de la carta que escribió a
sus hermanos que viven en Margarita y Marigüitar, para que no la
mencionaran en sus testamentos. Les indicaba en esa misiva que si morían
primero debían donar los peñeros a la revolución, ya que ella nada
necesitaba. Si acaso le querían dejar algo, sugería que le apartaran el
busto de Chávez que tenía Chuíto allá en el ranchón de Juan Griego y la
foto que Güicho se tomó con Chávez cuando fue a inaugurar una Pila de
agua en uno de los Barrios de la costa sucrense. Cuando algún jodedor le
señalaba que la familia Chávez eran potentados en Barinas, Camucha
reaccionaba afirmando que eso era una venganza de Hugo Rafael por
haberlo prácticamente regalado a su abuela Rosa Inés. Ahora los Chávez
debían vivir el sufrimiento de ser ricos. Así era Camucha.
Nunca olvidaré cuando en el bautizo de
mi ahijada repartió como recuerditos unos escapularios con una foto de
Chávez vestido de médico (ella decía que de José Gregorio Hernández) y
en vez del tradicional pabellón, ofreció a los invitados unos platos de
sardinas con ñame porque “eso era lo que comían los pobres” y ella no
iba a ser menos pobre que nadie. Siempre me llamó la atención que en ese
ágape, en vez de guarapita se brindará con Whisky 18 años. Luego me
explicó que era un contrabando decomisado por la Guardia y que su otro
compadre, el Sargento “Cherere” (nunca me dijo el nombre), tuvo la
gentileza de donárselo como “Bienes expropiados a la oligarquía
carupanera”, y bajo esas circunstancias con muchísimo gusto los
aceptaba.
Ya Camucha no está con nosotros, según
sus propias palabras partiría a acompañar al Comandante Eterno para
ayudarlo a adelantar el proceso allá en el cielo. No puedo asegurar que
así lo haya dicho porque no estuve allí, pero conociéndola como la
conocí, no me extrañaría que hayan sido sus últimas palabras antes de
sucumbir a la terrible enfermedad que padeció, gracias a Dios, por breve
tiempo. Me dicen que a su entierro solo asistieron sus vecinos y ningún
dirigente de la revolución. A nadie le extrañó.
No tengo idea de cuantas Camuchas
seguirán entre nosotros. De vez en cuando la rememoro cuando observo a
través de los medios a viejitas desdentadas, vestidas de miliciano y
gritando desaforadamente loas a la revolución. También su imagen me
viene a la mente cuando veo a ancianitas en las marchas organizadas por
el gobierno, recargadas ridículamente con motivos alusivos a Chávez y al
PSUV. Sin embargo, pienso que cada vez son menos. Las que quedan han
pasado a ser curiosidades que inspiran más lástima que burla, sobre todo
porque conocemos el estilo dispendioso y de grosero lujo en el que
viven los que las inducen a vestir de esa manera. Camucha también creyó
ingenuamente en ellos. Adiós comadre, descanse en paz.
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