lunes, 17 de abril de 2023

 

Inteligencia artificial vs la romana vieja, por Tulio Ramírez

Inteligencia artificial
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En el mundo se están debatiendo las consecuencias del avance vertiginoso de la llamada inteligencia artificial (IA). Según lo que he leído, la cosa va más allá de predecir con exactitud nuestros gustos y hábitos de consumo según el patrón de nuestras compras por internet, las películas que vemos por el cable o los delivery que hacemos una vez al mes.

Al parecer, ya no solo se trata de atosigarte con propagandas de zapatos deportivos por los dos pares de guachicones que compraste por Amazon, o de meterte por los ojos cuanta película japonesa exista, porque un día se te ocurrió acompañar a tu nieto para ver por la ventana de  Netflix que tienes alquilada por tres dólares al mes, una serie de cuatro capítulos llamada La venganza de Yosikomo Ayakita.

Lo cierto es que, por lo que se lee, la cosa va más allá de una estrategia de marketing. Por algo la inversión en esa área supera con creces a la que se realiza en los países del tercer mundo para el desarrollo de la inteligencia natural. En nuestros países, los presupuestos para escuelas, alimentación y transporte escolar, formación de buenos docentes y salarios dignos para los maestros, no supera ni en una cuarta parte lo que las grandes empresas de la robótica, la mecatrónica y la biotecnología invierten en sus investigaciones.

Por estos días se hizo pública una carta firmada por más de mil expertos, pidiendo, por caridad, la suspensión por seis meses de las investigaciones en inteligencia artificial. Aún no entiendo lo de la carta. Deben explicarme si parando por seis meses se va a evitar que dentro de otros seis se emparejen, e inclusive superen, lo que se tenía previsto producir durante los meses del paro. Es como pedirle a mi compadre Güicho que deje de beber una semana con la esperanza de que con ese descanso comenzará a tomar más conciencia que ron.

Para otro sector, más dado a la teoría de la conspiración, hay que detener la investigación en inteligencia artificial porque acabará desarrollándose una suerte de transhúmanos (mitad humanos y mitad robots) que gobernarán al mundo, sometiendo a los mortales a una servidumbre generalizada por tiempo indefinido. Socialismo del siglo XXI a nivel mundial, pues.

Ni hablar de las consecuencias para el mundo del trabajo. Se prevé que más de 300 millones de trabajadores perderán sus puestos ya que serán sustituidos por tecnologías capaces de hacer el mismo trabajo sin exigir mejoras salariales ni faltar el lunes después de Semana Santa.

Por otro lado, el debate llegó a las universidades. Ahora el problema no es el caduco «copia y pega»; lo que está dando la hora es el Chat GTP. Los estudiantes pueden darle la orden a su computadora para que haga una monografía sobre «la influencia del chivirico en la producción de ondas betas en colimodios de alto espectro» y ¡zuas!, el trabajo de 15 páginas listo en cinco minutos; además, inédito y resistente a los antiplagios.

El profesor español Rafael Luque, de la universidad de Córdoba, suspendido de su cargo por jugar doble play produciendo artículos científicos por encargo y cobrando por ello en más de cinco universidades —a pesar de ser a dedicación exclusiva en la suya—, acaba de confesar que buena parte de los 150 artículos que producía por año eran hechos a través de Chat GTP, o sea.

El asunto, entonces, además de las consecuencias que tiene en la inducción del consumo o en la conformación de un nuevo orden mundial dominado por máquinas, también tiene un trasfondo ético que debe llamar a la reflexión, sobre todo en el ámbito académico. ¿Cómo estar seguro de que el libro, el artículo, la monografía o el ensayo elaborado por algún profesor o estudiante son de su autoría y no sacados del sombrero de Chat GTP?

De continuar las cosas como van, se tendrán que sustituir a los profesores por prototipos parecidos a Terminator (pero con toga y birrete), diseñados para perseguir humanos que pretendan hacer fraude académico.

Por otra parte, imagino que los trabajos de ascenso y tesis de postgrado serán evaluados por máquinas tipo Smarmatic (pero un poco más inteligentes) para saber si en los lugares más recónditos de la red se esconde una combinación de algoritmos con el contenido de dichos trabajos.

Conversando sobre este tema con un apreciado profesor ya jubilado, pero todavía dando clases, me comentaba: «Por lo pronto, y antes de que me alcance el futuro, creo que recurriré a la vieja estrategia. Diré a mis estudiantes que los ensayos los harán en clase. Deben llevar una maquinita de escribir Olympia u Olivetti. Les permitiré traer Tipex líquido o en cintas para corregir, fichas con sus apuntes y hasta papel carbón por si quieren imprimir más de una copia». Sólo atiné a responderle: «Que la fuerza le acompañe, querido profesor, lo más seguro es que ninguno de sus estudiantes entienda esas instrucciones».

lunes, 3 de abril de 2023

 

El Dragón Chino y las elecciones en la UCV, por Tulio Ramírez

¿La casa que se dejó vencer por la sombra?
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La decisión política de ir a elecciones en la UCV se ha mantenido, pese a las voces extremadamente cautelosas que han advertido que «el gobierno chavista las impedirá o las trampeará, para que al final la universidad quede peor con respecto a la situación que tenemos hoy».

Afortunadamente, este pregón no ha tenido la audiencia suficiente y la UCV se prepara con entusiasmo para renovar sus autoridades después de más de 11 años de mora obligada. Por supuesto, no soy cogido a lazo. La posibilidad de marramuncias para torcer la voluntad de los electores o impugnaciones de última hora por demasiado sol o demasiada lluvia que «impidió el derecho al voto a un camarada», siempre estarán en el ambiente. 

Estamos acostumbrados a que cada vez que hay elecciones, bien sea para escoger a la reina del salón o al presidente de la Junta de Condominio, el oficialismo se comporte de manera similar a aquel luchador «rudo» que participaba en la hoy poco recordada Lucha Libre o Catch As Catch Can.

Me refiero a El Dragón Chino. Un luchador odiado por las multitudes y objeto de los insultos y carterazos de la popular Paulita, una barloventeña que vivía en El Guarataro que no se pelaba el espectáculo desde la primera fila del viejo Palacio de los Deportes de la avenida San Martín.

Debido a la clara supremacía de los rivales «técnicos» o «limpios» como El Doctor Nelson, El Tigrito del Ring, Bernardino La Marca, El Gran Lotario o Bassil Battah; El Dragón Chino acudía a artimañas como el uso de «la sustancia venenosa» para enceguecer a sus rivales, así como al irrespeto de las normas que regían la lucha. Atacaba de manera inmisericorde a su contrincante cuando estaba amparado por «el conteo de protección» o cuando «estaba a salvo» tras el contacto con las cuerdas. 

Por si este ventajismo no fuera suficiente, contaba con la ayuda antirreglamentaria de su acompañante, La Dama de las Cadenas, quién junto a su fiel second «Cara e´muerto» y a un arbitraje vendido, impedían que los «técnicos» lucharan en igualdad de condiciones.

Al igual que en los actos electorales, todos sabíamos de antemano que El Dragón Chino utilizaría sus malas artes para derrotar al adversario, pero eso no impedía que «los buenos», siempre apoyados por el público, hicieran gala de sus habilidades y técnicas pancraciastas para salir victoriosos a pesar de los obstáculos y el ventajismo de su tramposo contrincante. 

No dudo que algún apreciado colega profesor argumente que esta analogía es poco científica y hasta impertinente. Puede ser cierto, o mejor aún, hasta le daría toda la razón. Pero una cosa es confiar en nuestras propias fortalezas ante eventuales situaciones adversas y otra, achicopalarse sobreestimando a un adversario que no ha podido ganar una elección estudiantil ni profesoral en los últimos 21 años. 

La demostración dada en las recientes elecciones para elegir representantes de los egresados a los cuerpos colegiados, fue más que elocuente. Una apabullante mayoría envío un mensaje claro: «No queremos la intromisión abusiva y antiautonómica del gobierno chavista en los asuntos universitarios».

El chavismo no solo no ha ganado en la UCV, tampoco en ninguna elección organizada en universidades públicas o privadas. De hecho, la única fórmula que han conseguido para no morder el polvo de la derrota, ha sido prohibiéndolas. ¿Tomarán esa impresentable decisión a pocos meses de unas elecciones nacionales? Lo dudo, pero como siempre digo, en este país lo más seguro es que quien sabe. 

Por cierto, al Dragón Chino nunca le quitaron la máscara a pesar de que tuvo muchos combates donde lo que estaba en juego era el despojo de la careta. En una oportunidad apostó públicamente que si perdía frente a Jorge Battah se quitaría la careta. Finalmente, salió derrotado, pero engañó a todo el mundo. Se quitó la máscara y debajo tenía otra puesta. Nunca se conoció su verdadero rostro.

En nuestro caso no hay analogía posible ya que desde hace muchos años el chavismo se quitó solito la máscara, dejando ver su intención con respecto a nuestras universidades autónomas. El próximo 26 de mayo iremos a apoyar con nuestro voto a aquellos candidatos que no solo tengan credenciales para desempeñar el cargo para los cuales optan, sino también que hayan demostrado durante los años de asedio chavista a la UCV, una decidida, firme, y sincera defensa de la autonomía universitaria.