miércoles, 27 de diciembre de 2023

 

La revolución y sus propósitos, por Tulio Ramírez

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La revolución ha logrado muchos de sus propósitos. No hay que ser mezquino. El reconocimiento a quien lo merece ha sido una de las virtudes que he cultivado desde niño. Sí hay méritos que destacar, no me ahorro las felicitaciones para quien ha hecho un esfuerzo por merecerlo.

Es un aprendizaje obtenido en el hogar. Mis padres siempre decían que la envidia era buena cuando estimulaba nuestro propio desarrollo, pero muy perversa cuando nuestras energías se invierten en descalificar o ignorar el triunfo del otro. El éxito del semejante puede ser nuestro propio éxito, si nos sirve de modelo para crecer y triunfar.

La víspera del nacimiento del Niño Dios es un buen momento para hacer público estos reconocimientos. Y es lo que me propongo hacer a través de este artículo. Voy a felicitar a la revolución porque ha logrado buena parte de lo que se propuso desde el primer momento. Ruego a mis lectores, molestos por estas primeras líneas, que no pasen a otro artículo. Juro que no bebí nada sospechoso mientras escribía esta entrega.

El primer exitazo ha sido llevarnos al “Mar de la Felicidad”. Esto no era algo fácil de lograr. Acostumbrarnos durante la Cuarta República a tener agua y luz todos los días, a viajar de vez en cuando, comprar nuestro apartamento con un crédito bancario, cobrar el aguinaldo y hacer las hallacas sin que signifique dejar de pagar la cuota del carro, para ahora convertirnos en rebuscadores para sobrevivir, es un cambio realmente notable.

Antes de la revolución comprábamos regalos para toda la familia, hasta para los primos que llegaban del interior a pasar la navidad con nosotros. Con el socialismo del siglo XXI fuimos migrando a regalar solo a los niños cualquier pendejada. Ahora la peladera de bolas nos ha llevado a inventar ese subterfugio llamado “amigo secreto o intercambio”, eso sí, con monto máximo para el precio del regalo. Ese es otro logro.

Otro propósito fue la fractura familiar. El venezolano siempre ha sido muy familiero, por eso esta meta era muy complicada. Sin embargo, a pulso lo han logrado. Primero con la cizaña política que separó familias. Luego, la miseria y la falta de oportunidades, obligó a que más de 8 millones de compatriotas escogieran escapar de su propio país.

Por otra parte, y como para vanagloriarnos, estamos ocupando los primeros lugares en inflación, corrupción, desconfianza en la justicia, embarazo de menores, pobreza extrema, suicidios, desmanes por parte de registros inmobiliarios, salarios más bajos, destrucción del medio ambiente, devaluación de la moneda, baja de la calidad educativa, fuga de cerebros y fuga de presos. 

Hablando de presos, dudo mucho que en la región y quizás también en el mundo, un reo por estafa, pueda, desde la cárcel, producir un espectáculo en una Base Aérea Militar y darse el lujo de pagar tres millones de dólares al artista internacional invitado. Esto debe ser un récord Guinness.

No hay que dudarlo, han logrado éxitos en sus propósitos. Lástima que entre estos nunca estuvo la construcción de una sociedad con libertad y oportunidades para el crecimiento individual y colectivo de sus ciudadanos. Si hubiese sido así, tendríamos este 24 de diciembre, una cena de navidad feliz y en familia, y no mesas tristes con sillas vacías porque parte de la familia decidió buscar una vida mejor en otros países, o la muerte en algún paraje de El Darién.

Feliz Navidad amigos lectores, sigamos pidiendo el milagrito. No perdamos la fe.

lunes, 27 de noviembre de 2023

 

Entre motorizados te veas, por Tulio Ramírez

Frontera motorizados
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X: @tulioramirezc

El primer vehículo motorizado sobre dos ruedas fue inventado por los franceses Pierre Michaux y Pierre Lallement en 1868. Estaba propulsado por un motor a vapor de un cilindro que accionaba la rueda delantera. Casi 20 años después se produjo la invención del motor de combustión interna, el cual fue diseñado por Gottlieb Daimler y Wilhelm Maybach en 1885. Este motor era de cuatro tiempos de un cilindro que accionaba la rueda trasera.

Luego de esos inicios, la primera motocicleta producida en serie fue la Hildebrand & Wolfmüller, fabricada en Alemania en 1894. Tenía un motor de dos cilindros de 2.500 cc que desarrollaba una velocidad máxima de 30 km/h. Los parroquianos la veían como una máquina infernal ya que espantaba a los caballos y salpicaba de barro a los transeúntes.

Posteriormente apareció la Harley-Davidson con su sonido particular y la Duccati con su estilizada línea. Más tarde, los asiáticos inundaron el mercado con motocicletas para todos los gustos y bolsillos. Marcas como Honda, Yamaha, Suzuki, Kawasaki se volvieron tan populares que se asimilaron a las diferentes lenguas del globo. ¿Quién no soñó tener una Vespa para ir a la universidad o una Triumph TR5 Trophy, para emular al James Dean de Rebelde sin Causa?. 

Con el tiempo, la moto se convirtió en un vehículo masivo. En algunas ciudades como Ho Chi Minh (Vietnam), el número de motos transitando es invasivo. Con sus 7 millones de habitantes, es la ciudad con más motos en el mundo. Hay cerca de 6 millones de motocicletas, lo que equivale a más de 800 por cada mil habitantes.

En Bangkok, con una población de más de 10 millones de habitantes, se estima que hay cerca de 4 millones de motos. En Delhi, se estiman 3 millones de motos, con una población de 30 millones de habitantes. 

En estas ciudades es icónica la escena de una maraña de motos circulando sin orden ni concierto en calles abarrotadas de vehículos de cuatro ruedas, gente caminando y hasta vehículos de tracción animal. Lo espectacular es que, a pesar del caos, el tráfico es fluido y sin contratiempos. Pareciera más bien una escena diseñada por una Inteligencia Artificial.

En nuestra capital no se conoce oficialmente cuantas motos circulan. Sin embargo, la nueva y revolucionaria métrica que se utiliza como unidad de medida, podría ayudarnos en el cálculo. Por ejemplo si la expresión “un gentío” alude a un enorme número de votantes de una elección, podríamos usar la expresión “un pocote” para referirnos al excesivo número de motos que circulan por nuestra ciudad capital. 

A diferencia de la maraña motorizada que observamos en las ciudades comentadas, en nuestra ciudad la presencia de motorizados, además de enorme, es anárquica y violenta. No son todos, pero muchos de ellos se han convertido en una suerte de jinetes del apocalipsis.

No solamente se adueñan de las aceras, sino que también circulan contra el flechado, se atraviesan debajo de los puentes de la autopista cada vez que llueve, paralizando el tránsito a placer y estacionan donde les venga en gana. No pitan la corneta sino que dan un “cascazo” al capó del carro que los molesta y si no llevan casco le dan una patada a la puerta del vehículo del sorprendido conductor. Y no se le ocurra increparlos, mucho menos tocarlos, sería un acto suicida. 

Sin tantos que cambiar de canal resulta imposible. Por más que pongas la luz de cruce para advertir el cambio de vía, no lo vas a lograr. Los amigos motorizados pasan sin detenerse aunque la luz de cruce la hayamos puesto con suficiente anticipación. 

En una oportunidad, transitando por la autopista del Este sentido Oeste-Este, mi vecina quiso salir a la altura de Bello Monte y nunca pudo por más que lo intentó. Solo cuando cesó la enorme hilera de motorizados pudo salir de la autopista pero a la altura de la California. Igual le pasó de retorno, no pudo salir por Chacaíto sino a duras penas, por Parque Central.

Por otra parte, si usted está conduciendo y atiende una llamada solo para decir que no puede hablar, tenga por seguro que a su derecha estará un motorizado de la policía indicándole que se orille. Sea previsivo y tenga siempre a la mano 20 dólares. Ya usted se enterará para qué.

Mientras transcurre el ritual de la negociación, pasarán cientos de motorizados conversando por celular, chateando por WhatsApp o mirando el Google Maps para precisar la dirección donde entregará la pizza o la cachapa con queso. Pero el policía solo se fijará en usted. Ellos son sagrados sagrados.