lunes, 29 de abril de 2019


¿Nos va bien?, pues dividámonos, 

porTulio Ramírez

Asamblea Nacional
Pareciera un rasgo de la venezolanidad el esperar que las cosas vayan bien para buscar el “pero” que sirva para que no vayan tan bien o dejen de ir bien. Si alguien nos observara desde lejos pensaría que somos alérgicos a la armonía que generan los acuerdos. Pueda que tengamos el mismo objetivo pero siempre nos empeñamos en criticar la forma en que el otro intenta lograrlo. Si nuestras ideas no son acogidas no movemos un dedo para lograr el objetivo, o peor aún, torpedeamos cualquier intento bajo la premisa “no se ha hecho como quiero que se haga”.
Larga data tenemos en ese menester. Cuando llegan los conquistadores con la espada en ristre para tomar estas tierras encontraron resistencia por parte de los indios Caribes, pero no así de otras etnias, quienes colaboraron con los visitantes españoles y facilitaron la toma del territorio del valle de lo que hoy es la capital de la República. Esa fue la primera división del Partido que se conoce en nuestra historia.
Años más tarde, mientras algunos mantuanos lideraban la guerra contra el imperio español “mesmo”, había otros nacidos en esta orilla del Arauca vibrador que, para conservar privilegios, prefirieron apoyar abiertamente a la monarquía, mientras que otros, los más chupamedias, decidieron mantener un diálogo permanente para convencerlos de la necesidad de entregar el poder por la vía pacífica. Así, pelando la pava, pasaron muchos años de “oposición civilizada” hasta que se vieron en la necesidad de escoger entre  “o corres o te encaramas” que supuso el Decreto de Guerra a Muerte del Libertador.
La guerra caudillista del siglo XIX también tuvo lo suyo. Logrado el triunfo de la independencia había que hacer algo para romper esa ilusión de unidad y obstaculizar la reconstrucción nacional. Algunos caudillos se hicieron llamar Conservadores y apoyaban al General Páez, y para diferenciarse de los que no apoyaban al General, los terminaron llamando Liberales. Pero ojo, esta división no era doctrinaria o ideológica. Es famosa la frase de uno de estos caudillos quien manifestó, que eran conservadores “porque sus enemigos eran liberales, si aquellos hubiesen sido conservadores entonces los liberales seriamos nosotros”. Al final ambos grupos querían exactamente lo mismo, adueñarse del poder y disfrutar los pocos privilegios de un país devastado por la guerra.
Lograda la democracia a partir de 1958, se institucionalizó la división como fórmula política para evitar que nos vaya bien. Unas veces sirvió para seguir a “Jefes” que fracasaron en adueñarse de un partido exitoso, otras veces para seguir a doctrinas que tenían como propósito acabar con la paz democrática para imponer por la fuerza “la paz del comunismo”. Había demasiada paz y prosperidad en Venezuela para el gusto de algunos.
Si mal no recuerdo, se le atribuye al genial Moisés Moleiro la frase “y si nos va bien, nos dividimos” a propósito de la unión, por allá por los 80, entre el Movimiento al Socialismo y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, del cual era líder fundador. Esto nos informa que la división como fórmula autóctona para evitar el éxito, ha persistido durante años como parte de nuestro ecosistema político.
Hoy día la cosa no ha cambiado. En 3 meses el Presidente encargadado Juan Guaidó ha logrado despertar la ilusión en el pueblo venezolano. Se han logrado cosas impensables parea diciembre de 2018. Es reconocido por más de 50 países, tenemos Embajadores hasta en la OEA, entró la Ayuda Humanitaria y ha logrado cohesionar a más del 83% de los venezolanos en torno a su figura. Pero esto es demasiado bueno. Ya salieron opositores a tirarle la cabra pa’l monte.  Que si no hace nada, que si no es contundente, que si con marchitas no se logra nada. Que si tiene miedo. Cualquiera diría que siguiendo la tradición de la política venezolano, se reunieron y dijeron “¿es que vamos bien?, pues entonces, dividámonos”

lunes, 15 de abril de 2019




Morir de pobreza en Venezuela, por Tulio Ramírez

@tulioramirezc

La revolución bolivariana ha llevado a nuestro maltratado país a romper cuanto record pueda existir de todo lo malo que aqueja a la humanidad. Poco a poco, pero a paso sostenido, este fallido experimento social concebido por quienes no murieron precisamente pobres, nos ha colocado en la absoluta supervivencia. La cosa es tan extrema que ni siquiera los más aptos pueden sobrevivir. Quizás solo los enchufados corruptos, los militares guisadores, los cabecillas de la Banda y algún que otro Jefe de Compra de cualquier ministerio o instituto del Estado, son los que tienen los recursos suficientes para no sucumbir en medio de la pobreza y el hambre.
Mientras en buena parte del mundo la esperanza de vida aumenta, en nuestro país disminuye. Por supuesto esta tesis no tengo como comprobarla científicamente. Es tarea de los demógrafos hacerlo. Pero el día a día me da señales inequívocas de que el venezolano muere cada vez más joven. Solo basta ver las noticias sobre asesinatos. Las víctimas del hampa desatada son básicamente muchachos pobres entre 14 y 25 años. No en vano ocupamos los primeros puestos entre los países más violentos del mundo. Pero no solo se trata del hampa desatada. Veamos otros factores que aumentan las cifras de muertes tempranas.
Hay que sumar a las víctimas del hampa común, las victimas del hampa política. Muchos jóvenes han caído por las balas de los cuerpos represivos. Quizás sean las muertes más notorias por la naturaleza de quien las infringe.
Otros tantos han caído por la violencia ejercida por los llamados Colectivos, huestes paramilitares armados por el régimen para ser fuerza de choque. La impunidad con la que actúan es pasmosa. Hoy existen varias solicitudes ante los organismos internacionales para que los califiquen como Terroristas.
El área de la salud no es menos crítica. Son cientos los que mueren por la escasez de medicinas. Los hipertensos, los diabéticos, los que necesitan diálisis, los contaminados por HIV, los afectados por el cáncer, los que sufren de esclerosis múltiple y tantos otros con enfermedades crónicas y catastróficas están en un estado de extrema vulnerabilidad. La prensa señala a diario sobre quirófanos contaminados que han cobrado vidas que han podido salvarse. Los ambientes antihigiénicos de algunos hospitales públicos han provocado muertes de neonatos que llegaron a este mundo, saludables.
La alternativa es solicitar atención en una clínica privada, pero eso es otro vía crucis. Los costos son tan elevados que ningún seguro puede cubrir ni la primera hora en emergencia. La salud en estos centros está vedada para los venezolanos pobres (más del 83% de la población). La gente tiene que recurrir a campañas internacionales de donación, porque nadie es capaz de cubrir los millonarios costos por la atención en estos centros de salud. Lo digo por experiencia propia. Después de 3 operaciones en 15 días de hospitalización, terapia intensiva y atención médica para mi madre, quien finalmente falleció, debo pagar a la clínica mi pensión íntegra de profesor Titular jubilado de la UCV, por los próximos 1068 meses, es decir, por los próximos 89 años. Por eso las clínicas están vacías y la gente va a morir a los hospitales públicos Definitivamente, es muy fácil morir de pobreza en Venezuela.