lunes, 25 de diciembre de 2017





Carta del Niño a Nicolás

25 de diciembre de 2017

 

Tulio Ramírez




Estimado Nicolás,

Un gusto saludarte. No creas que me ha sido fácil enviarte esta carta. Los ángeles que siempre me acompañan, no estuvieron muy de acuerdo con esta iniciativa celestial. Tuve que recurrir al Viejo para que, con su bondad infinita, los convenciera de que, para algunas cosas, lo cortés no quita lo valiente. No pretendo iniciar un dialogo contigo, ya que sería infinito e inútil. Asume esta misiva como un debut y despedida, como aquél ministro de economía que nombraste y duró solo horas en el cargo porque dijo que la inflación era solo una ilusión óptica de burgueses y escuálidos. Así pues, con la venia del Viejo y el escepticismo de mis fieles ángeles de la guarda, procedo a comentarte lo siguiente.

Es duro echártelo en cara, y sobre todo si esto que te voy a decir sale de quien por miles de años se ha encargado de alegrar a los más pequeños cada diciembre. Por tu torpeza y mal gobierno has logrado que los niños de tu país no necesiten juguetes en navidad sino comida. Como sabes, ese no es mi departamento. Los encargados de crear las condiciones para que un país genere riquezas y alimentos son sus gobernantes y ciudadanos a través de acertadas políticas, estímulos, inversión, educación y cultura del trabajo. Eso es lo que hace felices a los pueblos, y en compensación el Viejo y yo los retribuimos llevándole alegría a los chamos cada vez que celebran mi nacimiento. Fíjate que no por casualidad se presenta esta especie de ecuación histórica: Gobiernos Comunistas + Control total por parte del Estado + Anulación de Libertades = Proscripción de las Navidades.

Tal ecuación no es como la de la Teoría General de la Relatividad, que todavía genera dudas en algunos. Esta, por el contrario, no ha sido refutada nunca. Cada vez que hay un experimento social como el que implementas en Venezuela, se requeteconfirma. Recuerda lo que fue la extinta Unión Soviética y los países del Este, o voltea y mira hacia Cuba y Corea del Norte, donde obligan a los niños a alabar a los líderes desde que están en los primeros grados de la escuela, creyendo que con eso los hacen felices. En esos países proscribieron la navidad por el temor a que los más pequeños se confundan y celebren el nacimiento, no de su líder, sino el de un niño humilde que nació en Belén y creció sin odios ni resentimientos hacia el otro.

Estoy muy molesto contigo. Se que poco te importa. Total, ni siquiera represento un voto por ser menor de edad. Mi molestia ni siquiera es porque has convertido a las fiestas navideñas en un suplicio para los venezolanos que no tienen como celebrarla. Ya vendrán mejores tiempos, no hay mal que dure cien años ni país que lo resista. Lo que me acojona, y perdona tan prosaica expresión, es lo que le hiciste a esos más de 120 niños que querían pasar las navidades con sus padres en el exilio. Se los impediste de la manera más cruel, anulando sus pasaportes y haciendo caso omiso a sus permisos de viaje. Mataste la alegría de esas criaturas y eso no te lo perdono.

No quiero ni imaginar los delitos que se le inventaran a esos niños, para justificar tan vil acción. No te pediré una explicación. Además, se bien que ni el Viejo ni yo somos santos de tu devoción, así que tampoco tienes porqué dárnosla. Anda y celebra con tus amigotes, sé que no te remorderá la conciencia. Pero recuerda, el poder no es para siempre y gobiernos como el que presides han durado menos que vomito de borrachito desnutrido. Bueno Nicolás, que el Viejo te bendiga, porque dudo que tus compatriotas lo hagan. No te molestes en contestar. Con mi más profundo deseo de que rectifiques, me despido con aprecio, Jesús.

lunes, 11 de diciembre de 2017

El Carnet de la Humillación

Carnet de la patria

La práctica “del carnet” no es nueva en Venezuela. Sin embargo, lo que vemos hoy día, dista mucho de lo que vimos y criticamos en los gobiernos adeco-copeyanos
Lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer. Durante la tan denostada IV República, o democracia civil como prefiero llamarla, los camaradas de entonces y boliburgueses de hoy, vociferaban indignados que era una humillación para los venezolanos la exigencia del “carnet del partido”, como condición para ser beneficiado con un puesto de trabajo en un ministerio. La verdad, y no lo niego, me uní a esas voces en ese momento. Siempre me indignó  el chantaje para acceder a un derecho como el del trabajo. Lo cierto es que los adecos aseguraban algunas prebendas a parte de su militancia,  si este demostraba con su carnet haber sido un fiel militante de la causa partidista. Los copeyanos por su parte, si bien no estilaban lo del fulano carnet, cuando les tocaba el turno de gobernar, y sin botar a los adecos, también premiaban a su militancia con algún puestico en el gobierno. Total que la práctica “del carnet” no es nueva en Venezuela. Sin embargo, lo que vemos hoy día, dista mucho de lo que vimos y criticamos en los gobiernos adeco-copeyanos.

Para ese entonces, no se obligaba a nadie a sacar el carnet del partido, de hecho ni siquiera todos los militantes lo tenían. Era un acto voluntario que mostraba más el compromiso y orgullo de pertenecer al partido que el deseo de acceder a algunas ventajas. Ni siquiera recuerdo a algún líder de AD o Copei, hacer alarde público del número de militantes por el número de carnetizados. Tampoco era un elemento de exclusión o apartheid. Más de un revolucionario mascaclavos y comecandela de la época, una vez graduado de su carrera universitaria, accedió a puestos de trabajo en el gobierno o a una beca de Fundayacucho para estudiar postgrado en el exterior, sin habérsele exigido el aborrecible “carnet del partido” o haberle puesto como condición la inscripción en la seccional de la parroquia donde habitaba. Los tiempos han cambiado.

Ahora, en tiempos de revolución, los adalides del humanismo, la democracia protagónica y de los poderes creadores del pueblo, chantajean a ese mismo pueblo que dicen defender y amar, con la exigencia de una credencial partidista para acceder al más mínimo servicio o derecho consagrado en la Constitución como de libre acceso a todos los ciudadanos sin distinción alguna. Jugando cruelmente con la situación de hambre y de extrema necesidad de los venezolanos, obligan a la gente más humilde a sacar el Carnet de la Patria ya que lo convirtieron en requisito para poder comprar las Cajas y Bolsas CLAP, las medicinas y recibir atención médica en los CDI y los pocos Módulos de Barrio Adentro que todavía existen. Quien no tenga esa credencial, pues no tendrán oportunidad alguna de acceder a las migajas que el gobierno lanza a los más humildes.

Estando de compras en una ferretería, una mujer claramente enchufada en el Gobierno adquirió casi 3 millones de bolívares en bombillos fluorescentes, amén de otras menudencias. Atrás en la cola para pagar, se encontraba una señora a todas luces proveniente de los sectores populares, cargaba dos bombillitos normalitos en sus manos que pagaría a un costo de 16 mil Bolívares cada uno. En la conversación que siempre se entabla en esas circunstancias, la humilde señora preguntó dónde podía conseguir algunos antibióticos que estaba buscando y no podía conseguir por ninguna parte. Nuestra enchufada le contestó con cierto dejo de superioridad, de quien se sabe está cómoda en la vida, que antibióticos si había y suficientes. Le aconsejó que fuera con el Carnet de la Patria a una determinada farmacia del Gobierno ya que allí los encontraría, caros, pero los encontraría.  A todas estas, después de pagar y salir del negocio nuestra enchufada, la viejita dijo a viva voz, “yo quisiera el Carnet de la Patria Platinum que tiene esa señora y no el que me dieron a mí, que para nada me ha servido, qué humillación mijito”.