lunes, 21 de marzo de 2022

 

Paralelismos que dan mala espina, por Tulio Ramírez

Paralelismos que dan mala espina
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Twitter: @tulioramirezc


Debo comenzar afirmando que no creo en brujas. Bueno, perdón, lo procedente y apegado a la verdad sería afirmar que no creo en brujas, a menos que se trate de Bonifacia la Bruja de Casalta, quien ha acertado tanto en sus predicciones que hasta la Casa Blanca la consulta cada vez que se les pone la cosa chiquitica. Esto debo aclararlo.

No creo en esos charlatanes con supuestos poderes adivinatorios, ni en curanderos que cobran en dólares porque «los santos son exigentes y no quieren moneda devaluada». Lo de Bonifacia es otra cosa. Ella posee un Don que no tiene que ver con difuntos, ni «presencias», ni cortes de hampones abatidos, ni mucho menos con «Maestros» que viven en la India nadando en billete y rodeados de pobreza y miseria.

Bonifacia no es «el pequeño saltamontes» de nadie. Su Don, pienso yo, más bien está ligado al hecho de ser mujer y venezolana. Es inteligente, se mantiene informada y ha desarrollado un «sexto sentido», por cierto muy común en nuestras paisanas, que le ha permitido ver más allá de lo que otros logran ver.

Solo las venezolanas, sin ecosonograma en la mano, pueden conocer si la hija de Gertrudis se casó embarazada. Solo las venezolanas pueden saber, sin más prueba que la intuición, si el marido de Yoyita tiene otra, aunque el caballero se persigne al salir de casa, vaya a misa y comulgue todos los domingos.

Estoy convencido que la mujer venezolana cuando va a consultarse con la Bruja, es para confirmar lo que ya sabía. Y si no le confirman, pues cambia de adivina porque “esa no sabe dónde está parada. Yo soy más bruja que ella”.

Recuerdo que mi amigo, ya extinto, Alfredo Alvarado, alias “El rey del Joropo”, me confesaba que hubo una época en la que se ganaba la vida como Brujo. Trabajaba a domicilio por razones estratégicas. Al llegar a la casa lo primero que hacía era pedir prestado el baño para contar cuantas cholas y cuantos cepillos de dientes había. Luego abría el gabinete para ver qué tipo de medicinas tomaban en esa casa. Al salir, pedía agua y acompañaba al cliente a la cocina para echar un vistazo en la nevera. 

La consulta comenzaba con «usted tiene 2 hijos pequeños, un varón y una hembra» (cepillos pequeños con muñequitos, uno de Spiderman y otro de La Sirenita), «su marido la dejó» (un solo cepillo para adulto), «usted es hipertensa» (vio la caja de Losartán) «y está pasando por una crisis económica» (en la nevera: agua, mortadela y un platico con sardinas de lata de esas que vienen en la caja CLAP). «Guao, apenas me conoce y ha descrito mi vida» dice asombrada la señora, «usted en verdad es bueno». 

Una mujer venezolana no necesitaría de esas artimañas para hacer la radiografía de esa angustiada señora. Con solo conversar unos minutos en el supermercado y ver lo que compra, ya se hace un panorama bastante cercano a la realidad. Así, para cuando la afectada le pida un consejo, ya tiene procesadas desde hace rato, las prescripciones necesarias para que salga del atolladero.

Ayer llame a Bonifacia a su consultorio en Miami. Le pregunte que veía sobre la agresión de Rusia a Ucrania. Su respuesta la comentaré en otro artículo. Lo que me llamó la atención fue lo que me dijo acerca de la toma de posesión de Gabriel Boric en Chile. Dijo «esa payasada de Boric al dar un giro de 360 grados para dar intencionalmente la espalda al presidente saliente Piñera en su trayecto al lugar donde iba a recibir la banda presidencial, me dio muy mala espina, fue una señal».

Pregunté con curiosidad el por qué le daba mala espina, y su respuesta fue «me recordó la payasada de Chávez en su juramentación como presidente al decir a Caldera que juraba frente a esta moribunda constitución. Espero de todo corazón que la historia no se repita por el bien de los chilenos, pero hay señales que nadie ve, pero yo sí». Ojalá que esta vez Bonifacia se equivoque, pero recuerden, ella sí es una bruja de verdad, verdad. Que Dios no desampare a los chilenos.