lunes, 27 de junio de 2022

 

Cuidado por donde cortas, por Tulio Ramírez

Cuidado por donde cortas
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Twitter: @tulioramirezc


Lo de Colombia es tan serio que parece una mamadera de gallo. Como suele suceder, los expertos en política y mascalacachimbas de oficio, han dado múltiples y variadas explicaciones para que nosotros, los que solo podemos comprar entradas para palcos de sol, podamos comprender lo que sucedió en esas elecciones.

Algunos han usado la Teoría del Chacumbele. Según ésta, nuestros paisanos decidieron “cortar por lo sano” para salir de sus problemas. Del análisis se desprendería que, efectivamente, dejaron viva e incólume la parte enferma. Se confirmaría la tesis expuesta en ese famoso merengue colombiano que reza en su estribillo: «el mismito se mató».

Otros, por su parte, abordan el tema desde la Teoría del Síndrome de Estocolmo. Según esta Teoría, las víctimas terminaron admirando a sus secuestradores. Parece descabellado pero en política hay mucho muerto cargando basura. 

Cuando crees que estas aniquilado por el desprecio de quienes perjudicaste, te sorprende un apoyo masivo en votos por parte de los mismos a quienes les fastidiaste la vida por décadas. 

Por otro lado, algunos cientificistas echan mano a la Teoría del Péndulo. De manera docta argumentan que la lucha por el poder obedece a los principios de la física y a leyes que operan independientemente de los hombres.

Para ellos, la política colombiana históricamente ha obedecido a un movimiento pendular pero dentro del espectro de la centroderecha. Ambos polos se rotaron el poder por más de 60 años sin invitar a terceros a un juego que se desarrollaba por inercia mecánica. 

Según estos «sabelotodoyalgomás», el agotamiento de este movimiento pendular abrió un espacio a nuevos actores quienes seguirán la misma dinámica hasta que otros actores emerjan como alternativa creíble. De acuerdo con esta teoría durante los próximos años estaremos en presencia del juego «un ratico tú y un ratico yo», pero esta vez sin conservadores ni liberales. Ni Thomás Khun habría sido tan elocuente.

Para mi poco entender, todas estas teorías en vez de aclarar, oscurecen. Me lanzaré de espontáneo y me tomaré el atrevimiento de exponer, con la venia de mis fraternos amigos colombianos, nuestras propias opiniones sobre los comicios presidenciales. 

En primer lugar aclaro que Rodolfo Hernández no era santo de mi devoción, pero representaba el mal menor. Por ello, le atribuí mucho chance. Sentí que sus arengas, al cuadrar más con el populismo demagógico «antitodavaina», podían seducir a los votantes ya cansados del partidismo tradicional como de los cantos de sirena de una izquierda que por más que simule, se le ve el bojote. Pero no fue así.

Definitivamente nadie aprende por experiencia ajena. Como le dijo mi comadre Camucha, a mi ahijado el pantallero, «pareciera que tienes que fracturarte una pierna para entender que el yeso no es un adorno que te hará más hombre o más sexi, sino que por el contrario, te hará más inútil de lo que ya eres». La sabiduría de mi comadre es comparable con la de cualquier de esos sabiondos de la política. 

Perdonen la digresión, volvamos a lo que vinimos. Al parecer, no fue suficiente argumento haber sido testigos de cómo sus vecinos huían «con la pata quebrá» del paraíso socialista. El espejo de Venezuela no logró impedir que llegara al poder un hombre cuya vida política huele más a pólvora que a tinta. Se cayeron todas las quinielas, por lo menos en este lado del Arauca vibrador.

Más allá de mis sesgos, también entiendo que una sociedad tan pétreamente excluyente y con altos niveles de pobreza no atendida, pueda inducir a cualquier medida desesperada, agrandando el espacio para el error. Es como aquel que, encaramado en un alto árbol y dominado por el temor a una estruendosa caída, decide cortar con su machete la rama donde está sentado, pero por el nerviosismo corta el lado que está pegado al tronco. De que baja, baja, pero al final tendrá como mínimo unos cuantos huesos rotos. No es lo que deseo para nuestros vecinos.

lunes, 13 de junio de 2022

 

«Barranco sin fin» y la jubilación. El desenlace, por Tulio Ramírez

"Barranco sin fin" y la jubilación. El desenlace
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«Barranco sin fin», ese amigo del que les comenté hace 15 días, me indica que, si aquella vez no lo agarró «el Chuto», esta vez es muy probable que lo agarre el «Sin Nariz». No quiere abusar de su buena suerte, por lo que esta vez quiere pasar «agachao». Me pide, en consecuencia, que no publique más sobre el asunto.

Argumenta que si no lo despidieron por el alboroto que armó en el Poliedro la semana pasada, esta vez lo pueden despedir por una cosa que se llama «conducta antipatriótica reiterada». Esas fueron las palabras que escuchó, cuando lo citaron a Recursos Humanos. 

Barranco sabe que su jefe no lee TalCual, pero alguien le puede ir con el chisme y esta vez sí le pueden aplicar «la cosa esa reiterada», y su jubilación se irá al diablo.

Barranco, (me ahorraré el «sin fin» para aprovechar más el espacio), está verdaderamente paranoico. Le comento que la jubilación es un derecho adquirido y protegido por las leyes venezolanas. 

Cómo boxeador que elude el Jab, me responde, «mira caballo, tú sabes que la jubilación se convierte en un derecho, cuando cumples los requisitos; y yo no los cumplo todavía, recuerda que me faltan un par de meses para ser titular de ese derecho. Mientras que eso no se dé, soy un trabajador activo al cual pueden despedir por quítame esta pajita». 

Insisto en tranquilizarlo. No quiero que los lectores se priven de conocer el segundo capítulo de la historia que comenzó en el acto presidencial del Poliedro, cuando indignado, protestó por la encerrona que hicieron a los trabajadores que querían abandonar el recinto antes de que concluyera la celebración del 4to año de gobierno.

«Chamo, si me botan, tu no me vas a mantener, así es que, cómo la María Antonia de Gualberto, déjate de tonterías, métete en el manicomio pa’ que se te quite esa manía», me riposta en un tono cantarín y burlón.

Finalmente, después de tanta cháchara y tanto ruego, cedió, pero puso una condición. Esta me costó 25 verdes en el Bodegón de los árabes. «El riesgo es grande, pero lo haré por ti y tu promesa. No permitiré que quedes mal con tus lectores». Me digo a mi mismo, «ese elixir ámbar, la verdad que abre puertas y voluntades». 

Después del segundo guamazo, comienza su relato. «Me apersoné a la oficina de Recursos Humanos y, Yuleyka del Carmen, la secretaria, me miró de la misma manera como el Gato con Botas miró a quien lo iba a degollar en la película aquella. Pensé, ¡carajo, hasta aquí llegué!, quien me mandó de safrisco. Yo no tenía por qué ir a ese evento». 

Hace una pausa, se sirve el tercero y continúa. «Allí me esperaba mi jefe, el jefe de personal y el presidente del sindicato. La presencia de este último fue un alivio. Había alguien que podía defenderme».

«Comenzó mi Jefe. Me soltó que de un tiempo para acá, había notado mi falta de compromiso con la revolución, que me tenía en observación y lo del Poliedro fue la gota que rebasó el vaso. El Jefe de Personal, por su parte, me dio una perorata sobre las sanciones y la obligación moral de serle fiel al gobierno. Antes de que este terminara, pidió la palabra el presidente del sindicato. Me dije, ¡qué bien, ya los va a poner en su sitio, esto es un abuso!”. 

Barranco campaneó el vaso con elegancia. Me hizo recordar a los gentleman ingleses, hasta que meneó el trago con el dedo índice de la misma mano con la que sostenía el recipiente. ¡Qué destreza!, ¡ni los adecos!

«Compañero, dijo el Jefe del sindicato, fui invitado a esta reunión como testigo de su traición al proceso. Esto no tiene nombre. Usted recibe la Bolsa CLAP, compró su cocina en Mi Casa Bien Equipada, lo metimos en la lista para los 6 litros de aceite de motor, está entre los elegibles para adquirir el combo de pescado salado y ahora nos sale con esta vaina». Me pregunté, si su defensor natural le dio hasta por la cédula, ¿cómo terminó salvándose Barranco?

Preparándose el cuarto trago, ya con la lengua medio enredada, Barranco me hizo saltar como Condorito cuando dijo, «cáete pa´ tras caballo, el Jefe de Personal y mi Jefe, pasaron las dos horas siguientes persuadiendo al Presidente del Sindicato, quien insistía en que me botaran por conducta antipatriótica reiterada, de que la cosa no era para tanto y que era suficiente una amonestación verbal». Definitivamente Barranco tiene más vidas que un gato. Valió la pena gastar los 25 verde