lunes, 31 de octubre de 2022

 Joseíto

lunes, 17 de octubre de 2022

 

¡No estorben!, por Tulio Ramírez

No estorben
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Twitter: @tulioramirezc


Esta es una expresión que se escuchaba con frecuencia en las escuelas de mi época, por allá por los años 60. Eran tiempos en los que no se cuestionaba la autoridad de los maestros y órdenes como las de no estorbar, nunca provocaron una denuncia por maltrato infantil ante la Zona Educativa.

Por esos días uno se sentía en la escuela como en casa, es decir, expuesto a regaños, castigos, jalones de oreja sin desprendimiento del lóbulo y hasta coscorrones sin orificio de salida. Quizás la única diferencia con el ambiente hogareño eran los cholazos voladores. Estos no se veían en la escuela, pero estoy absolutamente seguro de que no faltaban las ganas de asestarle un misil de esos al desordenado de la clase. Menos mal, porque las maestras iban a clases con tacones.

Definitivamente eran otros tiempos. Los padres confiaban en el criterio de los maestros y procedían en consecuencia. «Tulio, la maestra me ha dicho que te entretienes mucho en clase y no prestas atención, pues ahora te vas a entretener fregando la loza toda esta semana, y no verás El Zorro por un mes». Esa complicidad maestra-madre dejó de existir con el tiempo. La verdad, no estoy seguro si para bien o para mal.

Ahora, la madre es amiga de la maestra hasta el momento en que el pupilo obtenga bajas calificaciones. A partir de esa infausta boleta, las relaciones se enfrían, quedando el docente bajo sospecha hasta que se le salga alguna expresión como la que titula este artículo.

Si llegare a «maltratar» a «ese muchacho que es un pan de Dios», tenga por seguro que la desafortunada maestra será denunciada por maltrato infantil y violación de los derechos humanos ante la Dirección de la Escuela, la LOPNA, la OEA, la ONU y cuidado si hasta en la Corte Penal Internacional.

No me atrevería a decir que en esta materia los tiempos de antes eran mejores que los de ahora. Fui «víctima» de expresiones como «no seas burro, chico, 8 por 4 no es 43, es 32. Para mañana te aprendes de memoria la tabla del 8, que me la vas a recitar como el Padre Nuestro» o, «Tulio, aterriza que estás en la luna, quién te dijo que Colón navegaba sobre unos esqueletos. Esos barcos eran carabelas no calaveras».

Cómo olvidar aquel gancho al hígado que me hizo sonrojar ante mi condiscípula Norma Díaz, mi amor platónico de 4to grado «A» en la Escuela Municipal Leoncio Martínez del Barrio Las Brisas de Petare. La maestra Gladys alzó la voz como un trueno que retumbó en todo el salón: «Tulio, qué broma contigo, apártate de Norma que está tranquila haciendo su tarea, no la estorbes». Qué pena con Normita, mi intención no era esa.

Esos «no estorbes» que escuchábamos en aquellos ambientes escolares, signados por la pedagogía de estricta manu y no por la ternura del mollis manus, si bien me incomodaron, también me enseñaron a medir cuando uno ayuda de manera eficiente o se convierte en  obstáculo.

Esos duros y aleccionadores «no estorbes» de mi infancia —los cuales tenían como objetivo, quizás de manera un poco brusca, enseñarnos a no perturbar el trabajo de otro—  nada tienen que ver con el ¡no estorben! utilizado en Las Tejerías para evitar que los periodistas independientes  realicen el trabajo para garantizar el derecho de la población  a estar informada. 

Habrá que ver, entonces, quién es el que realmente estorba: quien intenta cumplir con su trabajo o quien lo evita.

lunes, 3 de octubre de 2022

 

¡El que anda con cojo…!, por Tulio Ramírez

¿Por qué no pasa nada pese a los horrores comprobados?
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Twitter: @tulioramirezc


De las expresiones populares, la que titula este artículo ha sido la que he utilizado con más frecuencia. Es una suerte de comodín que se ajusta para describir o predecir acciones llevadas a cabo por alguien, cuando estas se perciben como no atribuibles a la libre determinación del que la ejecuta, sino a la imitación consciente o inconsciente de quien le ha servido como referencia inmediata, bien sea por amistad, subordinación, admiración o las tres juntas.

Muchos hemos utilizado esa expresión para describir conductas poco usuales o que alteran un patrón de comportamiento sostenido en el tiempo. Ejemplo de ello es cuando un tímido empedernido se convierte de pronto en el locuaz y ocurrente de la fiesta, imitando la conducta de quien, con las mismas artes, ha obtenido éxito social.

«Míralo cómo se ha transformado, pero claro, el que anda con cojo, al año cojea», es la expresión que mejor retrata la situación. Por supuesto, en este caso no se trata de una crítica por falta de originalidad, sino de llamar la atención sobre cómo el modelaje surte efectos en algunos.

También la he utilizado como predictor confiable. La probabilidad de que una persona muy apegada a otra por lazos de diverso tipo, desarrolle la misma conducta ante iguales circunstancias, es muy alta. «Fuertes a lochas a que fulano hará lo mismo que su amigo zutano. Mira que el que anda con cojo, al año cojea». Por supuesto, he perdido algunas apuestas, pero otras las he ganado.

Como se puede observar es una expresión multiuso y polisémica. Adquiere distintos significados dependiendo del contexto y la intención de quien lo dice. Pero no siempre alude a un interés descriptivo o predictivo en positivo. 

También se usa para hacer referencia a aquellas situaciones en las que no se imita lo mejor de un tercero, sino «lo peorcito», como dijera mi comadre Camucha, tantas veces nombrada en este espacio. Sí, esa misma, la que lleva por la calle de la amargura a mi compadre Güicho.

Cada vez que mi compadre pone la torta, sea saliendo o entrando, Camucha trata de excusarlo ante sus amistades usando como argumento algo así como «él no es mala gente, él no suele comportarse así, pero que le vamos a hacer, con esas joyitas con las que anda para arriba y para abajo, algo malo tenía que salir, recuerden que el que anda con cojo en cualquier momento también cojea y Güicho no es la excepción».

Esta expresión tan del argot popular también ha sido utilizada en el mundo de la diplomacia. Por supuesto, con mejores formas y sin mostrar una intención expresa de pisar callos delicados, los embajadores suelen usar expresiones análogas para caracterizar ciertas conductas de gobiernos poco originales.

Quizás mi imaginación vuele un poco, pero se me ocurre que los representantes de los más de 20 países que se pronunciaron duramente en la ONU contra el gobierno de la revolución bonita, a propósito del Informe de la Misión Internacional sobre Derechos Humanos, con la discreción del caso, dirían entre ellos algo así como, «pero qué se podía esperar de quienes han tomado como paradigma de buen gobierno a las administraciones más impresentables del mundo».

También imagino al representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, muy circunspecto él, con paltó levita, corbata impecablemente anudada, el brazo levantado a 3/4 de la cintura a nivel de la respingada nariz, con el dedo índice ligeramente curveado y apuntando a los miembros de la Asamblea General, exclamando con voz aterciopelada y en perfecta dicción: Remember distinguished gentlemen, that the one who walks with a lame, after a year limps, lo que traducido al español castizo sería: «Recuerden distinguidos caballeros, el que anda con cojo, al año cojea».