lunes, 3 de octubre de 2022

 

¡El que anda con cojo…!, por Tulio Ramírez

¿Por qué no pasa nada pese a los horrores comprobados?
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Twitter: @tulioramirezc


De las expresiones populares, la que titula este artículo ha sido la que he utilizado con más frecuencia. Es una suerte de comodín que se ajusta para describir o predecir acciones llevadas a cabo por alguien, cuando estas se perciben como no atribuibles a la libre determinación del que la ejecuta, sino a la imitación consciente o inconsciente de quien le ha servido como referencia inmediata, bien sea por amistad, subordinación, admiración o las tres juntas.

Muchos hemos utilizado esa expresión para describir conductas poco usuales o que alteran un patrón de comportamiento sostenido en el tiempo. Ejemplo de ello es cuando un tímido empedernido se convierte de pronto en el locuaz y ocurrente de la fiesta, imitando la conducta de quien, con las mismas artes, ha obtenido éxito social.

«Míralo cómo se ha transformado, pero claro, el que anda con cojo, al año cojea», es la expresión que mejor retrata la situación. Por supuesto, en este caso no se trata de una crítica por falta de originalidad, sino de llamar la atención sobre cómo el modelaje surte efectos en algunos.

También la he utilizado como predictor confiable. La probabilidad de que una persona muy apegada a otra por lazos de diverso tipo, desarrolle la misma conducta ante iguales circunstancias, es muy alta. «Fuertes a lochas a que fulano hará lo mismo que su amigo zutano. Mira que el que anda con cojo, al año cojea». Por supuesto, he perdido algunas apuestas, pero otras las he ganado.

Como se puede observar es una expresión multiuso y polisémica. Adquiere distintos significados dependiendo del contexto y la intención de quien lo dice. Pero no siempre alude a un interés descriptivo o predictivo en positivo. 

También se usa para hacer referencia a aquellas situaciones en las que no se imita lo mejor de un tercero, sino «lo peorcito», como dijera mi comadre Camucha, tantas veces nombrada en este espacio. Sí, esa misma, la que lleva por la calle de la amargura a mi compadre Güicho.

Cada vez que mi compadre pone la torta, sea saliendo o entrando, Camucha trata de excusarlo ante sus amistades usando como argumento algo así como «él no es mala gente, él no suele comportarse así, pero que le vamos a hacer, con esas joyitas con las que anda para arriba y para abajo, algo malo tenía que salir, recuerden que el que anda con cojo en cualquier momento también cojea y Güicho no es la excepción».

Esta expresión tan del argot popular también ha sido utilizada en el mundo de la diplomacia. Por supuesto, con mejores formas y sin mostrar una intención expresa de pisar callos delicados, los embajadores suelen usar expresiones análogas para caracterizar ciertas conductas de gobiernos poco originales.

Quizás mi imaginación vuele un poco, pero se me ocurre que los representantes de los más de 20 países que se pronunciaron duramente en la ONU contra el gobierno de la revolución bonita, a propósito del Informe de la Misión Internacional sobre Derechos Humanos, con la discreción del caso, dirían entre ellos algo así como, «pero qué se podía esperar de quienes han tomado como paradigma de buen gobierno a las administraciones más impresentables del mundo».

También imagino al representante del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, muy circunspecto él, con paltó levita, corbata impecablemente anudada, el brazo levantado a 3/4 de la cintura a nivel de la respingada nariz, con el dedo índice ligeramente curveado y apuntando a los miembros de la Asamblea General, exclamando con voz aterciopelada y en perfecta dicción: Remember distinguished gentlemen, that the one who walks with a lame, after a year limps, lo que traducido al español castizo sería: «Recuerden distinguidos caballeros, el que anda con cojo, al año cojea».

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