lunes, 25 de julio de 2016


Del Palito Mantequillero al Pokémon Go

Pokemon Venezuela



Propongo crear un Pokémon Go adaptado a la Venezuela socialista. En vez de Pokémones podríamos utilizar productos de la Canasta Básica

Un videojuego está recorriendo al mundo, se trata de Pokémon Go. Una empresa llamada Niantic ha desarrollado este videojuego de aventura y de realidad aumentada para los dispositivos iOS y Android. Consiste en que el usuario de un teléfono inteligente, una Tablet o cualquier otro de esos sorprendentes corotos de alta tecnología, puede buscar y capturar a Pokémones escondidos en el mundo real. Las redes sociales informan que se calculan alrededor de 54 millones de personas que en el planeta salen diariamente a caminar las calles con sus dispositivos encendidos para avistar y capturar algún Pokémon. No creo que haya llegado a Venezuela porque no se han reportado todavía arrebatones masivos de celulares.

La fiebre ha sido tan alta y expansiva que día a día se suman más cazadores de Pokémones. Me comentan que en el Central Park de Nueva York hubo tal concentración de personas hurgando en los recovecos de este oasis verde en búsqueda de Pokémones, que la policía alarmada se presentó preguntando si tal movilización era para rescatar a algún niño perdido. Aclarado el tema, no les quedó más remedio que retornar a los negocios donde habían dejado las Donas a medio comer.

Mi compañera de cubículo en la universidad, chavista hasta los tuétanos, criticó de manera rabiosa tal novedad. La calificó como un intento del imperio para idiotizarnos y abrir el camino para expoliar nuestros recursos naturales mientras estamos embobados buscando cosas que no existen en la realidad. Luego, poniéndose en modo “Defensora de la Cultura Popular”, aseveró que en Venezuela la revolución había rescatado de nuestras costumbres más autóctonas, un juego similar llamado “Palito Mantequillero”. Hasta amenazó con incoar una demanda al imperio por plagio.

No soy tan radical como mi colega, pero sí recuerdo que a finales de los 60, en el programa televisivo “Si Resbala Pierde” dirigido por los hermanos Hernández (José y Richard), y transmitido por Venezolana de Televisión (no siempre fue un pésimo canal), había una sección que animaba Don Pedro Henríquez, titulada “Busque la Perolita Branca”. Don Pedro le anunciaba al país que una perola de 250 ml de Aceite Branca se encontraba escondida en algún lugar de Caracas. Inmediatamente se agolpaban en el sector indicado cientos de personas tratando de encontrar la bendita perola para llevarla al canal y ganar los premios prometidos por los patrocinantes.

Por supuesto muy lejos de mi afirmar que el “Palito Mantequillero” o “Busque la Perolita Branca” fueron copiados por los creadores de Pokémon Go. Mi paranoia no llega a tanto. Además hay una variante importante que diferencia a nuestro juego de la infancia y al concurso de televisión con respecto a la novedad creada por Satoru Iwata de Nintendo y Tsunekazu Ishihara de The Pokémon Company. Esa variante es la realidad virtual. Tanto “la Perolita” como “el Palito” eran cosas reales y no de mentira, o como diría mi pequeña hija, “eran de carne y hueso”, aunque no tuvieran carne ni hueso.
Pero podemos inventar algo similar o mejor, ¿por qué no? Nuestra capacidad creadora se ha potenciado por la revolución. Hemos sido capaces de reinventarnos para poder sobrevivir en medio de tanto caos y escasez. Las arepas de yuca, las empanadas de plátano, la mayonesa de mamón y las antenas de Directv hechas con las tazas de las llantas o con las tapas de los ventiladores, son el mejor ejemplo de ello. “Nos inventamos una o morimos como pendejos”, fue una frase acuñada por un famoso maestro de Los Magallanes de Catia, pues lo suscribo totalmente.

En ese orden de ideas, propongo crear un Pokémon Go adaptado a la Venezuela socialista. Podríamos denominarlo “Rebúskemon Go” para diferenciarnos de la semántica imperial. En vez de Pokémones podríamos utilizar productos de la Canasta Básica. Así, ya no perseguiríamos a Pikachú, sino a un Champú; en vez de capturar a May, le echamos mano al Aceite de Maíz; el interés por Taillow, lo direccionaríamos hacia los Tallarines y así sucesivamente. Son 395 Pokémones en el juego original y los podríamos sustituir por igual número de productos. Como en el juego japonés, todos son virtuales porque no se consiguen en ninguna parte. Claro siempre habrá que tener cuidado con los Bachaqueros que, al igual que el Equipo Rocket, se quieren quedar con todos los Pokémones para revenderlos.

lunes, 11 de julio de 2016


Untermensch 

 


La expresión “escuálido” no es más que una manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son prescindibles
La expresión alemana untermensch significa “subhumano” u “hombre inferior”. En la doctrina nazi fue el término usado para catalogar a los oriundos de la Europa del este. Polacos, serbios, húngaros, rusos y grupos sociales como judíos y gitanos, eran considerados más cercanos a los animales que a la raza humana. En el mejor de los casos podían ser vistos como el escalón más bajo de la especie. Ligarse con ellos representaba un real peligro para el mundo civilizado. Una raza superior, vale decir, la Aria, no podía permitirse el lujo de contaminarse con unos genes que a todas luces no habían logrado el grado de evolución biológica alcanzada por los descendientes directos de los pueblos germanos.

Durante la 2da Guerra Mundial, Hitler y su aparato de propaganda dirigido por Goebbels, embobaron al pueblo alemán con el cuento mil veces repetido de estar predestinados a dominar Europa por ser la raza superior en el continente. Un alemán valía 10 o 20 veces más de lo que podía valer un untermensch, sin importar que hubiese sido su vecino, su médico de cabecera, su compadre, su tendero de confianza o hasta su yerno. El verbo cautivador del Führer y la creatividad propagandística, llevaron a un pueblo que se preciaba como uno de los más cultos de Europa, si no a justificar, por lo menos a ser indiferentes ante la cacería de humanos más despiadada del siglo XX.

Enseñoreados por el control absoluto del poder, con tribunales complacientes y unos medios de comunicación al servicio del régimen, los nazis anclaron en el subconsciente del pueblo alemán el asumir como natural la creación de ghettos, campos de concentración y hasta la llamada Solución Final, para deshacerse de quienes representaban un peligro para la generación de jóvenes que se estaba levantando bajo la conducción de un Reich que duraría mil años. Bajo esas premisas racistas, los nazis torturaron, humillaron y mataron a millones de personas marcadas como untermensch,

Caído el Tercer Reich, la ideología nazi no desapareció sino que adquirió matices diferentes. La envoltura se presentaba ahora con otros colores pero el contenido siguió siendo el mismo. Ya no se argumentaban cuestiones de raza para justificar la barbarie, ahora el gran justificativo eran las cuestiones ideológicas. Ya no eran los arios como raza superior, sino los camaradas como dueños absolutos de la verdad, la moral y la justicia. Los gulags o campos de exterminio, los pogroms o linchamientos masivos, los juicios amañados, se crearon para estigmatizar, humillar y hasta exterminar a los nuevos untermensch, los disidentes contrarevolucionarios.

En América Latina a muchos nos pasó lo mismo que a los alemanes con la propaganda nazi. Nos tragamos el cuento de una revolución cubana que llegaba para hacer justicia a los “pobres de la tierra”, “inspirada por grandes sentimientos de amor”. Los cantos de Silvio, Pablo y Carlos Puebla nos dibujaron una gesta heroica e idílica. La propaganda nos hizo venerar a los barbudos como nuevos Robin Hood con botas de campaña y uniforme verde oliva, quienes enfrentaron al “poderoso imperialismo yanqui” para lograr la “definitiva independencia”.

Lo cierto es que ese entusiasmo que llevó a muchos jóvenes idealistas a ofrecer su vida para lograr en sus países el “paraíso socialista”, no nos permitió ver los fusilamientos luego de juicios sumarísimos, ni el encarcelamiento de homosexuales “para curarlos de una vez por todas”, ni los actos de repudio a familias enteras por no comulgar con la revolución, ni el apartheid que impide que los cubanos puedan disfrutar de los productos y servicios que los turistas se gozan gracias a las divisas. Para no ser menos la revolución creó su propio sector de untermensch, los llamados “gusanos” de Miami. Más deshumanización imposible.

 La revolución bolivariana no podía ser diferente. Su fuente de inspiración ideológica y política le ha brindado también asesoramiento en eso de calificar de untermensch a una parte de la población. La expresión “escuálido” no es más que una manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son prescindibles. Por ello poco importa despedirlos por solicitar el referendo revocatorio, o negarles el acceso a las bolsas de comida que el Gobierno solo destina a sus afectos. Como “pocas cosas” pueden ser objeto de prácticas ruines y humillantes, como golpearlos y desnudarlos en público. Lo hicieron contra jóvenes estudiantes en la UCV en abril de 2014 y recientemente contra menores de edad, estudiantes del Seminario Menor San Buenaventura de Mérida. En estos como en los otros casos de la Historia, habría que ver quien al final es el untermensch, si el agredido o el agresor.