Untermensch
La expresión “escuálido” no es más que una
manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para
el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son
prescindibles
La expresión alemana untermensch
significa “subhumano” u “hombre inferior”. En la doctrina nazi fue el
término usado para catalogar a los oriundos de la Europa del este.
Polacos, serbios, húngaros, rusos y grupos sociales como judíos y
gitanos, eran considerados más cercanos a los animales que a la raza
humana. En el mejor de los casos podían ser vistos como el escalón más
bajo de la especie. Ligarse con ellos representaba un real peligro para
el mundo civilizado. Una raza superior, vale decir, la Aria, no podía
permitirse el lujo de contaminarse con unos genes que a todas luces no
habían logrado el grado de evolución biológica alcanzada por los
descendientes directos de los pueblos germanos.
Durante la 2da Guerra Mundial, Hitler y
su aparato de propaganda dirigido por Goebbels, embobaron al pueblo
alemán con el cuento mil veces repetido de estar predestinados a dominar
Europa por ser la raza superior en el continente. Un alemán valía 10 o
20 veces más de lo que podía valer un untermensch, sin importar
que hubiese sido su vecino, su médico de cabecera, su compadre, su
tendero de confianza o hasta su yerno. El verbo cautivador del Führer y
la creatividad propagandística, llevaron a un pueblo que se preciaba
como uno de los más cultos de Europa, si no a justificar, por lo menos a
ser indiferentes ante la cacería de humanos más despiadada del siglo
XX.
Enseñoreados por el control absoluto del
poder, con tribunales complacientes y unos medios de comunicación al
servicio del régimen, los nazis anclaron en el subconsciente del pueblo
alemán el asumir como natural la creación de ghettos, campos de
concentración y hasta la llamada Solución Final, para deshacerse de
quienes representaban un peligro para la generación de jóvenes que se
estaba levantando bajo la conducción de un Reich que duraría mil años.
Bajo esas premisas racistas, los nazis torturaron, humillaron y mataron a
millones de personas marcadas como untermensch,
Caído el Tercer Reich, la ideología nazi
no desapareció sino que adquirió matices diferentes. La envoltura se
presentaba ahora con otros colores pero el contenido siguió siendo el
mismo. Ya no se argumentaban cuestiones de raza para justificar la
barbarie, ahora el gran justificativo eran las cuestiones ideológicas.
Ya no eran los arios como raza superior, sino los camaradas como dueños
absolutos de la verdad, la moral y la justicia. Los gulags o campos de
exterminio, los pogroms o linchamientos masivos, los juicios amañados,
se crearon para estigmatizar, humillar y hasta exterminar a los nuevos untermensch, los disidentes contrarevolucionarios.
En América Latina a muchos nos pasó lo
mismo que a los alemanes con la propaganda nazi. Nos tragamos el cuento
de una revolución cubana que llegaba para hacer justicia a los “pobres
de la tierra”, “inspirada por grandes sentimientos de amor”. Los cantos
de Silvio, Pablo y Carlos Puebla nos dibujaron una gesta heroica e
idílica. La propaganda nos hizo venerar a los barbudos como nuevos Robin
Hood con botas de campaña y uniforme verde oliva, quienes enfrentaron
al “poderoso imperialismo yanqui” para lograr la “definitiva
independencia”.
Lo cierto es que ese entusiasmo que
llevó a muchos jóvenes idealistas a ofrecer su vida para lograr en sus
países el “paraíso socialista”, no nos permitió ver los fusilamientos
luego de juicios sumarísimos, ni el encarcelamiento de homosexuales
“para curarlos de una vez por todas”, ni los actos de repudio a familias
enteras por no comulgar con la revolución, ni el apartheid que
impide que los cubanos puedan disfrutar de los productos y servicios
que los turistas se gozan gracias a las divisas. Para no ser menos la
revolución creó su propio sector de untermensch, los llamados “gusanos” de Miami. Más deshumanización imposible.
La revolución bolivariana no podía ser
diferente. Su fuente de inspiración ideológica y política le ha brindado
también asesoramiento en eso de calificar de untermensch a una
parte de la población. La expresión “escuálido” no es más que una
manera de subhumanizar al adversario al tratarlo como “poca cosa”. Para
el discurso del liderazgo chavista los escuálidos siempre son
prescindibles. Por ello poco importa despedirlos por solicitar el
referendo revocatorio, o negarles el acceso a las bolsas de comida que
el Gobierno solo destina a sus afectos. Como “pocas cosas” pueden ser
objeto de prácticas ruines y humillantes, como golpearlos y desnudarlos
en público. Lo hicieron contra jóvenes estudiantes en la UCV en abril de
2014 y recientemente contra menores de edad, estudiantes del Seminario
Menor San Buenaventura de Mérida. En estos como en los otros casos de la
Historia, habría que ver quien al final es el untermensch, si el agredido o el agresor.
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