lunes, 1 de octubre de 2018



¡No más revolución, por favor!, 

por Tulio Ramírez



No voy a comenzar destilando odio contra los que nos tienen comiéndonos un cable desde hace
un buen rato. El temor a que aparezca de la nada un tribunal a aplicarme la Ley del Odio, me obliga
tener la prudencia de un chino budista, no comunista.

Comenzaré con un lugar común; “todas las revoluciones nacen preñadas de buenas intenciones”.
Este principio es aplicable hasta al movimiento de “Doñas Unidas por una Buena Administración del
Inmueble (Dubai)” que destituyó “por las buenas” a la sempiterna Junta de Condominio del edificio
donde sobrevivo.

Cómo ellas, todos los grupos insurgentes justifican su revuelta con base a la “imperiosa necesidad de
conquistar para todos, mejores condiciones de vida”. Con esas frases nada originales estos
 movimientos, en las primeras de cambio, son apoyados con entusiasmo y esperanza por aquéllos que
se han sentido desplazados u olvidados por el régimen anterior, así sean vecinos de un condominio.
Lo bueno, viene después.

Estos movimientos que llegan al poder para quedárselos, ya en el gobierno, se empeñan en ocultar o
tergiversar los desafueros, errores y políticas erróneas. Sin embargo, en algún momento, estos
problemas salen a flote y desenmascaran a aquéllos que intentaron imponer la versión oficial
edulcorada. Así pasó con el comunismo soviético. Los Gulag (acrónimo de Glávnoie upravlenie
ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, o Dirección General de Campos de Trabajo), se vendieron
como centros para el “Trabajo Creativo y Liberador”, ocultando su verdadera misión. La historia
reveló que fueron campos de concentración y de trabajo forzado para los “enemigos de la Patria”,
como les gustaba calificar a la disidencia. También causó indignación mundial lo descubierto luego
 de la desintegración de la URSS.

Durante los años 1932 y 1933, murieron por hambre 1,5 a 4 millones de personas en Ucrania. Fue el
periodo de imposición por la fuerza de “la colectivización de la tierra” para obtener más granos para
vender al capitalismo y así financiar a la URSS a costa del hambre de los ucranianos. Fue el llamado
Holodomor, el cual selló para la historia, el carácter inhumano y cruel del comunismo soviético.

Otro tanto sucedió en la China de Mao. Durante los años 1960 y 1961 murieron más de 10 millones de
personas por la hambruna que se generó por el fracaso de la colectivización de la tierra para hacer
lograr “la soberanía alimentaria”. El gobierno chino llamó a este fracaso descomunal “Tres años de
Desastres Naturales”, tratando de atribuirle a la naturaleza, sus errores y disparates en materia
económica. Como se podrá observar, la manía de culpar a otro de los males ocasionados por el
gobierno,  no es exclusiva de esta ribera del Arauca Vibrador.

Esos intentos de tergiversar la historia para eludir responsabilidades también se consigue en Cuba.
Todavía a estas alturas siguen culpando al “bloqueo” del imperialismo yanky, de su hambruna y
desabastecimiento. Ya el mundo sabe que tal bloqueo es más cuento que verdad. Para nadie es un
secreto que los gobernantes tienen acceso al whisky Jack Daniels, el cual es más gringo que John
Wayne, a automóviles Ford último modelo, a cigarrillos Marlboro, a Directv, así como es público y
notorio que los hijos de la nomenklatura acceden, sin problemas, al Korn Flakes de Kellog’s, a los
chocolates M y M, a los jeans Levi Strauss y a la Coca Cola en todas sus presentaciones.

En el caso venezolano la situación no es diferente. El gobierno elude su responsabilidad y atribuye a
terceros la situación insostenible de los venezolanos. Pinta un país de ensueño y de prosperidad,
ocultando que más del 83% esta hastiado del socialismo del siglo XXI. Pero eso no es todo, por la
pasividad del gobierno se está incubando una tormenta perfecta en nuestro sufrido país. Una suerte de
coctel que incluye dosis del Holodomor ucraniano, del “Desastre de la Naturaleza” chino y del
“Bloqueo Imperialista” cubano, se cierne como un tsunami anunciado sobre nuestra población.

Ya no se puede ocultar el aumento de los niveles de pobreza, las muertes por falta de medicamentos,
la criminalidad desbordada, la migración masiva, la basura como fuente de alimentos y la
anarquización de la sociedad. ¡No más revolución, por favor!, es el grito ahogado de quienes están
muriendo de pobreza en los humildes hogares venezolanos.

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