La Batería
Tuve que comprar una Batería usada, me la
vendieron inservible al mismo precio que la nueva. Estaba tan mala que
ni siquiera prendía auxiliada
Un cronista serio,
responsable y con sentido de oportunidad no pelaría el boche del
referendo revocatorio, las trampas del CNE o el juicio a los sobrinos de
Su Excelencia para escribir su entrega semanal al periódico. Son temas
de bombita que todo lector inteligente y preocupado por lo que queda de
país, esperaría encontrar en la columna de su opinador favorito. Pero
como no tengo tantos lectores, podré darme el lujo de hacerme el paisa y
escribir sobre uno de los dramas que ha afectado a conductores sin
distingo de ideologías ni colores: la compra de una Batería en tiempos
de revolución.
Les haré el cuento corto. Madrugada del
domingo, alegre y zarataco, monto en mi vehículo para dirigirme a casa,
el cumpleaños del compadre Próculo estuvo espectacular, hasta hubo
whisky. Paso el suiche y nada. Me robaron la Batería. Era cuestión de
estadística, me tocaba. Me dieron las 11:30 am del domingo esperando
respuesta del seguro, finalmente termine pagando una grúa porque la del
seguro nunca llegó. Después de la consabida cantaleta en casa, “eso te
pasa por….”, me fui a la policía a poner la denuncia. No amigo lector,
no para que investigaran el robo, no soy tan ingenuo, el trámite es
necesario para que me puedan vender una nueva Batería.
El funcionario que tomó la denuncia
gritó hacia el fondo, “epa Julián, otro Bachaquero con el cuento del
robo de la Batería”. Que indignación. Mientras más explicaba, más me
vacilaban. Que si no les constaba lo del robo, que tenía que llevar el
carro a la estación, que seguramente había vendido mi Batería para
comprar aguardiente, que cuántas Baterías había comprado con ese
cuentico para después revenderlas. La verdad no soporte tanta
humillación y me largue sin la denuncia en la mano. Comenzaba otro vía
crucis.
Me fui al mercado informal. Los precios
eran tan exagerados que tendría que vender el carro para poder comprar
la bendita Batería. Fui al mercado formal. Me eche el primer madrugonazo
(el del novato). Me prestaron un acumulador más grande que el espacio
destinado para calzarla. Iba por la autopista con el capó semi abierto y
medio cuerpo fuera para poder observar el camino. Por poco un camión me
despescueza. Después de 5 horas de espera se acerca el empleado y me
suelta sin anestesia que para mi carro no hay Batería. Para atrás con
las manos vacías y con el compromiso de entregar la que me prestaron.
Cinco semanas después, traqueteado por
el Metro y asaltado dos veces en la Buseta, me informan que llegaron las
Baterías para mi tipo de vehículo. Otro madrugonazo. Como en el ínterin
se me venció el seguro del carro tuve que pagar una grúa. Me costó un
ojo de la cara. Luego de 6 horas de espera me dice el empleado que debo
dejarle una Batería ya que no tenía la denuncia de la policía. Me puse
frío. Rogué, pedí clemencia, casi lloré. La respuesta con sonrisita de
Mona Lisa fue: “lo siento, esas son las reglas”. Me recordó tanto a
Tibisay Lucena. Qué vaina, para atrás otra vez pagando otra grúa, otro
ojo de la cara. Estoy pensando seriamente en tirar el carro por un
desfiladero. Me contengo. Hay que seguir adelante, estamos en
revolución.
Juré que a la Comisaría no volvía, tengo
dignidad. Tuve que comprar una Batería usada, me la vendieron
inservible al mismo precio que la nueva. Estaba tan mala que ni siquiera
prendía auxiliada. Pagué otra grúa y me lancé otro madrugonazo. Ya van
tres. Los empleados me saludan con cariño, los indigentes me tratan
familiarmente, creen que tengo un negocio de “aguantapuesto” en la cola.
Después de 7 horas me dejan pasar. Me pareció un milagro.
Casualmente en ese momento estaba escuchando I heard the Voice of Jesus say.
Fue premonitorio. ¡Gloria a Dios!. Finalmente y para terminar el
cuento, había la Batería, tenía una inservible para dejar y tenía los
reales completos. Voy a pagar y me dicen que no puedo comprarla porque
estoy suspendido por 8 meses. Hace 2 meses había comprado una Batería a
mi nombre para el compadre Próculo. Ahora lo que quiero es comprar una
soga.
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