Las 12 uvas
Las consignas contra el imperialismo
norteamericano se siguen vociferando, es cierto, pero eso sí, en privado
y en voz baja. Con propiedades en Orlando y con cuentas en dólares en
el extranjero, ciertas condiciones aplican para ejercer la lucha “por
los pobres del mundo”
Recuerdo
que previo a los días de asueto navideño y de fin de año, los camaradas
más radicales de la ultraizquierda universitaria después de hacer su
respectivo “Trabajo de Barrio”, se instalaban en los bares cercanos a la
Universidad Central de Venezuela a tomarse las cervecitas y planificar
el viaje al terruño para celebrar con la familia las fiestas
decembrinas. En esas tertulias despotricaban de las fiestas capitalistas
y su consumismo desenfrenado. Cerrado el Comedor de la UCV, no había
otra opción, la revolución se iba de asueto. Ya en su tierra, olvidaban
los pregones comunistas y disfrutaban de la parranda con sus vecinos
adecos y copeyanos. Eran los días de la Venezuela en la que un abrazo de
año nuevo con el “faltan 5 pa’ las 12“, como música de fondo,
reconciliaba a los más enconados adversarios de la política venezolana.
Buena parte de esos muchachos humildes,
contestatarios y llenos de ideales de los 70 y 80, hoy en día son los
flamantes “doctores” graduados en las mejores universidades del mundo
gracias a ese invento cuartorepublicano y burgués, llamado Plan de Becas
Gran Mariscal de Ayacucho. Qué ironía, el odiado puntofijismo les dio
la oportunidad de educarse y la revolución chavista la de convertirse en
oligarcas sin pedigre. Ya no recuerdan que sobrevivieron gracias a la
bequita de 600 bolívares mensuales que le asignaba la universidad, al
siempre efectivo “martillo” solidario que les garantizaba los 2
bolívares del almuerzo y al pedazo de cartulina que servía de “pasaje
estudiantil” para lograr un aventón a Caricuao, El Valle, Los Teques, o
donde estuviere la residencia o pensión que pagaban los padres a duras
penas.
Consignas como “las calles son del
pueblo, no de la policía”, “este gobierno es hambre, miseria y
represión” o “liberen a los presos políticos”, pasaron al total olvido.
Hoy aplauden cuando la policía arremete contra la gente por el solo
hecho de pedir comida y medicinas, cantan vítores cuando alguien como
Franklin Brito se inmola en una lucha desigual contra un gobierno
arrogante y abusivo, o justifican la existencia de presos de conciencia
esgrimiendo ese pueril argumento que reza “aquel que obra contra la
revolución es traidor a la Patria”. Las consignas contra el imperialismo
norteamericano se siguen vociferando, es cierto, pero eso sí, en
privado y en voz baja. Con propiedades en Orlando y con cuentas en
dólares en el extranjero, ciertas condiciones aplican para ejercer la
lucha “por los pobres del mundo”.
Para este fin de año, al igual que
sucedió en las navidades, la mesa estará servida de manera desigual. Los
enchufados y antiguos adalides de las luchas del pueblo cenarán
opíparamente con productos importados y bebiendo el mejor whisky
escocés, mientras otros, la inmensa mayoría, cenarán lo que consigan
después de largas y agotadoras colas. Más sin embargo, allí no estará la
principal diferencia. Estará al comer las tradicionales 12 uvas al
escuchar las tradicionales campanadas por Radio Continente. Los antiguos
revolucionarios que juraron dar su vida por lograr una mejor sociedad,
las comerán deseando con mucha fuerza y nerviosismo que para el 2017 no
caiga el gobierno, porque perderán sus riquezas y quizás hasta mucho
más. El resto de los venezolanos, las comerá con la esperanza de que el
próximo año Venezuela se enrumbará hacia un camino distinto, donde
impere la democracia, la justicia y la libertad. ¡Feliz año nuevo
Venezuela!.