lunes, 15 de mayo de 2023

 

Además de nuevo rector, queremos una nueva universidad, por Tulio Ramírez

La universidad de las luces
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Twitter: @tulioramirezc


Al observar el ambiente en la UCV, a propósito de las elecciones que se efectuarán el próximo 26 de mayo, no puedo sentir más que orgullo y alegría. Después de 11 años de mora obligada, la comunidad universitaria retoma la senda democrática, arrebatada por un TSJ que impidió cualquier evento electoral desarrollado de manera autónoma y en concordancia a lo previsto en la Constitución Nacional y en la Ley de Universidades vigente.

En el limitado espacio del que dispongo, no invertiré mucha tinta en echar el cuento, harto conocido, sobre cómo se insertó una cabra en la Ley Orgánica de Educación aprobada en 2010, para alterar el claustro universitario, con la pretensión de rasguñar votos aquí y allá, para obtener lo que no han podido por las buenas (aunque tampoco por las malas), a saber, la rectoría de la primera universidad del país.

De aquellas tempestades vinieron los lodos que impidieron por 11 años, la organización de las elecciones en la casa que ha vencido, una y otra vez, a la sombra que insiste en acabarla.

Durante todos esos 11 años hubo cordiales comunicaciones entre la UCV y la Sala Electoral del TSJ. Imagino algo así como «Estimados Magistrados, les participamos que organizaremos las elecciones de acuerdo a nuestro reglamento autónomo»; «¿Apreciada Rectora, así es que es la cosa?, pues les participamos que, si las organizan, los multamos y van presos», «Señores Magistrados, ta’ bien no las organizamos, pero nos quedamos».

En ese estira y encoje, ha transcurrido el tiempo. Hoy finalmente, pareciera que se realizarán las elecciones bajo el esquema del «ni pa’ ti, ni pa’ mi». Vale decir, votarán todos (te lo concedo), pero no con el mismo peso (me lo reservo en virtud de mi autonomía).

¿Este aparente acuerdo (el cual, por cierto, no me consta), debe ser lo que los sesudos pensadores llaman «Actuar en función de la Real Politik»? Es decir, todos ceden en algo, porque, así como estaban, ni el gobierno ocupaba más terreno, ni la UCV dejaba el camino libre. Como diría el compadre Güicho, retorciendo el consabido “amanecerá y veremos”; «veremos si amanece». 

No voy a seguir invirtiendo tiempo y espacio en punticas e intrigas políticas. Prefiero asumir que todo transcurrirá en sana paz, por lo que ni antes, ni durante, ni después del evento electoral, habrá sorpresitas de última hora, tal como nos han tenido acostumbrados los últimos 23 años. Dada esta declaración de fe, me permitiré hacer algunas reflexiones sobre estas próximas elecciones (ojo, las universitarias, no se me desvíen). Veamos.

Son otros tiempos. Ya los partidos políticos no deciden en sus direcciones nacionales, quienes son los rectores. No es tiempo para negociar cargos a cambio de apoyos ya que no hay tantos interesados, hay que perseguirlos. Tampoco es época de caudillos académicos como los que otrora presumían tener control de grupos y votos, ya los «ismos» desaparecieron. No es tiempo para promesas irrealizables, porque la gente sabe que en política no caben los milagros. También se acabó el tiempo de los cheques en blanco, el electorado universitario no se deja seducir tan fácilmente. Esos tiempos quedaron atrás. 

Es claro que los candidatos tendrán que informar como enfrentarán los temas de la sobrevivencia cotidiana tanto de la universidad como de los universitarios. Todos deben hacer propuestas claras, creativas y creíbles, en esta materia, sobre todo porque la época de las vacas flacas no se avizora que concluya pronto. Todos tendrán que hablar de esto, es inevitable. Sin embargo, atender lo urgente no puede obviar lo importante. La universidad es mucho más que la recuperación material de instalaciones y salarios.

La universidad también es autonomía, es ambiente democrático, es producción de ciencia y tecnología, es pensamiento crítico, es reflexión rigurosa, es formación con responsabilidad y calidad, es debate creativo, es autocrítica; en fin, es todo lo que la hace universidad

Esa savia que le da vida a la universidad y nutre a los universitarios, debe reproducirse, expandirse y oxigenarse aun en las peores condiciones. Para lograr esta atmosfera académica se requiere de un liderazgo rectoral que, con su pensamiento y acción, contagie a los universitarios para emprender juntos esa tarea. Un liderazgo que promueva tanta discusión como sea necesaria y tanto consenso como sea posible, para dibujar la universidad que Venezuela necesita para las próximas décadas. 

Nos corresponde elegir nuevas autoridades, es cierto, pero también es importante elegir cuál universidad queremos para los tiempos turbios que, con toda seguridad, serán los venideros. Sin restar méritos a los colegas aspirantes, creo que el profesor Víctor Rago reúne el perfil para liderar esa trascendente discusión.

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