lunes, 7 de junio de 2021

 

Camucha la negociadora, por Tulio Ramírez

Camucha la negociadora
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Twitter: @tulioramirezc


Mi comadre Camucha se convirtió en una de las mejores negociadoras de Carúpano. Es tan despierta y aguerrida que todos le temen. Esa habilidad la adquirió a partir de una nefasta experiencia en la cual salió trasquilada cuando la contraparte le prometía toda la lana del mundo. Intentaré reconstruir la historia con detalle, porque de ella podemos aprender algunas lecciones.

Recuerdo cuando su primer marido, un pescador margariteño de apellido Marcano, bebedor y mujeriego como el que más, fue descubierto en tierras de Macarapana, con una jovencita de Puerto Santo a la que le tenía montado un rancho y un puesto de empanadas. El amancebamiento tenía un buen tiempo y todos estaban enterados, menos Camucha. Al descubrir la traición, la comadre le cortó todos los servicios y lo dejó en la calle con solo lo que tenía puesto.

Marcano, un resabiado de mil mañas, le planteó que era necesario conversar porque habían unos tripones de por medio y le daba mucha pena que crecieran sin un padre que los protegiera. Camucha, colocando el interés de sus hijos por encima de su orgullo herido, le abrió las puertas de la casa para negociar los términos de la separación.

Pensó que iba a ser una negociación sensata, toda vez que, para bien o para mal, tenían una historia en común y unos hijos por quienes velar. El matrimonio no se salvaría, de esa estaba segura, pero la solicitud de Marcano le convenció de que la relación acabaría en buenos términos. Era lo mejor, los hijos sufrirían menos ya que tendrían un padre que velaría por ellos.

Por supuesto, había cosas que dividir, pero eso era lo de menos. Para Camucha estaba claro que el peñero, el motor y la casa no entraban dentro de la partición porque los había heredado de sus padres. El resto solo eran cachivaches sin ningún valor. De Marcano, eran las redes y unos chinchorros viejos que se trajo de Margarita. Podía llevárselos cuando quisiera.

Pero la cosa no comenzó tan bien. Marcano puso un par de condiciones para hablar sobre el futuro. La primera, que Camucha no debía invalidar la tarjeta de débito que estaba a su nombre. Total, debía disponer de la mitad de los ahorros mientras abriera otra cuenta.  La segunda, Camucha le debía permitir usar el peñero y el motor para ir de pesca. Con eso garantizaría el pan a sus hijos.

Camucha accedió de buena gana. Si tales concesiones iban a permitir un acuerdo en favor de los niños, bienvenido sea.

La conversación se pautó para el día siguiente, pero Marcano no apareció. Camucha estaba preocupada. Algo le pudo haber pasado en el mar, ya que la noche anterior le pidió la lancha para ir a pescar unos corocoros para la comida de la semana.

De pronto, el instinto femenino le afloró y se fue rauda y veloz al banco para constatar el estado de la cuenta de ahorros. Marcano había retirado todo por el cajero automático.

Fúrica se dirigió a Macarapana. Intuía que estaba en la casa de la amante. Al llegar, los  vecinos le informaron que ambos se habían marchado en un peñero a Güiria para, desde allí, partir a Trinidad al día siguiente. Más nunca Camucha supo de Marcano. Aprendió una lección para el resto de su vida. En una negociación la contraparte no le regalará nada por nada, y si puede quitarte algo, lo hará.

Esta historia la cuento a propósito de las negociaciones propuestas por la oposición al gobierno de Maduro como punto de partida para superar la enorme crisis política, económica y humanitaria que sufre el pueblo venezolano.

El mandatario puso como condición para poder dialogar tres exigencias que debían ser cumplidas en su totalidad: el cese de todas las sanciones, el reconocimiento de la AN y la devolución de las cuentas bancarias y activos. Me pregunto, ¿si se accede, no es posible que el gobierno le haga a la oposición lo mismo que Marcano le hizo a Camucha? Pedir todo para no entregar nada. Amanecerá y veremos.

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