Parrita, el Bachaquero Mayor
-Aló
Rufino, qué hubo viejo, por aquí llegaron las negritas, esas que te
gustan tanto, y llegaron con un rico perfume olor a café. Las muy
guapachosas dijeron que cuando te vieran iban a darte una buena
enjabonada. Por cierto no te he mandado el fax por falta de papel, pero
ya me llegó, ¡ah!, se me olvidaba, si quieres desinfectar la pinta,
avísame-. Responden desde el otro lado de la línea, -Copiado Parrita,
mañana te caigo-. Este dialogo parece de locos, pero no lo es. Es la
nueva estrategia de Marketing utilizada por Parrita para promocionar su
mercancía, no por capricho lo llaman “El Bachaquero Mayor”.
Esta es una modalidad de mercadeo que
está implementando Parrita, el proveedor de los buhoneros desde Petare
hasta la Cortada del Guayabo. Si contratáramos al experto en semiótica
que en el juicio a Leopoldo le tiró la cabra pal’ monte al gobierno,
podría descubrir que se trata de mensajes cifrados donde se informa
sobre la existencia de caraotas, café, jabón de baño y papel higiénico.
Del precio no se habla, porque se negocia para el momento de la
transacción de acuerdo a la cotización del Dólar Tonight, porque el del
Day está proscrito.
No soy periodista, pero si curioso. Tomé
mi grabadora de cassette y me fui en busca de Parrita. Dar con este
personaje no fue nada fácil. Di vueltas por la Redoma de Petare, por el
mercado de Chacao y el Bulevar de Catia, pero nadie me dio señales de
Parrita. No exagero si digo que noté cierta desconfianza y a veces hasta
rechazo. Todos pensaban que era un espía del gobierno a la caza del más
buscado de los bachaqueros. La clandestinidad lo protege, además de una
red de aliados e incondicionales a los cuales abastece. Así elude a los
cuerpos de seguridad del estado, del municipio y hasta de la parroquia.
Una tarde, estando en el mercado
Guaicaipuro, ya tirando la toalla, convencido de que Parrita era un
invento o una suerte de leyenda urbana creada por los buhoneros para
despistar a sus perseguidores y desviar la atención, se me acercó un
jovencito vendedor de mango tasajeado en bolsitas y me dio una nota.
Decía el papelito parafinado de esos que dan con las empanadas: “Parrita
está dispuesto a concederle una entrevista. Mañana a las 17 horas
espere en el puesto de franelas del caimancito, las que son imitaciones
chinas”. El joven se perdió entre los buhoneros, no lo vi más.
A la hora fijada llegue al sitio
indicado. Esperé un buen rato, hasta compré una chemise carísima a
sabiendas de que era una vulgar imitación. Ya cansado de la espera y
cuando decidido a marcharme boté el último cigarrillo, se me acercó un
vendedor de mentol chino con una culebra de plástico en el cuello. Me
indicó que lo siguiera. Los recovecos eran interminables, el vendedor de
mentol me entregó a una vendedora de estatuitas de la Virgen del Valle,
también hechas en China, que finalmente me guió al encuentro con el
misterioso Parrita. El lugar de la entrevista, detrás de un camión de
plátanos.
Allí estaba, sentado en un guacal de
cambures. De pie y a sus espaldas, cinco fornidos caleteros que de tanto
cargar sacos y comer completo, parecían agentes de seguridad de la Casa
Blanca. Era un hombre de unos 40 años, bajito y regordete, con una
franela que le dejaba ver el maruto porque la masa abdominal le impedía
que se lo cubriera. En la boca tenía un gran tabaco sin prender que, por
cierto, cuando lo sacó me pareció ver que la etiqueta decía Made in
China. A su alrededor, montadas unas sobre otras, pacas de harina de
maíz, pasta, arroz, café y azúcar. Indudablemente era una demostración
de poder.
Le pregunté si Parrita era su verdadero
apellido. Me contestó que no, que la vida clandestina lo obligaba a
utilizar seudónimos para proteger a su familia. Indicó que era
economista graduado con Honores en Penn State y ex trabajador de una
gran empresa expropiada por la revolución que hoy no produce nada.
Confesó que ante la disyuntiva de irse a otro país prefirió incursionar
en el Bachaqueo con todos los riesgos que eso implicaba. Él lo llama
“Comercio Clandestino de Supervivencia (CCS)”. Piensa escribir un
tratado sobre el tema. Considera que es necesario un sustento teórico de
su actividad.
Con pose académica explicó: “El CCS es
una actividad comercial que florece en la tierra árida del comunismo. Al
estrangularse el mercado formal, bien por ineficiencia gubernamental o
por políticas que no valoran la trilogía Inversión-Riesgo-Ganancia,
surge de manera espontánea un mercado subterráneo que descentraba el
aparato productivo para satisfacer una sociedad ávida de productos. Allí
es cuando intervenimos nosotros como mediadores entre la oferta y la
demanda”. Un escolta le encendió el tabaco. El humo y la oscuridad daban
un ambiente de resistencia francesa de la 2da Guerra Mundial.
La entrevista terminó abruptamente. De la nada
apareció una vendedora de hallaquitas de chicharrón y le dijo algo al oído. Al
parecer llegó al mercado un contingente de policías en su búsqueda. Antes de
desaparecer entre tarantines de verdura, peluquerías improvisadas, ventas de CD
quemados y de franelas del beisbol profesional venezolano, para variar también hechas
en China, me ofreció un combo de harina de maíz, arroz y detergente por un
precio aceptable. Se lo compre por cuestión de subsistencia. ¿Será cierta su
teoría?. Ese es Parrita, el Bachaquero Mayor.
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