lunes, 13 de abril de 2020

El Nazareno


Nazareno, háganos el milagrito, por Tulio Ramírez


Dicen algunos historiadores que el Nazareno de San Pablo llegó a la ciudad de Caracas en 1674 y fue ubicado en la Capilla de San Pablo El Ermitaño, la cual se construyó en el lugar que hoy ocupa el Teatro Municipal. Por cierto, este Teatro lo construyó el presidente Guzmán Blanco y no Chávez, como pudiera imaginarse alguno de esos chupasuelas que asume que, gracias al Galáctico de Sabaneta, Venezuela se independizó del imperio español, obtuvo luz eléctrica, se fundó el equipo Navegantes del Magallanes, se descubrió el petróleo, y se ganaron las 7 coronas del Miss Universo.
Ha sido tanta la devoción de los caraqueños a esta imagen sagrada que no imaginé nunca una semana santa sin la multitudinaria procesión de miércoles de cenizas con sus miles de feligreses y cientos de pagadores de promesas, rindiéndole tributo a este emblemático ícono de la fe y la religiosidad de nuestro pueblo.
Pero este miércoles santo fue diferente. El Nazareno de San Pablo salió en procesión, pero no sobre los hombros de sus creyentes ni rodeado de multitudes dando gracias por los milagros recibidos y por recibir.
La Cuarentena por el Virus Chino obliga a sacarlo en el papamóvil y escoltado seguramente por algunos no tan fieles a la iglesia, pero si a otros que han hecho también sus milagritos, uno de ellos, empobrecer en 20 años un país inmensamente rico.
Convencido de que sería inútil intentar mostrar mi devoción al Nazareno debido a la falta de gasolina y por un par de votos negativos en casa. No pude peregrinar en esa motorizada procesión. Decidí entonces echar un camaroncito para desestresarme de tanto descanso obligado.
Ya entrada la tarde y preparándome para una sesión de relajamiento postsiesta, me entero que El Nazareno hizo su primer milagrito, pero esta vez no para favorecer a las grandes mayorías en calamidad, como lo hizo en 1696 cuando la fiebre negra o escorbuto o en el siglo XIX cuando la peste azotó a Caracas.
No, esta vez fue para el mismo. Solo a través de su inmenso poder fue posible que el Papamóvil no se quedara definitivamente varado en El Valle por falta de mantenimiento.
La avería se pudo reparar gracias a su intermediación, porque si lo dejaba solo a la iniciativa terrenal ese famoso auto iba a terminar sin batería, sin radio y montado en cuatro bloques y por supuesto, sin Nazareno. Recordemos que era un miércoles de ceniza y en cuarentena. Sin cuarentena el gruero y los mecánicos hubiesen marcado la milla para la playa y por la pandemia tendrían más que justificado no salir de casa. La otra era conseguir los repuestos. Solo su mano poderosa pudo vencer esos obstáculos.
Después de esa demostración de su inmenso poder, los venezolanos solo esperamos que nos cumpla un par de milagritos más. Uno, acabar con esta pandemia que tiene al mundo entero sufriendo lo indecible por la pérdida de cientos de miles de seres humanos infectados por un virus más resistente que los destornilladores hechos en el país de donde salió.
El segundo milagrito, es muy peligroso hacerlo público pero él sabe cuál es. Se lo hemos pedido muchas veces. Recuerdo que lo hemos pedido en las semanas santas, en los diciembres como regalo de navidad, en los carnavales como para salir de Judas, el día de la independencia, por razones obvias. Pero no solo nos acordamos de eso cuando son días festivos, también lo pedimos con la misma fuerza en los días laborables, los fines de semana y hasta el día 29 de febrero cuando el año es bisiesto. Nazareno, por favor, este año háganos el milagrito.

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