lunes, 24 de julio de 2017

La Delpiniada del socialismo del siglo XXI

La Delpinada de Guzmán Blanco

Exponer a la burla pública a unos humildes venezolanos, balbuceando parlamentos disparatados e incoherentes, prometiendo cosas absurdas como elevar a categoría constitucional el fiao para adquirir las Bolsas Clap, nos retrotrae a la emboscada que le hicieron a Don Francisco Delpino y Lamas
Por allá por el año 1885, en la caraqueñísima esquina de Capuchinos, estaba una sombrerería regentada por un curioso personaje llamado Don Francisco Delpino y Lamas. Este hombre de mediana edad y cultor del arte de la palabra, se asumía como poeta florido, aunque sin mucho garbo ni atinada rima. Era la Venezuela del Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco, un refinado déspota cuyo control férreo sobre un país rural y aturdido por la cruenta Guerra Federal, asfixiaba las libertades que reclamaba la juventud universitaria. Nuestro personaje de marras, Don Francisco Delpino y Lamas, publicaba sus defectuosos y cochicornetos versos en La Opinión Nacional, un periódico que le abrió sus páginas, bajo riesgo de perder lectores por dar espacio a tan impresentables versos.

Sin embargo, el efecto fue contrario a toda lógica. Los poemas de Don Francisco Delpino gustaban al escaso público lector de la Caracas de los techos rojos, pero no precisamente por su belleza y buena técnica, sino por lo disparatada y alocada inspiración y escritura. Su lectura generaba risa y burla entre los pocos caraqueños que sabían leer y escribir. Un experto en comunicación de los de hoy, pensaría que se trataba de una estrategia publicitaria para aumentar el tiraje. Si me permiten la extravagante analogía, imagino que para los usuarios de la época fue algo así como El Gallo Pelón o el semanario El Camaleón, dos publicaciones de corte político-humorístico que entretuvieron a los venezolanos durante los años 60 del siglo XX y los de comienzos del siglo XXI.

Pero como siempre ha sucedido en nuestro país, el ingenio de los estudiantes universitarios de esa Caracas rural se activó. En un alarde de retruécano político, vincularon la locura del poeta sombrerero con las glorias del Ilustre Americano. Así, armaron lo que en nuestra Historia se conoce como “La Delpiniada”. Organizaron en el Teatro Caracas la tarde del 9 de marzo de 1885, un homenaje a Don Francisco Delpino y Lamas a quien presentaron como “el mejor poeta de todos los tiempos”. Los discursos de los estudiantes sobredimensionaban las capacidades de su orgulloso homenajeado, haciéndose evidente ante los asistentes la burla solapada al presidente afrancesado que se vendía como un intelectual de pensamiento profundo y fina pluma. El objetivo fue hacer reír a los caraqueños de los delirios Delpinianos del dictador, haciendo ver que no existía ninguna diferencia entre el Ilustre Americano y el vendedor de sombreros y fallido poeta de la esquina de Capuchinos.

¿A razón de qué viene este cuento? Pues resulta que el gobierno de Maduro está organizando su propia Delpiniada. Pero esta vez el objeto de burla no es el adversario político sino el pueblo de Venezuela, ese pueblo llano y noble que ha creído en las ofertas demagógicas de esta revolución de la miseria. Cuando observamos y escuchamos las cuñas de los candidatos oficialistas a esa fraudulenta convocatoria, experimentamos simultáneamente dos tipos de reacción: lástima y risa.

Exponer a la burla pública a unos humildes venezolanos, balbuceando parlamentos disparatados e incoherentes, prometiendo cosas absurdas como elevar a categoría constitucional el fiao para adquirir las Bolsas Clap, nos retrotrae a la emboscada que le hicieron a Don Francisco Delpino y Lamas. Si bien es cierto que los estudiantes antiguzmancistas, valiéndose dolosamente de la candidez e inocencia del desangelado poeta, lo usaron cruelmente como espejo burlesco del presidente Guzmán Blanco, hoy la crueldad debe ser endosada a Maduro y sus publicistas. Nunca en nuestra querida Radio Rochela, donde tanto se parodiaba con humor el acontecer político venezolano, se usó a los humildes de manera tan humillante y desconsiderada, para exponerlos con sus precariedades, limitaciones y miserias ante el gran público televidente. Pero ni modo, así es el socialismo del siglo XXI.

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