La Carta
Almagro amenaza cada cierto tiempo con activarla y Maduro no se da por enterado
El estira y encoge
entre Almagro y Maduro me recuerda mucho a la carta que le envió el Dr.
Rafael Caldera al Dr. Jaime Lusinchi en la campaña electoral del 83.
Lusinchi nunca acusó recibo de la epístola. Si mi memoria no me falla,
en el debate televisivo entre los dos candidatos, Caldera le reclamaba
al médico de Clarines no haber contestado la misiva. Cada 5 minutos le
recordaba, “usted, Dr. Lusinchi, no me ha contestado la carta”. El
candidato adeco, haciéndose el paisa respondía, “Dr. Caldera, Dr.
Caldera, no se me salga del tema que estamos debatiendo”. Así está la
Carta Democrática de la OEA, Almagro amenaza cada cierto tiempo con
activarla y Maduro no se da por enterado. Pero de esa carta no quería
hablar en este artículo.
Llegando a mi edificio después de hacer
la cola para comprar el pan, observo que en el buzón sobresale algo
parecido a un sobre de carta. Al principio me costó unos segundos
reconocer que era una carta, porque aparte de los recibo de cobro del
condominio y del Banco, el resto de las comunicaciones me llegan vía
correo electrónico. Tomo el sobre, no tenía remitente pero si
destinatario. Lo abrí cuidadosamente por aquello de los sobres-bomba,
aunque inmediatamente me dije los únicos capaces de volarme en pedazos
por mala paga, son mis acreedores y hace tiempo no tengo, porque nadie
me presta. Despliego el papel y leo la primera línea: “Mi tan poco
apreciado profesor”. La cosa prometía.
Sigo leyendo: “Me atreví a escribirle
esta carta a sabiendas de que no la leería (¿?¿¿)”. Extraño comienzo,
pero bueno estamos en Venezuela, tierra de lo posible y de lo imposible.
Continuo, “le he venido siguiendo desde hace por lo menos 7 años a
través de sus artículos en ese periódico subversivo y maledicente
llamado Tal Cual. He soportado estoicamente sus ironías, chascarrillos y
chalequeos en contra del proceso revolucionario. Sus artículos,
desinformantes y deformantes de la realidad, datan desde que estaba al
frente de la revolución El Comandante Eterno Hugo Chávez Frías, a quien
Dios lo tenga en la gloria y a la diestra de su padre, Fidel Castro
Ruz. Pero llegó el momento de cantarle unas cuantas verdades que parece
desconocer, o peor, ignorar alevosamente”. Les juro amigos lectores que
la lectura de este primer párrafo me dejó turuleco. Tal fue mi atención a
la correspondencia, que el bombonsote del 14-A pasó en pantaloncitos
cortos muy cerca de mí y ni siquiera voltee a mirarla. Abstraído del
mundo, sigo leyendo.
“Es totalmente falso que exista
corrupción en el gobierno revolucionario. Usted como defensor del
capitalismo, solo se fija en una supuesta riqueza súbita de nuestros
líderes, sin apreciar lo que han tenido que arriesgar para construir la
revolución. Para usted es imposible entender que tal tarea es normal que
sea recompensada. Pero mi estimado conspirador usted está equivocado
si piensa que esa supuesta riqueza fue extraída de contratos y guisos.
Para todos es conocido que esas pequeñeces que usted llama “lujos
injustificables”, son producto de la contribución de nuestra militancia
que si ha sabido reconocer la valía de nuestros dirigentes”. En este
punto pase al modo sorpresa. No podía creer que alguien pudiera escribir
lo que estaba leyendo.
Mi anónimo remitente señala luego,
“usted no sabe el daño que le hace al país con sus inventos e historias
falsas. Aquí no hay escasez, ni crisis humanitaria, ni inseguridad, todo
es una manipulación mediática y usted ha contribuido con ella”. A estas
alturas pase del modo sorpresa al modo comprensión. Así piensa mucha
gente, me dije, eso es un logro de la efectiva maquinaria propagandista
del gobierno. Con tantas mentiras mil veces repetidas convierten a sus
seguidores en seres impermeables a todo razonamiento que vaya en contra
de las verdades sagradas de la revolución. Así son las religiones
fundamentalistas, y el chavismo es en la práctica una religión con su
santoral, clérigos, rezos, rituales y, sobre todo, fieles.
La carta finalizaba con la siguiente
reflexión, “sepa usted mi desestimado profesor que aquí hay un pueblo
que defenderá su revolución a costa de lo que sea. Patria o Muerte,
Venceremos”. Estaba a punto de guardar la esquela cuando me percate que
había una postdata con una nota en letra diminuta, decía: “por cierto,
me informaron que usted podía conseguir medicamentos en la universidad,
si no es molestia podría conseguirme unas cajitas de hipertensivos, Dios
se lo pague. Mañana le dejo mi número en el Buzón”. Se las estoy
buscando. Así somos los venezolanos.
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