lunes, 6 de marzo de 2017

¡A que no me conoces!

Suiza

En el gobierno se ha vivido en un eterno carnaval desde 1998. Esos próceres de la revolución se pusieron un disfraz que nunca se han quitado. La simulación fue el arte que cultivaron y lo hacen a la perfección. Se disfrazaron de humanistas, defensores de los pobres y de los derechos humanos, se vistieron con ropaje de gente sensible, humilde y resteada por el que menos tiene
Dediqué parte de los días de carnaval a ayudar a mi hija a realizar una tarea escolar. Seguramente que la maestra que le impuso tal asignación, despotricaba de sus ahora colegas, cuando le embromaban los días festivos. La tarea consistía en hacer un tema de composición con dibujo, sobre el significado de los carnavales. La venganza es dulce y entretiene, como decían en las novelas de los años 70. Siempre he pensado que gracias a esas inoportunas tareas, se exacerba lo que Marx visualizó como síntoma de las sociedades de clases, a saber, los opresores y los oprimidos. Con la debida distancia, hoy día podrían asimilarse estos sectores a quienes asignan las tareas y disfrutan a plenitud sus días feriados y a quienes no lo disfrutan por estar atendiendo tales deberes escolares. A este último sector se le suman como víctimas colaterales,  los sufridos padres.

Dadas las circunstancias en vez de agarrar carretera el viernes como Dios manda, lo hicimos el domingo.  ¿La razón de la pérdida de un día de playa?. Pues el sábado la niña tenía que dejar la tarea lista ya que debía entregarla el miércoles de cenizas. Cosas de familia previsiva. Solo imagino a aquellas familias que por no tomar estas previsiones, hicieron que sus hijos, una vez llegaran a casa estropeados de la playa, tuvieran que fajarse a hacer la tarea el martes de carnaval por la noche para entregarla el día siguiente. Ese descomunal despropósito, obliga a concluir  que no hemos avanzado mucho en eso de lograr el respeto de los derechos humanos.  Así no hay revolución que avance con todo y su Viceministerio de la gozadera.

Pero vayamos al grano. Buscando información por internet encontramos que el carnaval es una fiesta pagana donde imperó la permisividad y el descontrol. Su origen se remonta a casi 5000 años. Las primeras fiestas conocidas fueron en honor al Toro Apis en el antiguo Egipto, pero es en la Roma imperial cuando se institucionalizan como ofrenda a Baco, el Dios del vino y de la rumba pareja y desenfrenada. La verdad sea dicha, con estas tareas uno siempre aprende algo nuevo, ahora entiendo la procedencia de la palabra bacanal. No era como decía el compadre Chuito, insigne erudito de Macarapana,  para quien el bacanal era una fiesta que se hacía previa vaca (contribución) de los participantes. La ignorancia compartida es perniciosa.

Sigo con mi lectura y descubro que desde tiempos inmemoriales en estas fiestas los rumberos usaban mascaras y atuendos poco comunes. De esta manera se potenciaba la jodedera amparada por el anonimato. Cuando se expande por Europa se comienzan a usar disfraces alegóricos a personajes mitológicos que le daban un tono fantasioso a las fiestas. Es interesante observar que para algunos psicólogos, con el disfraz se simula ser alguien con características que compensan los déficits que realmente se poseen. Así, el rico se disfraza de pobre y viceversa, el alma buena se disfraza de tirano y viceversa, el león se disfraza de débil corderito y viceversa, el débil de fuerte y el fuerte de más fuerte. La idea era salir de la rutina creando una situación de confusión colectiva y de engaño consensuado.

En la carretera rumbo a la playita, mientras los chamos escuchaban a Chino y Nacho y la cuaima chateaba con sus iguales, reflexioné sobre lo leído y filosofé como buen carupanero. “No hay mal que por bien no venga”, fue lo más denso que se me ocurrió y veamos por qué. No disfrute un día de playa por ayudar a mi hija, pero descubrí algo verdaderamente importante. En el gobierno se ha vivido en un eterno carnaval desde 1998. Esos próceres de la revolución se pusieron un disfraz que nunca se han quitado. La simulación fue el arte que cultivaron y lo hacen a la perfección. Se disfrazaron de humanistas, defensores de los pobres y de los derechos humanos, se vistieron con ropaje de gente sensible, humilde y resteada por el que menos tiene. Pura simulación. Al final les conocimos su verdadera personalidad por sus actos. Tardamos un poco en hacerlo porque el disfraz nos confundió en las primeras de cambio. Finalmente llegando a Higuerote concluí que sería más coherente que en vez de comenzar sus arengas con la rayada palabra “Queridos compatriotas y camaradas”, deberían comenzar con algo más acorde el disfraz que lucen, por ejemplo con algo así como: “¿A que no me conoces?”.


 

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