lunes, 27 de julio de 2015

Yo, el Oligarca

Yo, el oligarca

Aula magna-UCV

“Campesino que vas a la tierra, marinero que vas a la mar, miliciano que vas a la guerra con un canto infinito de paz”, en esa majestuosa sala, monumento al mérito, la disciplina, la superación, la tolerancia y la democracia, que es nuestra querida Aula Magna. Si señor ministro, usted tiene razón, yo soy uno de esos oligarcas, lo admito

De acuerdo con las declaraciones del Ministro de Educación Universitaria, Ciencia y no sé qué otra cosa, antes de que llegara Chávez al poder la educación en nuestras máximas casas de estudio estaba reservada solo a los jóvenes con pedigrí y nariz respingada. Ningún pata en el suelo de Petare, según esta versión, tenía derecho ni siquiera a soñar con esa posibilidad, porque corría el riesgo de que a mitad del sueño le apareciera el Presidente de FEDECAMARAS disfrazado de Freddy Krueger para convertir en pesadilla esa temeraria aspiración. Añade el ministro que para convertirse en estudiante universitario, no solo se debía tener cierta alcurnia y apellidos, sino también billete del bueno para comprar el cupo. Esto lo ha repetido en varias intervenciones públicas, además sin aguársele el ojo y mucho menos con tembladeras de parpados. Lo dice sin importarle un carajo que la prueba que refuta sus afirmaciones esta personificada en ministros y altos funcionarios del gobierno, quienes siendo peladores de bola de cuna, tuvieron la oportunidad de hacerse profesionales en esas universidades que tanto critican y hostigan, pero a las que tanto deben.
Lo cierto es que nunca han mostrado las pruebas que evidencien la fulana venta de cupos, ni siquiera han dicho que las tienen y que las van a mostrar en algún momento, tal como lo hace el Jefe cada vez que denuncia un intento de Magnicidio. Como no sabemos cómo se come el asunto, intentaremos desenmarañarlo para que los jóvenes bachilleres tengan una idea de cómo se haría esa transacción de compra-venta en la actualidad con todos los adelantos tecnológicos. En primer lugar deberíamos pensar en algo así como un Portal Web llamado Tucupo.com donde se señale el costo para ingresar a cada carrera.
El procedimiento sería muy sencillo, el estudiante busca la carrera y la universidad de su preferencia, marca “Comprar” y le llega la planilla de inscripción por correo especial a la puerta de su casa o a su e-mail. Claro, el acceso a este portal no sería libre sino que habría que afiliarse previamente llenando una solicitud donde se colocan los datos y documentos escaneados que acrediten lo azul de la sangre del optante. Una vez enviados los documentos a la universidad de su preferencia, el respectivo Consejo Universitario compuesto por lo más granado de la burguesía criolla, junto a representantes de Uribe, JJ Rendón, Bush, Obama y hasta del mismísimo General Santander, estudia la solicitud y valida la autenticidad de los documentos con la base de datos de todos los clubes de alta sociedad del país. Luego de esta verificación, se procede a dar el visto bueno para el ingreso. Una vez acordada la admisión, se le remite al bachiller, por la misma vía, la planilla de inscripción con el cupo garantizado.
Por supuesto, todo esto previa constatación de que se haya hecho efectivo el depósito en el Banco. Con este procedimiento se aseguraría que el nuevo ingreso tiene el billullo y el linaje adecuado para garantizar la continuidad en el poder de los Amos del Valle. De no reunirse estas condiciones, no le queda más remedio al bachiller que ir a llorar al idem.
Con esta matriz de opinión alimentada desde el gobierno y repetida por jóvenes que en la IV no habían nacido o eran unos bebes, se ha tejido una leyenda urbana sobre el acceso a la universidad venezolana que ha servido para justificar la medida antiautonómica de arrebatar a los Consejos Universitarios, la potestad legal de establecer el número de estudiantes a ingresar en el primer año y el mecanismo de su selección. Por supuesto sería necio negar que siempre existan vagabundos que han procedido a estafar a jóvenes bachilleres vendiendo cupos que no poseen, o que algún funcionario inescrupuloso haya accedido a saltarse la ética por un plato de lentejas. Pero esto nunca ha sido una política institucional tal como lo quiere hacer ver el gobierno. Es como asegurar que porque algunos funcionarios vendan cupos para la asignación de apartamentos de la Misión Vivienda, se señale directamente al ministro respectivo como corresponsable o cómplice de tal corruptela. Las autoridades universitarias siempre han solicitado que se formalicen esas denuncias, y cuando se ha hecho, se ha procedido contra estos estafadores. No estoy seguro que así se proceda en el ministerio.
El titulo de este artículo no es azaroso señor ministro. Según usted yo fui y sigo siendo un oligarca. Estudie en la UCV en la IV y he trabajado en ella como profesor desde los últimos 20 años del siglo pasado y los 15 años que van de este siglo. Es decir soy un oligarca reforzado. Pero a diferencia de lo que usted ha vendido a los incautos, no nací en cuna de oro ni encuadro en el falso estereotipo de estudiante ucevista que usted ha pretendido imponer. Mire usted, crecí en uno de los Barrios más pobres de Petare, el rancho donde vivíamos tenía piso de tierra, conocí un baño dentro de mi casa a los 14 años porque siempre vivimos de casa de vecindad en casa de vecindad, tuve una habitación para mí solo cuando salí de la casa paterna a los 25 años y en más de una oportunidad me fui a pie desde la UCV hasta Petare por no tener para el pasaje. Estudié en escuelas y liceos públicos, siempre con libros y cuadernos usados, muy pocas veces desayunaba en la cantina porque nunca tenia plata, mas grandecito tuve que trabajar vendiendo periódicos en el Centro de Caracas, entre las esquinas de Pilitas y Mamey, para ayudar a mi familia; y ya estudiante universitario, fui permanente trabajador suplente en un Hospital haciendo desde camillero hasta telefonista en el horario nocturno de 7:00 pm a 7:00 am, para poder ayudarme y proseguir los estudios en mi querida UCV. No recuerdo que alguien me haya pedido un medio para ingresar a ella y estudie con muchísimos compañeros tan jodidos como yo, o en peores condiciones que las mías.
Todos teníamos un objetivo en común, graduarnos para salir de abajo y ayudar a la familia. Finalmente la gran mayoría egresó y son hoy los primeros defensores de su universidad, ya que los acogió en sus aulas sin pedir nada a cambio. Entre el comedor, la bequita, el transporte y la biblioteca, esa universidad que usted tilda de elitista, impidió que muchos de nosotros abandonáramos prematuramente sus pasillos y nos perdiéramos la inolvidable experiencia de ponernos toga y birrete y escuchar el “Campesino que vas a la tierra, marinero que vas a la mar, miliciano que vas a la guerra con un canto infinito de paz”, en esa majestuosa sala, monumento al mérito, la disciplina, la superación, la tolerancia y la democracia, que es nuestra querida Aula Magna. Si señor ministro, usted tiene razón, yo soy uno de esos oligarcas, lo admito.

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