lunes, 13 de noviembre de 2017

Yo a ti, sí te jodo

Jaime Lusinchi y Luis Guillermo García

Eran los tiempos de la IV República, o de la democracia civil como prefiero llamarla. Se hacía periodismo mordaz, crítico y nada complaciente con los gobiernos de turno
Los diferentes medios de comunicación estaban dispuestos para reseñar la noticia, la cual por cierto no recuerdo, pero el asunto ha debido ser de cierta trascendencia por la presencia del presidente Lusinchi. El lugar, alguna de las oficinas del Palacio de Miraflores. La transmisión era en vivo y directo. Yo sintonizaba, como todas las noches, el noticiero de Radio Caracas Televisión. Luís Guillermo García era el periodista que por ese canal estaba cubriendo la noticia. Luís Guillermo, junto a otros periodistas como Samuel Belilty, Sergio Novelli y la para entonces muy joven Laura Castellanos, conformaban un staff que se caracterizó por el sentido crítico y de denuncia que le imprimían a sus reportes. Lo cierto es que en ese episodio que estoy rememorando la verdadera noticia no fue el asunto del cual ni me acuerdo, sino la respuesta que le dio el para entonces presidente al periodista de marras. Se le acercó como una tromba. Con los cachetes temblorosos y con el dedo índice amenazante le espetó: “Tú a mí no me jodes”. Luís Guillermo, con cara de desconcierto, se limitó a mirar a la cámara como preguntándole al televidente, ¿y qué carajo le pasa a este señor?

Eran los tiempos de la IV República, o de la democracia civil como prefiero llamarla. Se hacía periodismo mordaz, crítico y nada complaciente con los gobiernos de turno. Salvo una paliza que algunos inadaptados le dieron al periodista Alfredo Tarre Murzi y una que otra demanda por difamación a algún periodista o editor que se pasó de la raya, había una relación tensa pero tolerante entre el gremio de cazadores de noticias y la clase política en el país. Tanto la prensa escrita como las revistas de corte político, colocaban a la disposición de sus lectores, crudos reportajes, columnas polémicas, así como entrevistas incisivas y provocadoras. Ese periodismo valiente y punzante no recibía como respuesta el allanamiento de la casa de algún periodista, por parte de la policía política del régimen. Hasta los humoristas no desaprovechaban la oportunidad de despellejar a los políticos de oficio. Inolvidables los sketches de la Radio Rochela, donde prácticamente todos los líderes importantes de la época fueron parodiados, magnificando sus desaciertos y metidas de pata.

Pues si mi apreciado lector, en esa república civilista, hoy tan criticada por un régimen que calza botas militares, un presidente amenazó a un periodista frente a toda Venezuela, y no le pasó absolutamente nada. El reportero siguió con sus reportajes cargados de denuncias y críticas sin que fuese despedido u obligado a renunciar “por órdenes de Miraflores”. Por el contrario, el presidente Lusinchi fue el que recibió una andanada de rechiflas provenientes no solo del gremio de comunicadores sociales como era de esperarse, sino de sectores no ligados a este oficio. Definitivamente era otra Venezuela.

Añoramos aquellos tiempos por miles de razones que no vienen al caso nombrar. Todos las conocemos y padecemos a diario. Sin embargo, quiero referirme a los embates en contra de la prensa y los periodistas. Cierre de medios, agresiones físicas y verbales, veto a algunos conductores de programas de radio, enjuiciamiento a editores, ha sido la constante de un gobierno alérgico a cualquier posición que disienta de sus políticas. En los gobiernos dictatoriales la primera víctima es la prensa libre, acostumbran a decir quienes tienen la responsabilidad de informar. Pero hablar de prensa es hablar de periodistas. El caso de Jesús Medina Ezaine debe alertar al gremio, a los venezolanos y al mundo. No quiero que se me aplique la novedosísima y creativísima Ley contra el Odio, pero díganme ustedes amigos lectores, este periodista fue secuestrado, brutalmente golpeado y amenazado de muerte, pero no le robaron nada, ni pidieron rescate. “Yo a ti, si te jodo”, al parecer fue el mensaje que le mandaron de alguna parte.

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