Centauros alados
Estoy seguro que cuando esta pesadilla termine,
aquéllos que cayeron bajo las balas asesinas de Policías, Guardias
Nacionales o Colectivos armados, estarán desde el cielo, cual centauros
alados, con escudo y lanza en ristre, vigilantes para que en Venezuela
nunca más se repita esta desgracia
Los
he observado en las marchas opositoras. Andan en grupos de 6 a 8
jóvenes. Sus edades oscilan entre los 14 a 24 años aproximadamente. Se
entremezclan muchachos y muchachas y es posible distinguirlos por la
delicadeza con el cual las féminas lucen sus atuendos de guerreras
espartanas. Definitivamente las venezolanas, hasta en los trances más
enconados, no pierden la prestancia que da cuidar la armonía de sus
encantos. Todos transmiten energía, entusiasmo, convicción de que están
en el lado correcto de la historia y sobretodo la sensación de que este
país es de ellos y que es su deber defenderlo.
Con un andar ligero atraviesan en fila
india la multitud ante el aplauso y los vítores de los marchistas.
¡Valientes!, ¡valientes!, es lo que se escucha a su paso. La vestimenta
los hace distinguir del resto. Desde lo lejos se ven llegar con el
rostro cubierto con una pañoleta colorida o una franela hábilmente
enrollada cual turbante de beduino del desierto. Llevan un casco de
motorizado o de ciclista para amortiguar la lluvia de bombas
lacrimógenas, y sobre el cuello, la máscara antigás para evitar la
asfixia. Sobre este aditamento es curioso observar que usan de variados
modelos, desde las más sofisticadas disponibles en el mercado, hasta las
de factura artesanal hecha con botellas plásticas de refresco, con
rellenos de algodón y tapas ahuecadas para poder respirar. Esto sin
dejar de mencionar el aditamento más importante: el escudo.
El escudo se ha convertido en un símbolo
de lucha y de creatividad artística. Los he visto de diferentes formas y
materiales, los hay de madera gruesa, de cartón piedra y de metal. Los
pintan con el tricolor nacional o con el emblema usado por los cruzados
del siglo XI, a algunos les colocan mensajes políticos, a otros alguna
figura escatológica y hasta se pueden divisar unos pocos con mensajes
tiernos, como aquél que vi en uno con el que se cubría una jovencita en
Altamira: “Amor es, no tener que pedir permiso para ser libre”. El uso
de estos artefactos de defensa los ha llevado a las páginas de los
diarios más famosos del mundo y a tener presencia permanente en las
redes. Queda para la Historia la foto donde cual guerreros comandados
por Leónidas en la guerra contra los persas de Jerjés en el paso de las
Termópilas, se guarecen bajo sus escudos ante las bombas lacrimógenas
lanzadas por la Guardia Nacional.
Los llaman Guerreros de Franela, no
estoy seguro del origen de ese distintivo, quizás se halla escogido por
ser este el atuendo preferido para taparse el rostro. Sin embargo, el
gobierno los llama de otros modos. Los califican de “violentos”,
“infiltrados”, “alzados en armas”, “vendepatria”, “conspiradores”,
“vendidos al imperio”, “terroristas” o cualquier otro calificativo que
los coloque en la esfera del delito para justificar el ensañamiento con
el que han sido reprimidos. Igual los llamó Morales en la Batalla de La
Victoria en 1814, igual los llamó Gómez en 1926, igual los llamó Pérez
Jiménez en 1957. Al parecer el Presiente Maduro no aprende de la
Historia. Valdría la pena recordarle una de las sentencias más famosas
del Ilustre Americano Antonio Guzmán Blanco “el que se mete con
muchachos está irremediablemente perdido”.
Hoy día en Venezuela decir que esos
muchachos son el futuro del país está definitivamente fuera de contexto.
La fuerza de las circunstancias los ha convertido en el mejor presente
que tiene Venezuela. Sobre sus hombros ha descansado la resistencia en
la calle contra el régimen bananero de Nicolás Maduro y la cúpula
militar que lo sostiene. A su temprana edad han asumido la
responsabilidad de liberar a su país a pesar de los sacrificios que tal
tarea ha implicado. Muchos de estos valientes han sido sometidos a
torturas, vejámenes, juicios ilegales y violaciones de sus derechos
humanos. Otros han ofrendado sus vidas en la lucha por la libertad, es
el precio más alto que han tenido que pagar. Pero cada vez que cae uno,
salen cientos a ocupar su lugar. Venezuela puede sentirse orgullosa de
estos guerreros. Su gesta quedará en la memoria de la nuestra y de las
próximas generaciones. Estoy seguro que cuando esta pesadilla termine,
aquéllos que cayeron bajo las balas asesinas de Policías, Guardias
Nacionales o Colectivos armados, estarán desde el cielo, cual centauros
alados, con escudo y lanza en ristre, vigilantes para que en Venezuela
nunca más se repita esta desgracia.