En San Félix, si hay huevos
Para los años venideros lo recordaremos como el
día en que un país escuchó la primera campanada de su perdición e hizo
caso omiso de ella, pero también recordaremos que una fecha como esa,
pero en 2017, el pueblo de San Félix demostró que si tenía huevos
Este
11 de abril fue muy diferente a los últimos 15 que los chavistas han
celebrado desde el año 2002. Este año no se vieron enormes marchas
alegóricas a tan cara fecha, siempre usada como estrategia
comunicacional para levantar los ánimos de los camaradas.
Definitivamente ya no hay tanto entusiasmo como en otros años. Quizás la
ausencia de Hugo tenga que ver con eso, pero también la indignación por
la escasez, la inseguridad, el hambre, la represión y la alta
inflación. El pueblo ya asocia esta tragedia de vida que estamos
viviendo, con el modelo del socialismo del Siglo XXI, por lo demás
inviable y comprobadamente fracasado que nos han querido imponer desde
Miraflores.
Recuerdo las celebraciones en años
anteriores, inclusive cuando el Galáctico estaba vivo. Con su particular
manera de meter cobas, el ahora difunto se dirigía a la nación en
cadena nacional para comentar aquellos confusos sucesos y aprovechar
para agregarle un episodio más, no contado el año anterior. Todos
recordamos como cada 11 de abril el cuento se alargaba con nuevos hechos
donde, por supuesto, el Alazán de Sabaneta era el Héroe que “resistió
con valentía y por amor a su pueblo” a los perversos que lo querían
asesinar y desalojar del Poder.
Si algún acucioso periodista o
historiador se propusiera reconstruir los sucesos del 11 de abril de
2002 a partir de las versiones año a año dadas por Chávez, tendría que
concluir que ese día no tuvo 24 sino 172 horas por tanto que dijo que
hizo, en tan poco tiempo. Ahora bien, nunca entendí por qué, desde el
mismo 2002, no les contó a los venezolanos la historia completa de lo
que le sucedió ese día. Utilizó la técnica de las telenovelas, es decir,
fue una historia contada por partes, cada capítulo se transmitía de año
en año. Cada vez que se cumplía un aniversario de su entrega a los
oficiales del Ejército y a la sotana de Monseñor Baltasar Porras,
perdón, del Golpe de Estado, nos daba en estreno un episodio de esa
suerte de novela mexicana conocida como el 11A.
Como suele pasarle a toda novela
interminable, perdió audiencia. Además el que la contaba no está y los
que están no saben contarla. Esa creatividad ilimitada que sirvió para
mantener en vilo a la audiencia por tantos años no la tienen los nuevos
libretistas. Aquel era el escritor, el guionista y el actor, además el
libreto estaba basado en “su historia real”. Los de ahora son actores
con apuntador y telepromter, con libretos escritos en Cuba y no por
Delia Fiallo precisamente. Así que la diferencia es del cielo a la
tierra. La gente quiere cambiar de canal, ya no soporte actores de
segunda y hasta de tercera. Es como una adaptación cinematográfica de
Doña Bárbara hecha por bolivianos, o como escuchar el Alma Llanera
cantada por hindúes. Se acabo la magia.
Este año el 11A los agarró con el Santo
de espaldas. Los venezolanos perdieron el miedo y están en las calles
procurándose un futuro mejor. Y los que no están en las calles, apagaron
sus radios y televisores para poder enterarse de lo que está pasando en
el país. Este 11A se respira otro ambiente, el de las bombas
lacrimógenas contra un pueblo que ha dicho ¡Basta!, y está decidido a
cambiar su destino. Este puede ser el último 11A que se celebre como
fecha patria. Para los años venideros lo recordaremos como el día en que
un país escuchó la primera campanada de su perdición e hizo caso omiso
de ella, pero también recordaremos que una fecha como esa, pero en 2017,
el pueblo de San Félix demostró que si tenía huevos.