Oliver
Lo que no sabía Oliver, quizás por su corta
edad, es que su petitorio no iba a ser escuchado. Que los dólares que
hacían falta para salvarle la vida fueron gastados en un ejercicio
militar inútil por chambón y carnavalesco
Hoy
pensaba escribir sobre otra cosa. En esta Venezuela revolucionaria, hay
más temas que arroz. Contamos con un gobierno que hace que sea
imposible que el síndrome de la página en blanco afecte hasta a un
columnista como el que esto escribe. Y dejo constancia que me cuesta una
y parte de la otra inventarme el tema para el artículo que he de mandar
al periódico cada quince días.
Muchas veces me ha pasado que llegado el
día 14, no tengo ni la más remota idea sobre qué cosa escribir. Pero
cuando ya estoy a punto de resignarme y ceder mi espacio a algunos de
esos columnistas espontáneos o cazadores de güire, ¡zúas!, el gobierno
mete la pata por algún lado y me salva el día. Al final, Habemus Artículus
gracias a las torpezas, payasadas, dislates, incongruencias,
disparates, incoherencias, abusos, errores y truculencias a los que nos
tiene acostumbrado la revolución bonita.
Para esta semana había pensado en tres
temas. Uno de ellos tiene que ver con las desnudeces de las rectoras del
CNE. Cada declaración que dan esas distinguidas damas, las colocan a un
nivel de Cara e’ Tablismo, que a veces he pensado que no puede ser
consciente sino producto de algún hechizo hecho desde MiraFlores. Otro tema nada despreciable, es el
constante remedo, en las Cadenas Presidenciales, de aquél programa
animado por Amador Bendayán, llamado Sábado Sensacional. Lo único que le
falta a Nicolás es el gritico de “yaaaa regresaaamooos” que popularizó
el muy querido animador. Ahora las transmisiones presidenciales se
utilizan, al igual que lo hacían en el sabatino de marras, para
transformar a una humilde mujer en reina de belleza por una tarde,
gracias al maquillaje y vestuario prestado por la producción del
programa.
Siguiendo el guión de Sábado
Sensacional, Nicolás presenta a humildes mujeres del pueblo “para
empoderarlas”, repartiéndoles créditos para hacer compotas artesanales
de tamarindo, ocumo blanco o de yuca amarga, para lograr de esa manera
“la soberanía alimentaria”. Al fondo de ese magazine presidencial
siempre se escuchaban consignas políticas, dirigidas por algún militante
de esas organizaciones que en el medio llevan el nombre de Bolivariana. Ese militante “asistente de producción”
asoma de vez en cuando su infaltable cartel-chuleta con lo que ha de
vocear el público de galería. Me viene a la memoria los cartelitos de
“Aplausos” con el que despertaban al público cada vez que el Pollo
Simonatto daba la orden de rigor. Al igual que la joven que hizo
realidad su sueño de ser reina de belleza por un día, nuestra humilde
mujer se verá “empoderada” por un día, porque muchas veces esos
ofrecimientos de créditos son pura paja o se agotan con la producción de
las primeras 10 compotas.
El tercer tema, estaba de mango bajito:
los ejercicios militares. Díganme ustedes si ese boche era para pelarlo.
Cuando vi las imágenes de unos señores en una playa retrocediendo y
cayéndose solos, ante un supuesto ataque de los “invasores”, no pude
aguantar la risa. No menos risible fue ver a esos altos oficiales con
esas panzas inmensas aguantando la respiración para evitar que se
dispararan los botones de la camisa ante la presión de tan prominente
circunferencia abdominal. Otra escena, más patética que risible,
fue ver a unos milicianos desnutridos, con palos de escoba en vez de
fusiles y entraditos en años, escuchando embelesados a su Comandante en
Jefe arengándolos con esa insensatez monumental de catalogarlos como “la
fuerza con la cual contamos para repeler cualquier invasión”. Por la
expresión de la comisura de los labios, creo que por dentro se los
estaba vacilando de lo lindo.
Cuando estaba dispuesto a decidirme por
alguno de esos tres flaicitos al pitcher, me entero de la muerte del
niño Oliver Sánchez. Para los que no estan enterados, Oliver fue el niño
que padeciendo de un Linfoma no Hodgkin, presidió una protesta
solicitando al gobierno el abastecimiento de los Hospitales y los
medicamentos requeridos para tratar su terrible enfermedad. En mi memoria tengo su imagen con el
tapaboca y un pedazo de papel arrugado que decía “Quiero curarme, Paz y
Salud”. En la foto que circula por las redes anunciando la triste
noticia, aparece Oliver, el día de esa protesta, con un piquete de la
Policía Nacional Bolivariano al lado. Había que resguardar la integridad
física del Presidente Maduro ante tan peligroso acto terrorista.
Se fue Oliver, su valentía me conmovió.
El sabía que sin sus medicamentos moriría y batalló hasta el final por
conseguirlos. Lo que no sabía Oliver, quizás por su corta edad, es que
su petitorio no iba a ser escuchado. Que los dólares que hacían falta
para salvarle la vida fueron gastados en un ejercicio militar inútil por
chambón y carnavalesco, o distribuidos graciosamente entre “las panas
del Partido” para que hicieran compotas de ocumo chino, y si al final no
las hacen y se cogen los reales, pues no importa, porque son un voto
seguro.
Hoy escribo sobre ti, Oliver, y también
sobre todos los Oliver que todavía agonizan a la espera del milagro que
todos los venezolanos pedimos y que con luchadores como tú, con toda
seguridad lo lograremos: un gobierno decente y humano.