lunes, 4 de abril de 2016

¿Quién se robó mi vaca y mi queso?

Diputados MUD-La Constitución

Lo que realmente necesitamos es la Constitución, una dirigencia decidida y bolas para evitar que le sigan robando la vaca y el queso al pueblo de Venezuela
Estoy seguro que al leer el título de esta entrega les vino a la memoria aquél popular libro de Jaime Lopera y Martha Bernal titulado “La culpa es de la vaca”. En esta obra los autores y esposos colombianos, narran anécdotas, fábulas y parábolas que giran en torno a la necesidad de asumir los cambios y la inevitable adaptación que debemos emprender para sobrevivir y sentirnos felices (la otra enseñanza es que se pueden hacer cosas en conjunto a pesar de estar casados). También estoy seguro que también recordaron a otro que fue de cabecera para muchos. Me refiero a ¿Quién se ha llevado mi queso? de Spencer Johnson. Ambos bets sellers se vendieron como desodorante de bolita en tiempos de revolución.

Toda dama que iba de viaje a Miami o Margarita, llevaba su librito para leerlo mientras esperaba el llamado para abordar el avión. Eran los años donde la única preocupación era la existencial. El petróleo estaba a 8 dólares y rendía para hacer obras públicas, al abrir la regadera había agua, y tanto el jabón como el champú, se podían comprar hasta en las bodeguitas más humildes. Recuerdo que la electricidad no fallaba, un dólar costaba 517 bolívares (menos de un bolívar de los de hoy), y los 15 de la niña se podían celebrar en un salón de fiestas, con miniteca incluida. Hoy suena inverosímil pero en cualquier bar de Caracas servía pasapalos ¡gratis! Ah!, Disneyworld era una opción, entre muchas, para salir de vacaciones familiares en agosto. Eran otros tiempos

Libros como los comentados se compraban porque eran más baratos que asistir al psicólogo. Los niveles de angustia y depresión eran consecuencia de males que no eran de morirse. Los libros de autoyuda nos permitían superar los fracasos matrimoniales, o la desazón por no haber sido nombrado para ocupar la vacante de Jefe de Archivo. También nos daban herramientas para asimilar con dignidad los cachos notorios y públicos, la vergüenza de habernos propasado (por culpa de la bebedera) con la esposa del Jefe en la fiesta de fin de año de la oficina, o el “trágame tierra” de haber sido capturado in fraganti orinando en un vestidor de una tienda en Cúcuta, en ese viaje hecho con los suegros, la esposa, los hijos y esos vecinos tan chismosos. Esos ratones morales, si bien incomodaban, no ameritaban el pago de 1.500 Bs. (de los viejos) para una consulta psicológica.

Hoy esos libros no nos servirían de mucho. La revolución bolivariana ha introducido cambios en nuestras vidas, pero para peor. Un libro que nos diga que debemos adaptarnos a ese calamidad, no podría ser catalogado como de autoayuda sino from fuckmyself  (“para autojodernos” en su acepción castellana). Solamente al gobierno se le podría ocurrir hacer una edición gratuita de uno de estos anestesiantes para ser repartida en el Metro por los funcionarios del Viceministerio de la Suprema Felicidad del Pueblo. Por supuesto, no me sorprendería que tal obra estuviese escrita por el brasileño y publicista Joao Santana, creador del guión de esa propaganda gobiernera que pasan por radio y TV, donde una señora dice algo más o menos así: “en la revolución la cosa está difícil, es cierto, pero hoy yo me siento feliz porque en la IV estaba peor”, ¡vaya pa’ la auyama!.

Como habrá observado el lector, este artículo no era para hacer alegoría alguna sobre los famosos libros y mucho menos recomendarlos para apaciguar la calentera que a diario pasamos en esta patria socialista, desabastecida y disparatada. Aquí estamos muy claritos. No le echamos la culpa a la vaca, sino a los barbarazos que se comieron el queso que había en la mesa y se quedaron con todo. Estoy seguro que esto cambiará porque no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista (frase que acabo de acuñar). La resistencia no es fácil y a veces pensamos que todo está perdido, pero debemos recuperarnos. Para evitar caer en depresiones o en la desesperanza inducida, no necesitamos recostarnos a libros de autoayuda, ni tampoco pedir cita para recibir el milagroso despojo que hace esa reconocida terapeuta del alma llamada Bonifacia, La Bruja de Casalta. Lo que realmente necesitamos es la Constitución, una dirigencia decidida y bolas para evitar que le sigan robando la vaca y el queso al pueblo de Venezuela.

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