La Sofi, por Tulio Ramírez
No se alegra por la situación de Tati, pero
tampoco la crítica. Sofi sabe, por amarga experiencia, que hay muchas
maneras de huir y Tati escogió una de ellas, la que le permitiría evadir
lo que más teme, la pobreza
La relación de amistad entre Sofi y Tati
viene desde sus estudios de bachillerato en aquél Colegio de Monjas que
se hizo muy famoso en Caracas, porque cursaban las chicas más Jai de la
capital. Pero a diferencia de Tati, quien venía de una familia muy
pudiente y acomodada, Sofi ingresó al plantel por ser la hija del
vigilante del Colegio y de la señora que aseaba los baños. Un matrimonio
que llegó de la hermana república huyendo de guerrilleros y
paramilitares.
Un día se obstinaron de las agresiones y
abusos de quienes dizque luchaban para defender a los pobres y
decidieron dejar atrás su huerto, su vaquita, los dos chivos y todas sus
querencias. Dijeron adiós a su querida Coropoya allá en los confines
del Caquetá y emprendieron hacia una tierra rebosante de petróleo,
trabajo y sobre todo, de paz.
Esta humilde pareja llegó a Caracas sin
plata para comer y con una adolescente que en su vida había recorrido
más allá de la última esquina del pueblo. Les tocaba resolver y como
dicen allá en su tierra “hicieron la vuelta para buscar donde camellar” y
a los pocos días lograron conseguir trabajo en el prestigioso Colegio
de Monjas. Pero no fue gracias a la buena suerte. En la caja amarrada
con mecate que hacía las veces de maleta, habían traído una cartica de
recomendación del Padre Prudencio, un sacerdote español que resultó ser
Tío de la Hermana Rosario a la sazón Directora del Colegio de Monjas.
Así las cosas, la vida de Sofi, cuyo
nombre de pila, por cierto, es Sofía del Carmen, se entrecruzó con la de
Tati y sus amigas. Paradójicamente, la violencia colombiana la apartó
de una segura vida ligada a la tierra y sin perspectivas de crecimiento
más allá de la precaria primaria que estudió entre balas y obuses, para
codearla con las jovencitas más consentidas de la sociedad caraqueña.
Por supuesto, para Sofi no fue fácil adaptarse, tampoco para el grupo
fue fácil acoger a una adolescente tímida, sin pedigrí y con una
cadencia al hablar que les recordaba las innumerables cachifas que les
han tendido la cama y servido el cereal del desayuno desde que tienen
uso de razón. Pero como suele suceder, el tiempo y la compañía
cumplieron su papel. Para el 2do año ya no era Sofía del Carmen la hija
del vigilante, sino Sofi la mejor amiga de Tati, lo cual era razón
suficiente para que el resto de las condiscípulas la asumieran como una
más del grupo.
Al graduarse de bachilleres, Tati y Sofi
se prometieron no perder contacto e hicieron un pacto de amigas. Quien
se casara primero nombraría como madrina de la Boda a la otra; y al
primer hijo, de ser hembra, llevaría el nombre de la otra. Esas eran
Tati y Sofi, el dibujo de lo que por mucho tiempo fue la sociedad
venezolana, una sociedad sin prejuicios, tolerante, afable, amiguera y
sin resentimientos absurdos. Sin embargo, como suele suceder, al final
la vida se impuso sobre los sueños y el deseo de conservar como
congelados en el tiempo, los años felices del Colegio.
Tati y Sofi tomaron caminos diferentes.
Aunque la amistad se mantuvo gracias a las comunicaciones telefónicas,
fueron cada vez menos frecuentes los encuentros personales.
Tati incursionó infructuosamente en los
estudios de Comunicación Social en una de las mejores universidades
privadas del país, también vio desplomar la prosperidad de su familia
gracias a la expropiación, por parte de gobierno chavista, de la Finca
Ganadera de sus padres. El terror de convertirse de la noche a la mañana
en una chica del montón, la llevó a cuadrarse con el gobierno para
poder disfrutar de las mieles del poder. Hoy es la feliz “querida” de un
Trisoleado con el que mantiene una larga y clandestina, pero muy
provechosa, relación. Como en los cuentos de nuestras abuelas, Tati le
vendió el alma al Diablo para no mermar ni en un ápice el tren de
ostentosa vida que siempre disfrutó.
Mientras tanto, Sofi aceptó un puesto de
secretaria en el Colegio y se matriculó para estudiar de noche en una
universidad pública. Ella vive una vida modesta pero tranquila, aunque
en muchos momentos siente los temores de niña por el nivel de violencia a
la cual ha llegado el país. Teme por sus padres y por su propia vida,
pero sabe que huir ahora es más difícil. El gobierno la tiene prisionera
en un país que la acogió con los brazos abiertos y que ahora le resulta
peligrosamente extraño.
No se alegra por la situación de Tati,
pero tampoco la crítica. Sofi sabe, por amarga experiencia, que hay
muchas maneras de huir y Tati escogió una de ellas, la que le permitiría
evadir lo que más teme, la pobreza.
Es cierto que en su huida largó la
dignidad, pero para esa jovencita bien vale la pena el pagar el costo
que sea para mantenerse en el TOP TEN de la nueva burguesía parasitaria
roja, rojita. Sofi también quiere huir de la pobreza, pero con dignidad,
por eso estudia y trabaja hasta reventarse, tal como aprendió de sus
padres y de ese pueblo venezolano que conoció antes de que llegara esta
pesadilla teñida de rojo. Esta es la historia de Sofi, la amiga de Tati.
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