Venezuela lloró contigo
Tulio Ramírez
09 de marzo de 2015
Ese día, como todos los días, salvo los fines de
semana, llevaba muy temprano a mi hija al colegio y sintonizaba a César Miguel
Rondón en su programa radial. César Miguel, como todos lo llamamos aunque nunca
hemos jugado metras con él, es el locutor mañanero que se ha convertido en la
voz más oída por los caraqueños que quedan atrapados en el tráfico. Ese tráfico
endemoniado e indisciplinado, de una ciudad donde los semáforos solo sirven
para indicarnos que después de la luz roja viene el momento de los abusos de
taxistas, buseteros, motorizados y uno que otro guapetón de barrio. Pero como
no hay mal que por bien no venga, esa tortura diaria que es rodar por Caracas
en la mañana, nos permite mantenernos informados al escuchar las pocas emisoras
de radio que no nos ocultan las noticias. Como es rutina, César Miguel leía los
titulares de los diarios que “el azar del señor portero” ordena, como para
dejar en claro, en esta Venezuela de la tramparencia,
que no tiene ningún interés en privilegiar algún periódico por sobre otro.
Salvo los pasquines oficialistas y los diarios deportivos, el resto destacaba
como noticia las incidencias del asesinato de Kluiverth Roa, un
niño de 14 años que recibió un disparo en la cabeza de manos de un PNB, durante una manifestación que se desarrollaba
en el sector Barrio Obrero de San Cristóbal, estado Táchira.
Más allá del estupor y la
indignación que nos había ocasionado la noticia ocurrida un par de días atrás,
prestábamos atención a la información sobre las interpretaciones que testigos
presenciales como voceros del gobierno daban en torno a los hechos. Según los primeros,
el niño no estaba involucrado en la manifestación y solo había increpado al que
finalmente fue el policía homicida, a que dejara de reprimir a los
manifestantes. Refieren estos testigos que bastó esta acción para que el
policía asesino hiciera caso omiso a las súplicas del niño Roa para que no lo
matase, y le descargase una munición de su arma de reglamento en la cabeza. Por
otro lado la versión del gobierno, en boca de un jefe policial de la zona, es
totalmente diferente aunque con el mismo lamentable resultado. Declara este funcionario
que el policía actuó prácticamente en defensa propia ya que junto a otros de
sus colegas, fue embestido por una turba de estudiantes “llenos de odio”
quienes los patearon y tumbaron de sus motos. Tal situación apremiante los
llevaría a hacer uso del arma de reglamento, disparando uno de ellos al piso e hiriendo
fatalmente al joven Roa, quien se encontraba debajo de un automóvil
(El-Nacional.com del 25 de febrero de 2015). Para los que oímos a diario a
César Miguel, nos es fácil distinguir cuando está o no indignado por alguna
noticia de sucesos o declaración oficial. La modulación de su voz y sus pausas
alargadas bastan y sobran para saber que tiene atravesada en la garganta una
mentada de madre del tamaño de un templo. En fin.
Continúa el programa y César
Miguel se comunica telefónicamente con la periodista Eleonora Delgado, a la
sazón corresponsal en el estado Táchira de la emisora. La idea era que diera
más detalles sobre los sucesos del Táchira, lo cual comenzó a hacer con la
objetividad y el profesionalismo a los que nos tiene acostumbrados. El asunto
fue que cuando César Miguel le comentó las declaraciones dadas por un altísimo
funcionario del establishment acerca de “las condiciones sospechosas de la
muerte de Kluiverth
Roa”, a Eleonora se le quebró la voz y no pudo contener un mal disimulado llanto
que escuchó toda Venezuela. Confieso que nunca había escuchado a una periodista
quebrarse de tal manera, y miren que estoy seguro que más de un motivo han
tenido nuestros profesionales de la comunicación en estos 16 años, para
contener el llanto y mantenerse incólumes ante los micrófonos o las cámaras de
televisión. Pero así sería el inhumano cinismo que encerraban estas
declaraciones que una periodista, tan
seria y aplomada como Eleonora Delgado, no pudo ocultar su indignación.
Declaraciones de este tipo están
inundando nuestros medios de comunicación Cada vez son más frecuentes. Así, la
descalificación para criminalizar a la víctima, distorsionar los hechos cuando
a todas luces está involucrado algún simpatizante del gobierno, mentir para
culpabilizar al inocente cuando es opositor al régimen, banalizar lo que
escandalizaría a cualquier sociedad y callar para encubrir acciones que ponen
en entredicho la honestidad de funcionarios públicos, se han convertido en
moneda corriente en este comprobadamente fracasado socialismo del Siglo XXI. No
nos debemos acostumbrar al calor de la candela que el gobierno pone en la
hornilla, este puede ir subiendo gradualmente hasta cocinarnos sin darnos
cuenta. Debemos recuperar la capacidad de indignación. Ah, Eleonora, la Venezuela
decente lloró contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario