lunes, 9 de diciembre de 2019

Socialismo


Los buenos y los malos en el socialismo, por Tulio Ramírez


Lo que ha justificado ante la historia la insurgencia de los gobiernos comunistas, ha sido la defensa de los pobres frente a la voraz explotación de los opresores capitalistas. Este discurso de justicia social y redención de los descamisados, si bien se fundamentó originalmente en la economía política marxista, ha devenido en un discurso manipulador de las emociones, con la misión de alimentar el resentimiento contra todo aquel que ha sido exitoso como empresario, comerciante o profesional.
El lenguaje maniqueo del “bueno” y el “malo” es el utilizado por la propaganda en regímenes autoritarios como los comunistas, nazistas, fascistas, islámicos o de cualquier otro cuño no democrático. En estos se estigmatiza a grupos sociales de acuerdo al calificativo que se imponga desde el poder. Así entonces hay “buenos” y “malos”, “patriotas” y traidores”, “fieles” e “infieles”, “puros” e “impuros”, “civilizados” y “bárbaros”. Desde el poder se fomenta la economía de pensamiento, al reducir la complejidad de las relaciones sociales a una fórmula simplista que encuentra suelo fértil en las masas ávidas de discursos mesiánicos.
Solo hay que echar un vistazo a la propaganda oficial de la antigua Unión Soviética y el resto de los países comunistas. Conceptos asociados a “los malos” fueron satanizados y sustituidos por expresiones asociadas a los pobres, o sea a “los buenos”. Así, términos como “realismo proletario”; “saberes populares”, “ciencia proletaria”, “contracultura”, “canción alternativa”, entre otros, se incorporaron al lenguaje de la izquierda mundial, descalificando como reaccionarias, expresiones como “belle canto”, “bellas artes”, “clase y elegancia”, “buen gusto”, entre otras. Hasta las normas de cortesía, pasaron a ser “rituales capitalistas que invisibilizaron las expresiones culturales de los oprimidos”.
Parafraseando al filósofo de Sabaneta, sila condición de riqueza degrada al ser humano, por interpretación, al contrario, el de pobreza lo sublima. En otras palabras, si ser rico es malo, entonces lógicamente, ser pobre es bueno. De esta manera, el comandante eterno, reprodujo en Venezuela la lógica seguida por el discurso comunista simplón inspirada enla Teoría de Trofim Lysenko sobre la existencia de dos ciencias, una burguesa, “mala y engañosa”, y una proletaria, “buena y verdadera”.
Pero la realidad es testaruda. En ese esquema maniqueo, el mundo comunista se encontró con una situación que no podía ser explicado con simples consignas. El asunto neurálgico consistía en cómo explicar a los “buenos” que mientras pasan penurias y mueren de hambre, sus líderes viven con muchos más lujos que los odiados “malos”.
Los ejemplos sobran. Los casos de Stalin y Fidel son emblemáticos. El primero, además de su lujosa Dacha ubicada en Kúntsevo en las afueras de Moscú, poseía palaciegas propiedades que lo alejaban del camarada de a pie, o sea de “los buenos”. Por su parte, Fidel Castro con sus mansiones, yates, lujos principescos e inmensa cuenta bancaria, hizo que por años rebasara, en la lista de los más ricos del mundo, a Isabel de Inglaterra y a Beatriz de Holanda. Sólo lo llegó a superar el rey de Arabia Saudita, Abdullah Bin Abdelaziz con sus 21 mil millones de dólares. Paradójicamente, Fidel “el bueno”, siempre fue candidato a la portada de la Revista Forbes, la revista de “los malos”.
El caso venezolano no es la excepción. A los pobres se les exige vivir como tales, es decir como “los buenos”, mientras que sus líderes lo hacen de manera descarada, como “los malos”. A “los buenos” les hacen ver que el carato de ñame es el mejor sustituto de la leche, o que las hallacas de sábila son más nutritivas, que el cocuy de penca es menos “dañino” que el whisky 18 años,que es ecológico estrenar ropa usada, que tomar pócimas y fumar tabaco para alejar al mal, es mejor que ir al médico porque “hay que tener confianza en la sabiduría popular”, o que hay que aplaudir la chabacanería y el mal gusto, porque “así se expresa nuestro auténtico y querido pueblo”.
Definitivamente el socialismo ha sido el sistema perfecto para adormecer a los pobres con la esperanza de un mundo mejor. Sus líderes, mientras aplauden el gesto heroico del pueblo por su combate, no contra la pobreza, sino para acostumbrarse a ella, se convierten en ricos y potentados. Si quiere pruebas, solo observe sus viviendas, vestimentas, calzados, carteras, prendas y relojes. Pregonan que ser rico es malo, pero cuando se trata de ellos, ciertas condiciones aplican.

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