lunes, 7 de enero de 2019




Lo más seguro es que quien sabe, por Tulio Ramírez



En los países serios y de pantalones largos por esta época del año se comienzan a escuchar las predicciones para el ídem. Todos tienden a estar atentos a estos anuncios para poder tomar las mejores decisiones personales y familiares. En las Salas Situacionales de cada hogar se evalúan estos indicadores por formar parte de los riesgos y contingencias a considerar al momento de planificar viajes, inversiones, bodas, divorcios, mudanzas, cambios de empleo, apuestas, entre otras actividades propias de la vida cotidiana.

En esos países las probabilidades de acierto son siempre muy altas, por lo que hay confianza en la certeza de esas predicciones. Se confía en las encuestas, en los pronósticos meteorológicos, en las revistas hípicas, en los adivinos y nigrománticos. Solo recuerden las acertadas predicciones del pulpo Paul en el Mundial de Suráfrica de 2010. Los españoles siempre estuvieron confiados en que el crustáceo no se equivocaría. “Si un descerebrado animal lo hace, imagínense lo que no hará un adivino estudiado”, así decía mi abuelita fanática de la furia roja.

En la Venezuela chavista y revolucionaria estos adivinos de oficio siempre se caen de una mata de coco. Ni los videntes del gobierno ni de la oposición dan pie con bola. Y no me refiero solo a los brujos, babalaos, tarotistas, lectoras de tabaco, revoluciones astrales o borra del café que pululan o pululaban en los medios, también a encuestadores y analistas políticos que, con sesudos análisis, prescriben lo que sucederá en el país.

Es que no pegan una ni con cola. Se repetirá lo mismo del año anterior: que si Maduro saldrá en 6 meses; que si este año seremos potencia; que ahora sí habrá perniles para todos; que con el revocatorio el mandado está hecho; que aumentará la producción petrolera; que Ilan Chester se retira; que santificarán a José Gregorio; que la invasión si va; que La Guaira será campeón, que si esto, que si lo otro, y termina el año y nada.

Pero no crean que la falta de seriedad sea exclusiva de este período revolucionario. Recuerdo al profeta aquel que predijo que un presidente socialcristiano en ejercicio fallecería en determinada fecha del año. Pues ese presidente murió de viejo muchos años después y el astrólogo fue a parar a la cárcel por unos días. Hasta la policía sabía que no era alguna conspiración, sino una mamadera de gallo.

Así las cosas, el venezolano se acostumbró a no pararle ni medio milímetro a estos anuncios de comienzo de año. Se ha asumido que Venezuela no se deja adivinar y por eso han fallado desde profetas brasileros, santeros cubanos, adivinas devenidas en artistas de televisión, hasta la muy famosa y consultada, ahora en el exilio, Bonifacia la Bruja de Casalta. Esto explica por qué un pronosticador de fama internacional al ser interrogado en Maiquetía sobre lo que sucederá en Venezuela el 10 de enero, solo atinó a decir: “Lo único que les puedo anunciar con mucha certeza y confianza es que el 10 de enero, lo más seguro, es que quien sabe”.

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