lunes, 14 de mayo de 2018

“Mi lamentar mucho…”, por Tulio Ramírez


@tulioramirezc

Las solicitudes de Visa o renovación de este documento para ingresar a los Estados Unidos se han incrementado exponencialmente en los últimos meses. Tal incremento ha podido ser mayor sino fuera porque muchos países latinoamericanos solidariamente han permitido el ingreso de miles de venezolanos a sus territorios. Nadie se equivoque, estos compatriotas no están haciendo turismo, están huyendo desesperados en búsqueda de unas condiciones de vida que la revolución bolivariana se empeña en negarles, o simplemente buscan un respiro para buscar medicinas, curarse o simplemente comer completo, aunque sea por pocos días.

La explosiva mezcla de ceguera ideológica, incapacidad, corrupción desmedida y odio al diferente ha obligado a muchos venezolanos a abandonar sus familias, sus hogares, sus amigos tras un sueño dorado: comenzar de nuevo en cualquier parte donde sean recibidos.

La sede diplomática del país del norte, ubicada en Valle Arriba, es visitada día a día por cientos de compatriotas. Algún transeúnte despistado puede perfectamente confundir las colas para ingresar al recinto diplomático, con las que se hacen en las afueras de los automercados, cada vez que se riega el rumor que van a vender harina de maíz precocida o aceite. Todos van con la esperanza de que les sea concedida la Visa o se les permita renovarla. En la acera de enfrente, a pocos metros del edificio, es costumbre observar a personas esperando por sus familiares y las resultas de sus diligencias. Es un ambiente muy parecido al de un Hospital Público. La cara de quienes esperan, refleja la angustia típica de quien está a la expectativa acerca del estado de salud de algún ser querido hospitalizado.

En medio del natural nerviosismo estos acompañantes se comunican entre sí para contarse sus historias y un poco justificar porque sus acompañados están pidiendo la bendita Visa. “A la niña la aceptaron en la universidad”;“Mi hija va a operarse, espero que no se la nieguen”; “mi sobrina fue hace dos años a comprar ropa para vender y está renovando, ojalá no tenga problemas”, “mi nieto va a trabajar, algo le ofrecieron pero no tengo detalles”, “el padre de mis hijos esta en Texas desde hace 5 años, sus hijos quieren visitarlo”, estas son algunas de los comentarios que se dejan oír en esa suerte de sala de espera al descampado que está frente a la Embajada.

A media mañana van saliendo los solicitantes que desde muy tempranas horas llegaron con sus carpetas atiborradas de evidencias que muestran que no está en sus planes quedarse en EUA como ilegales. Los “expertos en la materia” aconsejan llevar constancias de trabajo, referencias bancarias, constancias de estudios, cartas de invitación, documentos de propiedad de inmuebles, cartas de buena conducta, boletas de la escuela primaria, recomendaciones de los Boy Scout, las fotos con Mickey Mouse y la Pata Daisy tomadas en el último viaje, copias de reservaciones hechas en Hoteles de Orlando y estampitas de San Cristóbal, santo de los viajeros, como apoyo logístico para garantizar que la gestión sea exitosa.

Por la cara se adivina el resultado de la gestión. Si viene sonriente y saludando, se la aprobaron; si por el contrario viene con cara de tristeza o de haber recibido un knockdown, se la negaron. En ese momentolas conversaciones intergrupales se terminan. Cada círculo familiar o acompañante se aparta discretamente del grupo con el que mantuvo la tertuliay recibe a su ser querido. Las reacciones son disímiles. Unos saltan de alegría como si se hubiesen enterado de la nota aprobatoria del último examen para graduarse de médico. Otros, por el contrario, recogen silenciosamente sus sillitas plegables y proceden a alejarse sin salir delshock por la mala nueva.

Alcancé a escuchar una de esas conversaciones. Era una señora de unos 80 años a la que le habían negado la renovación de su Visa. Pensaba viajar a Atlanta a ayudar a su hija, venezolana y nacionalizada estadounidense con más de 35 años de residencia, quien está por donar un riñón a su esposo enfermo. Su estadía sería de un par de meses hasta que la hija se recuperara de la operación. Al preguntar sus familiares sobre las razones esgrimidas por el funcionario de la Embajada para no renovarle la Visa, la señora con cara de mucha tristeza respondió que le devolvió el pasaporte y sin siquiera mirarla a los ojos dijo, “mi lamentar mucho, usted no aplicar para renovación de visa, poder intentarlo nuevamente”. Cuando se alejaba con sus familiares solo le alcance a escuchar: “si, pero de dónde pretenderá que pueda sacar yo 160 dólares para intentarlo de nuevo. Que les parece, al final ni los chavistas ni los gringos me dejan ayudar a mi hija”.

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