Le robaron el futuro
Los que conocen a Lolimar comentan que la ven
todos los días en la playa, pero a diferencia de sus amigas que la
frecuentan para broncearse, está atendiendo el puesto de empanadas de
Hortensia, a quien la tristeza y la impotencia la postraron en una cama.
El sueño de Lolimar murió ahogado en un mar de mentiras gubernamentales
Lolimar
estudió primaria en una escuelita pública de su ciudad natal al norte
del estado Sucre. Su familia, gente de mar, abrigó sus esperanzas en esa
niña. Es la menor de 4 hermanos, todos pescadores. Desde muy temprano
enseñó un gran talento. Todos los años ganaba la medalla a la mejor
estudiante, pero siempre la recibió sola. Sus padres y hermanos, si no
estaban pescando, negociaban el producto de la jornada y misia
Hortensia, su madre, no podía darse el lujo de dejar el puesto de
empanadas en el mercado local. Un día sin venta descalabraba el
presupuesto.
Culminada la primaria, Lolimar fue
inscrita en el Liceo de la capital del estado ya que en su pueblo no
había manera de continuar los estudios. Su tía Camucha, la de Cumaná, le
dio albergue y sustento. Tenía que seguir estudiando. El bachillerato
fue duro, pero con tesón logró culminar el tercer año. Aún con todas las
dificultades y precariedades, su promedio no bajaba de 19 puntos. Pero
había que tomar una decisión. O regresaba al pueblo a vender empanadas o
continuaba los estudios. Ante tal disyuntiva, Hortensia, como buena
guayqueri, se plantó e impuso que la inscribieran en el mejor colegio
privado. Había que garantizar que se preparara para optar un cupo en la
universidad. Ser médico era su norte.
Había que pescar el doble y vender
empanadas hasta altas horas de la noche de lunes a domingo. El Colegio
era caro pero bien valía la pena el sacrificio. Lolimar respondió. Su
promedio oscilaba entre 19 y 20 puntos y en su último año varios veinte
se lo ubicaron finalmente en 19,8 puntos, convirtiéndose en la mejor
alumna, no solo de su promoción, también del estado. Con esas
calificaciones no había dudas. El cupo estaba asegurado. Pero no todo
era felicidad, había un problema. Estudiar en la UCV como lo quería, era
imposible. Vivir en la capital de la república era un lujo que su
familia no podía costear.
Optó por la universidad de la región, en
ella se ofrecía medicina. Camucha estaba dispuesta a seguir ayudándola,
aunque su sustento apenas alcanzaba para medio sostenerse. Cuidar un
baño de damas en un restaurant no daba mucho. Pero todos apostaban a
Lolimar. Don Rogelio, su padre, solicitó un préstamo a cuenta del peñero
y sus hermanos decidieron adentrarse más allá para lograr una mejor
pesca. Un médico en la familia ya no era un sueño imposible. Hortensia
decía que si todos remaban llegarían a puerto seguro y ya el puerto se
dejaba ver en el horizonte. Era cuestión de no desmayar.
Lolimar llenó su planilla por internet,
tal como se lo habían indicado en el Colegio. Confiada en que su
promedio era su mejor credencial, espero tranquila la publicación de las
asignaciones. Mientras tanto, repasaba biología y química, no quería
presentarse en la universidad sin el apresto necesario. Finalmente llegó
el gran día, se publicaron las listas. Se buscó varias veces y no se
encontró. Ha debido haber un error pensó, no es posible que hayan sido
asignados bachilleres con menor promedio de notas que ella. Dijeron que
saldría un segundo listado, pero tampoco apareció su nombre.
No entendía. Un funcionario del
Ministerio le explicó que no solo el promedio bastaba, que había otras
variables como la acción social y las condiciones socioeconómicas que se
tomaban en cuenta para construir su índice de asignación. Menos
entendía. De cuál participación social le hablaban, si ella lo único que
ha hecho en su vida es estudiar. ¿Condiciones socioeconómicas?, pues
quien más pobre que su familia, que ni techo propio tienen, el ranchón
donde viven es prestado. Luego le dijeron que aparecería un tercer
listado para subsanar casos como el de ella. Tampoco apareció en ese.
En la reunión familiar se buscaron
opciones, pero todas eran muy costosas. Ni pensar en estudiar en una
universidad privada, además medicina solo se ofrece en las universidades
públicas. Ir al exterior, menos. Estudiar otra cosa, como muchos le
insistieron, tampoco era una opción. Porqué estudiar Veterinaria o
Bioanálisis si lo que amaba era hacerse médico, respondía con un dejo de
indignación cada vez que le asomaban la idea. “Tanto esfuerzo para
nada”, concluía cuando le tocaban el tema.
Los que conocen a Lolimar comentan que
la ven todos los días en la playa, pero a diferencia de sus amigas que
la frecuentan para broncearse, está atendiendo el puesto de empanadas de
Hortensia, a quien la tristeza y la impotencia la postraron en una
cama. El sueño de Lolimar murió ahogado en un mar de mentiras
gubernamentales. Ella está convencida de que su presente está en ese
ventorrillo que dará de comer a su familia. En cuanto a su futuro, pues
no dice mucho, simplemente piensa que se lo robaron, por eso entiende a
tantos jóvenes que han podido irse del país buscando otros horizontes.