lunes, 24 de febrero de 2025

 

Policías en la UCV, por Tulio Ramírez

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Hace unas semanas me dirigía por uno de los pasillos de la Universidad Central de Venezuela, hacia el edificio del Rectorado. Era un día miércoles y tocaba asistir a la sesión del Consejo Universitario. Fui electo por los profesores para ser uno de sus representantes ante ese Cuerpo Colegiado.

Ese día se me antojó entrar por la Puerta Tamanaco que, por cierto, es poco conocida por ese nombre. Los estudiantes la conocen como la “entrada por Plaza Venezuela”, cuando le están indicando alguna dirección a alguien que va a ingresar al predio ucevista; pero también la conocen como “la salida a Plaza Venezuela”, cuando la orientación es dada a alguien que estando dentro del campus, desea abandonar la universidad. Así entonces, será “salida” o “entrada hacia…” dependiendo de la perspectiva geográfica en la que te encuentres.

Es un lenguaje que todo ucevista comprende con independencia de la época en la que realizó sus estudios. No se aprende fuera de la universidad, ni siquiera con el mero ingreso. 

Hay un período, de por lo menos, un semestre, para familiarizarse con esta jerga. Por supuesto, lo aprende más rápido quien estudia de día y a tiempo completo que el que solo estudia de noche. Sin embargo, al final, unos más temprano, otros más tarde, terminan hablando el mismo idioma.

Ir a “la Cachucha”, verse en el cafetín “del Puente”, tomar el batido de fresa “donde el chino en Ingeniería”, encontrarse para estudiar en “Tierra de Nadie”, comprar un libro en “el Pasillo”, refrescarse donde “el Chichero”, darse cita en “el Reloj”, repasar en las escaleras de “024”, tomar café en “el Redondo” o en “el Cuadrado”, apartar un libro “a casa e` Víctor”, esperar a alguien en “el Cafetín de la AVP” o caminar hasta “Trasbordo” para visitar la novia que estudia Educación, son algunos de los códigos encriptados compartidos por los ucevistas. 

¿Por qué traigo a colación este tema? Lo explico. En los últimos tiempos se ha constatado la presencia de funcionarios de la seguridad del Estado, transitando en moto por los recovecos de la universidad. También los han visto husmeando por los pasillos de las facultades, tomando fotos a dirigentes estudiantiles, profesorales, empleados y obreros que asisten a las diversas Asambleas realizadas en el recinto. Estas actuaciones, por lo demás violatorias de la autonomía universitaria, generan intranquilidad y nerviosismo en la comunidad. Siempre lo han generado, pero ahora más que nunca.

Es cierto que algunas veces han sido fácilmente identificados por su gestualidad y particular manera de caminar. Cuando eso ha sucedido, se les ha conminado amablemente a abandonar el recinto, ya que no deben andar con sus chopos por la universidad, a menos que las autoridades hayan solicitado su presencia como lo indica la Ley. Sin embargo, no siempre son fácilmente identificables.

Lo procedente en estos casos, sería solicitar el carnet universitario para constatar si el sospechoso forma parte de la comunidad ucevista. Pero como quiera que, por la escasez de presupuesto, no se ha carnetizado a todos los estudiantes, sería una tarea inútil. Entonces, es necesario crear algún otro mecanismo que asegure que se está ante un miembro de la comunidad. Se me ocurre entonces, que una manera de saberlo es preguntarles, por supuesto de manera cortes y educada como corresponde a un universitario, sobre cosas que solo los ucevistas conocen. 

 “Caballero, si eres tan amable, ¿me puedes indicar como llegar hasta Sierra Maestra?”. Si te responde que tienes que ir a Maiquetía y agarrar un vuelo hasta La Habana y luego dirigirte en autobús a la región suroriental de la isla, porque esa serranía está entre las provincias de Granma y Santiago de Cuba, ese individuo definitivamente no es de la comunidad ucevista.

“Compañero, por favor, me podrías decir dónde me queda la pecera que voy a comprar un libro”. Si llega a responderte que queda por donde están las piscinas por mera asociación analógica, olvídate del tango que Gardel murió. Ese no sabe ni donde está parado.

Si por casualidad te dice que estudia Comunicación Social, pregúntale en cuál piso trabaja Minerva. Si tartamudea o se queda viendo el infinito, definitivamente no estudia esa carrera. Minerva forma parte del patrimonio de la Escuela de Comunicación Social y es conocida y querida por todos los profesores y estudiantes. Los de antes y los de ahora.

Finalmente podríamos lograr la prueba madre, preguntando al sospechoso si ha visto a la policía deambulando en moto o a pie por el recinto universitario. Si te responde con un “nunca los he visto”, no preguntes más nada, se delató. Es imposible hacerse el policía, siéndolo.

lunes, 10 de febrero de 2025

 

Para Súper Héroes, los de aquí, por Tulio Ramírez

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No soy fanático de los Avengers, aunque no niego que sus películas me han gustado. Son personajes complejos y algunos hasta retorcidos. A mi edad, comprenderlos, no es sencillo. Nada que ver con la simplicidad de los Héroes de mi infancia. Superman, Batman y Robin, Aquaman, Linterna Verde, Flash en su primera versión, la Hormiga Atómica, El Zorro, entre otros, eran unos tipos buena vaina que se disfrazaban para perseguir a los villanos, y listo, siempre ganaban.

La verdad, nunca entendí por qué tenían que disfrazarse. Me parecía que la capa estorbaba por inútil y los trajes de baños ajustados podían causar escozor en las partes. Tampoco supe si las botas o lo que usaban, tenía suela o goma. En algunos, parecía una extensión de la ceñida Lycra que se ponían. Lo cierto es que caminaban por cualquier terreno y nunca los vi revisarse la planta del pie por el dolor que da pisar un clavo o una tachuela.

Por otra parte, ninguno tenía problemas familiares. Tampoco andaban pidiendo medio para completar un real, ni tenían mujer que los celara por andar rescatando jovencitas solteras a medianoche. Es cierto que hubo muchas habladurías por la extraña relación entre Batman y Robin. Pero eso no pasó de un rumor sin evidencias. Los jodedores de siempre se inventaron una relación gay para desprestigiarlos, pero a Dios gracias, no implicó la disolución del Dúo Dinámico.

El Universo Marvel es otra cosa. Creado por Stan Lee a principios de la década de 1960, hizo que la industria del cómic sufriera una transformación. Marvel, anteriormente conocida como Timely Comics, buscaba revitalizar su catálogo de personajes. Fue así como nacieron héroes como Spider-Man, Iron Man, Hulk, Thor y los X-Men, quienes rápidamente se ganaron el corazón de los lectores, convirtiéndose en símbolos de la cultura popular. 

A diferencia de los superhéroes perfectos de mi época, los héroes de Marvel son falibles, con dudas, conflictos internos y alguno hasta medio psicópata. Esto los hace más cercanos y humanos. Además, sus poderes no son producto de algún origen alienígena, hechizos mitológicos o derivados de unas sospechosas y poco creíbles habilidades físicas.

Los poderes de algunos de los héroes Marvel, son producto de manipulaciones o accidentes de laboratorio. Es el caso de Spider Man, Hulk, Los 4 Fantásticos, Daredevil, Wolverine, La Avispa, El Hombre de Arena, El Lagarto, Flash en su segunda versión. Otros, obtuvieron sus poderes por inversiones millonarias en Ciencia y Tecnología, como es el caso de Iron Man, Rescue, Black Panther y War Machine. Son héroes de primer mundo.

Por estos lados también tenemos Super Héroes. Los nuestros nada tienen que envidiarle a los Avengers. No volarán por los aires, pero son unos aviones en eso de sobrevivir en condiciones extremas. Muchos paisanos, en justicia, deben ser calificados como Súper Héroes. Me remito a lo que dijeron los integrantes de Rawayana cuando obtuvieron el Grammy, “los venezolanos son muy arrechos”. Hablemos de algunos de ellos. 

Roberta es un ejemplo. Vive en la carretera vieja de La Guaira y trabaja en el Alto Hatillo. Todos los días llega puntualmente a las 7 de la mañana porque los hijos de sus empleadores deben llegar a la escuela a las 8:00 y desayunados. En tres años no ha fallado un día. ¿Cómo lo hace? Pues no lo sé, pero ni Flash en cualquiera de sus versiones, podría garantizar tanta puntualidad.

El señor Mario es otro caso. Vive en una habitación por las Minas de Baruta. Todos los días va caminando hasta Las Mercedes, con una cava llena de heladitos hechos en casa. La recorre varias veces desde las 9 am hasta las 6 pm, ofreciendo su mercancía a los transeúntes. Tiene 15 años haciéndolo y nunca le han salido cayos, ni ha sufrido de ciática, dolor de espalda o de algún espolón. Ese hombre es de acero.

La maestra Gladys vive en el barrio San Blas en Petare y da clases en una escuela pública, por lo que tiene un sueldo equivalente a 12 dólares al mes. No tiene marido, es viuda. Quedó con dos hijos especiales y una madre que ronda los 90 años. Los hijos son mayores de edad, pero su condición severa no permite que puedan trabajar. Gladys no solo costea sus tratamientos, sino que da clases gratuitas a los niños del sector para nivelarlos. Gladys es el equivalente a la Mujer Maravilla. 

Jesús es mocho de las dos piernas, un accidente automovilístico lo dejó sin sus miembros inferiores. Pero no se amilanó. Trabaja en una cauchera en la vía a Barcelona. Con unas ruedas de patín, unos cartones y una correa vieja, fabricó unas patinetas especiales y se los adaptó a los muñones para desplazarse. Hay que verlo reparando cauchos espichados sin ayuda. Qué Iron Man ni que ocho cuartos. 

Gente como esa, son la evidencia viva de que sí se puede salir adelante sin esperar dádivas a cambio de votos. Son los que calladamente construyen un país. Son héroes y heroínas que no se amilanan ante la adversidad. Son personas que generan confianza, respeto y admiración porque no solo se preocupan sino que se ocupan, sin mandar a nadie a hacerlo por ellos. ¿Conoces a alguien así?