lunes, 30 de diciembre de 2024

 

De Camucha para su prima en el exterior, por Tulio Ramírez

prima carta navidad
FacebookTwitterWhatsAppTelegramEmail

X: @tulioramirezc

Videos Recomendados by
La temporada de anidación revela la arquitectura aviar
0:00 / 0:00
Ver más videos relacionados
La temporada de anidación revela la arquitectura aviar
Now Playing
Alas en armonía: los pájaros migran al unísono
Aves exóticas del paraíso: el arte viviente de la naturaleza
Maravillas de envergadura: pájaros en vuelo sincronizado
Los pájaros alzan el vuelo
: La sinfonía del canto de los pájaros encanta la mañana
Bandada de pájaros pinta el horizonte

¡Cómo pasa el tiempo, prima! Parece que fue ayer cuando nos despedimos y ya estamos a las puertas de un nuevo año. Aunque la distancia física nos separe, quiero que sepas que te tengo muy presente en mi corazón y en mis pensamientos, especialmente en estas fechas en las cuales el corazón se apapachurra por las ausencias obligadas o escogidas. Es por ella que te escribo este largo mensaje por WhatsApp. Si prima, Güicho me regalo un celular en navidad. Para algo tenía que servir ese sinvergüenza.

Cómo lo sabes, este año ha sido muy movido. Aquí en este rinconcito del oriente del país, hicimos lo que nos comentabas que era muy difícil lograr. Entiendo que esa fue la razón por la que escogiste buscar suerte en otras tierras. Siempre estabas molesta porque nos percibías divididos o resignados. Pero te cuento que, contra todos los pronósticos, fuimos masivamente a cumplir con nuestro deber ciudadano. Votamos por el que tú sabes pero que no te puedo nombrar, porque Leticia, la del Consejo Comunal, nos advierte que es muy peligroso mentarlo y que lo mejor es dejar esa vaina así.

Me hubiera encantado compartir esos momentos contigo. Fue un día de alegría, era como si el pueblo, por encima de las diferencias, se hubiese puesto de acuerdo. Hasta la antipática de la Carmencha pasó por la casa para invitarnos a ir temprano a votar y llevar unas empanadas a los muchachos que trabajaban como miembros de mesa. Si primita, cáete para atrás, la Carmencha estaba ese día de un nivel de dulzura solo comparable con la que mostró con Güicho, cuando vino a pedirle aquella plata prestada, que por cierto, nunca le pagó.

Claro prima, no arrugues la cara, lo que pasó después te dio la razón, es verdad, pero sobre eso no puedo escribirte en detalle porque Leticia dice que leen los mensajes. No se cómo lo hacen, pero según Leticia hacen algo como “jamaquer” las cuentas, para leer y escuchar todo lo que uno escribe o habla. Ojalá yo pudiera hacer eso. Desde hace rato ando cazando al Güicho, creo que tiene un jujú con la mujer de Chuito el de la carnicería. ¿Te acuerdas?, la operada que se tiñe el pelo. Desde hace rato lo veo mandando mensajitos por teléfono y los borrachos con los que bebe no tienen celular.

Te comento prima que la navidad la pasamos más o menos. La alegría de otros años desapareció, no solo por la falta de real, sino por la falta de entusiasmo. Este año no alcanzó para hacer las hallacas, y el pernil que nos prometió Leticia, nunca llegó. Tampoco estaban los muchachos que todos los años alegraban la cuadra con su improvisado conjunto de gaitas. Esa noche no se escuchó, como en navidades anteriores, el cuatro de Fidel, la charrasca de Alfonso, el tobo de Martín y el coro conformado por Alexander, William, Hernán y Carlitos, siempre desafinados por los tragos. 

El pueblo se quedó sin la muchachada. Unos se fueron del país, otros simplemente desaparecieron y otros dicen que están presos, pero no me consta. ¿Podrás imaginar a las familias de este pueblo, pasando una cena de navidad con sillas vacías?

La única casa donde hubo fiesta hasta el amanecer fue en la de Leticia, hasta pernil comieron. Qué Dios le multiplique lo que tiene. Ella no es mala vaina, lo único es que tú sabes. No te explico mucho, acuérdate del jamaqueo.

Querida prima me alegra mucho saber que estás bien. Imagino que les estás enseñando el carupanero a esos musiús. También espero que estés disfrutando de estas fiestas junto a los paisanos que te hayas conseguido por allá. Supongo que no serán pocos ya que estamos dispersos por todo el mundo.

Mientras escribo esto te imagino haciendo hallacas, pernil, ensalada fría de lentejas y, por supuesto, escuchando Venezuela o a esa bella canción llamada Mi Nostalgia, la misma que canta Ricardo Cepeda o Argenis Carruyo (no me acuerdo bien), y que estremece a todo aquel que está fuera de su patria, aunque no sea zuliano. Ah!, antes de que se me olvide, recuerda colocar nuestra bandera en el porche de tu casa para que tus vecinos sepan que eres una más de la diáspora. 

Primita de mi corazón, para el próximo año, te deseo lo mejor de lo mejor: salud, amor, prosperidad y mucha felicidad. Que tu gran sueño, que es el mismo que compartimos la inmensa mayoría, se haga realidad. Espero que pronto podamos vernos, ya sea aquí o allá, porque si esta carta la jamaquean, como dice Leticia, de seguro tendré que visitarte pronto. Mientras tanto, te mando un fuerte abrazo y mis mejores deseos. Dios te bendiga.

Tú prima querida, Camucha

lunes, 16 de diciembre de 2024

 

Los bachilleres de la revolución, por Tulio Ramírez

Los bachilleres de la revolución
FacebookTwitterWhatsAppTelegramEmail

X: @tulioramirezc

Díaz era su apellido, si mal no recuerdo. Uno recuerda a los condiscípulos de bachillerato, por los apellidos. Díaz, González, Barradas, Ramírez, Hernández, Casal, esa era la manera de identificarnos. Hasta el señor de la cantina nos conocía solo por el apellido. Díaz, nuestro amigo del cuento, era un muchacho humilde de una barriada de Petare que, por decisión de la Zona Educativa, fue asignado al Liceo Lino de Clemente, para seguir sus estudios de secundaria.

El Lino de Clemente está ubicado en una urbanización de clase media llamada La California Norte, a la altura de El Marqués. Era un Liceo verdaderamente inclusivo. En sus aulas coincidían muchachos de urbanizaciones como La California, El Marqués y Los Ruices, con la muchachada de los barrios colindantes, como Campo Rico, la Lusiteña y Barrio Ajuro. De igual manera zonificaban a muchachos de los barrios ubicados en los cerros de Petare.

Díaz era tan humilde que llegaba al liceo después de una dura travesía diaria de ida y vuelta. Bajaba en jeep desde el Barrio El Carpintero, donde vivía, hasta la Redoma de Petare. A renglón seguido, caminaba unas 15 cuadras hasta el liceo. Mientras los chicos de familias más o menos acomodadas, compraban sándwich de jamón y queso en la cantina para desayunar, Díaz desenvolvía una arepa fría rellena con mortadela y se la comía solitario detrás de la mata de cotoperí, ubicada en los alrededores de la cancha de basquetbol.

Pero Díaz no era lastimero, era un estudiante fajado con aspiración a ser médico. Sacaba las mejores notas en Biología y Química. Comentaba con cierto humor que estudiaba alumbrándose con una lampara de kerosene. En el rancho donde vivía no había conexión al cableado público. Con los años me enteré que Díaz lo había logrado. Se graduó de Médico Cirujano en la Escuela Vargas de la UCV y hoy trabaja en el John Hopkins como uno de sus neurocirujanos estrellas.

También recuerdo al gocho Barradas. Coincidimos en la misma sección de tercer año de bachillerato. Barradas era un muchacho que había llegado de Táriba para vivir en una casa de vecindad de uno de los barrios de Petare. Era un taco con los números y gracias a su ayuda, pude aprobar la Matemática de tercer año, superando los escollos de la Trigonometría, la Radicación, la Racionalización, el Teorema de Pitágoras y los fulanos Logaritmos Neperianos.

Barradas se graduó de Ingeniero en la Simón Bolívar, hizo un postgrado por Fundayacucho, y hoy está en Dubai como consultor de una de las empresas petroleras más importantes del mundo. Dio un salto cuántico (esa expresión la usaba mucho), del Barrio El Nazareno a Umm Hurair, la ciudad más petrolera de ese país árabe.

Todo eso fue posible porque nuestros profesores eran muy exigentes. Los exámenes eran complicadísimos y ningún padre denunciaba por maltrato psicológico a un profesor por reprobar a un estudiante que no daba la talla. Quizás por ello, nuestros viejos sacrificaban todo por darnos estudios y celebraban en grande el grado de Bachiller de la República. Sabían que era la garantía de salir de la ignorancia y la pobreza.

Escribo esto porque me acabo de enterar del rendimiento académico obtenido por los nuevos bachilleres que ingresaron en marzo de 2024 a la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela. Si los números no fueran tan alarmantes, la verdad hoy me ocuparía de escribir sobre la extraordinaria campaña de mi equipo los Navegantes del Magallanes, o a investigar donde consigo dólares al precio del BCV o a responder infamias sobre supuestos juramentos locos que no tienen ni pies ni cabeza.

El hecho es que, de 573 nuevos inscritos en las diferentes escuelas de la Facultad de Ciencias, 365 no lograron aprobar ni una asignatura. Un 64% de los nuevos inscritos no fue capaz de superar las exigencias del primer semestre. Esto sí es una tragedia. Veamos algunos detalles.

En Biología entraron 144, al final de semestre 109 no había aprobado al menos una asignatura. En Matemática se inscribieron 64 y 35 no aprobó al menos una asignatura. En Química se inscribieron 84 y 56 salieron raspados en todas las asignaturas. En Física 79 bachilleres se inscribieron, de ellos 45 nada aprobaron. En Computación ingresaron 174 y 109 no aprobó una sola asignatura. En Geoquímica, iniciaron 28 estudiantes, 7 de ellos no aprobaron ninguna asignatura.

Esa es la consecuencia de la falta de profesores especialistas, del “Horario Mosaico”, de los bajos salarios, de la falta de laboratorios, de la promoción automática y de la cultura de premiar el mínimo esfuerzo que se han entronizado en nuestra educación. En fin, son los bachilleres de la revolución.