Aquí Opinan Lunes 22 de Septiembre de 2014 |
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17 TalCual |
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Aquí Opinan
Mi maestra Magda
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Todos éramos muy pobres, incluyendo a las maestras. No sé si eran graduadas o no, pero sí recuerdo que eran muy estrictas y exigentes. Nunca faltaban a clases y si faltaban siempre había un suplente severo que nos hacía añorar a la maestra titular. Los exámenes parciales y finales se hacían con jurado y valga Dios que hicieras pasar pena a la maestra. Había una suerte de sana competencia entre ellas. Con el tiempo supe que el reto consistía en que al año siguiente, la maestra del nuevo grado reconociera en público lo bien formados que llegaron sus nuevos alumnos. El que no demostraba conocimientos suficientes, sencillamente no aprobaba y por ello ningún docente era acusado ante las autoridades de violentar los derechos humanos del aplazado.
A pesar de tanta precariedad y de un entorno lleno de necesidades, nunca sentimos que nuestro destino era reproducir la pobreza vivida por nuestros padres, tal como hoy pretende la doctrina educativa de la revolución. Nuestras maestras nos estimulaban a dibujar nuestro destino. La maestra Magda de 6to grado, nos hizo prometerle que seguiríamos nuestros estudios. Al final del curso nos hizo entregarle un papelito con nuestro nombre y la profesión que queríamos ejercer al ser adultos. Nos dijo que lo guardaría en un cuaderno y en 12 años lo abriría para constatar si habíamos cumplido nuestra promesa. No sé si la maestra Magda los abrió finalmente, pero donde esté le notifico que cumplí, aunque a medias, ya que si bien no me hice médico, me hice sociólogo, y no me ha ido tan mal.
@tulioramirezc